Retratos cínicos

Algo que se pudre: la Función Pública

España · Aurelio Barral
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7 febrero 2013
Discretos. Corporativistas. Intocables. Es el modelo del funcionario al que la estabilidad que le ha otorgado el puesto de trabajo obtenido tras haber aprobado unas oposiciones; el trabajo que le da un futuro seguro, estable y sin sobresaltos. Una perspectiva buena, sin duda: trabajar por una vocación de servicio público, hacer cumplir la ley y desempeñar un puesto de carácter técnico; y, sobretodo, un sueldo fijo. Está agradecido: para él, lo máximo es la Función Pública. Y lo peor, trabajar en la empresa privada.

Cuando se hace el cursillo selectivo, son varios los eslóganes que se oyen repetidamente. Uno de ellos, es que no tenemos más interés que el del servir al Estado. Otro, (aplicado a los que pertenecemos a los Cuerpos superiores), el de tenéis que llegar a ser jefes, que se repite como un mantra, como si los aspirantes que aprueban la fase de oposición no lo tuviesen claro. Ésa es una parte: la otra es cuando empiezas a trabajar en tu primer destino. Comienza el camino.

Los primeros años son cruciales, para los que entran más jóvenes. Puede ser una carrera fulgurante, que sube como la espuma…o un auténtico descreimiento. No es verdad que sea el factor competencia; tampoco la valía profesional o el amor a las cosas bien hechas. Desde el primer momento, el funcionario sabe que es la política lo único que cuenta: los contactos (mucho más fácil si eres un hijo del Cuerpo, donde parece que tienes patente de corso), lo bien o mal que caigas al jefe, la disponibilidad para hacer pasillo…y un cúmulo de tretas sin fin para ganar el favor de los superiores. Si se tienen destreza y agallas (la capacidad de asombro no tiene límites cuando encuentras a personas que harían cualquier cosa por ascender), el camino va como la espuma. Eso sí, saltando por encima de aquellos que trabajan discretamente (que son los que realmente aportan algo de humanidad al entorno y al trabajo). A un precio muy alto: la completa deshumanización de quien lo practica. En este sentido, son abundantes los perfiles de "psicópatas", que no compartirían información alguna con nadie del que puedan tener sospecha alguna de poder hacerles sombra.

Por el contrario, para quien trabaja discretamente, y opta por jugar limpio, pueden esperarle años de ostracismo en un despacho, apartado del meollo de "lo que se cuece en el corralito". Sufre, entonces, un proceso de ninguneo que, en ocasiones, llega a ser un auténtico calvario psicológico para quien lo padece: se le reduce el trabajo, se le excluye de las reuniones donde se discuten (interminablemente), se le niega el saludo por parte de aquellos compañeros que optan por el "sí, señor" ciego ante las órdenes del jefe de Unidad… Curioso fenómeno que puede durar meses, puede durar años. Los que son más valientes llevan a sus jefes a los tribunales, o piden responsabilidades a la Administración. Y, en ocasiones, consiguen dar auténticas bofetadas judiciales. Otros, sin embargo, optan por acostumbrarse y caen en el más absoluto letargo, disfrutando, a cambio, de la contrapartida de un tranquilizante: el uso de Internet permite excitarse con las páginas guarras, o distraerse con los coches, mirando los cotilleos web,..Normalmente, alguien suele dejar en la red pública de la oficina una carpeta de juegos como el solitario, el buscaminas, la carta blanca, el hexagón…y, así, dejan pasar las horas, perdidos en el vacío del tiempo. Podría uno pasarse la vida leyendo el periódico, comiéndose las uñas y los mocos, mientras la propia carrera profesional se va yendo, poco a poco, por el desagüe de la indiferencia. 

Por el contrario, hay quienes, asumiendo que la situación no va a cambiar, comienzan a emplear su tiempo haciendo cursos, másteres; estudiando una carrera universitaria a distancia; montando un negocio o llevando una asesoría jurídica…gente tachados de "delincuentes" por los corporativistas aduladores y por los cotillas (que, muchas veces, son los propios jefes) que leen el "Hola", mientras van de un puesto a otro a enterarse del pollo que montó el otro día Fulano al jefe, o de los tocamientos de Zutano a la secretaria.

La Función Pública no tiene nada de inocente. Y eso es lo que aprendemos los funcionarios (incluso quienes salen una y otra vez a la calle a manifestarse): el politiqueo está a la orden del día: los aduladores, los que adoptan papeles en las reuniones, aquellos que, mientras aplauden las decisiones de los jefes, aprovechan la ocasión para vomitarte todo lo que piensan de él, los beneficiados por algún dedazo (eso sí, en comisión de servicios)…son los que protestan por los recortes. Son los que se ofrecen para hacer el trabajo fácil de resolver 500 expedientes facilillos que "no deberías hacer por la mañana" porque son un trabajo extra, y callan cuando algún amigo suyo de la empresa privada les pregunta por qué cobran lo que cobran. Para ellos, ya puede hundirse el país que yo seguiré cobrando mis "extras". Puedes hablarles de tratar de transformar lo que nos rodea tomándose en serio el propio deseo de construir la propia vida, y de construir con otros; de pensar en apoyar, con su trabajo, el protagonismo de la sociedad, quitando trabas. Puedes hablarles de que, en estos tiempos, hay que dejar de defender los privilegios de los que hemos disfrutado durante años…es inútil. Están tan embotados con sus "extras" que el poder les fagocitará su libertad….Y SEGUIRÁN RUGIENDO.

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