Alemania. Un llamamiento a la caridad que falta

Mundo · Roberto Graziotto
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11 enero 2016
Pensando en los últimos acontecimientos en Alemania –las manifestaciones del sábado tras los sucesos de Colonia, los refugiados, la publicación crítica de “Mi lucha” de Hitler, los nuevos datos sobre casos de abusos a niños en el famoso coro de Ratisbona ´Regensburger Domspatzen´ (la radio, la televisión y los periódicos alemanes solo hablan de este tema)–, he tenido que pararme varias veces a pensar en una frase del evangelio: “conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8, 32).

Pensando en los últimos acontecimientos en Alemania –las manifestaciones del sábado tras los sucesos de Colonia, los refugiados, la publicación crítica de “Mi lucha” de Hitler, los nuevos datos sobre casos de abusos a niños en el famoso coro de Ratisbona ´Regensburger Domspatzen´ (la radio, la televisión y los periódicos alemanes solo hablan de este tema)–, he tenido que pararme varias veces a pensar en una frase del evangelio: “conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8, 32).

Thomas de Maizière ha dicho con firmeza: “no debe haber ninguna espiral de silencio, y mucho menos apoyada por la policía”. El jefe de la policía de Colonia, Wolfgang Albers, ha sido retirado por el ministro de Interior del Nordrhein-Westfalen, Ralf Jäger (Spd), porque solo después de varios días se han podido conocer datos concretos de la noche de San Silvestre en Colonia, algo que ha hecho perder toda la credibilidad de la policía de la ciudad del Rin. Hay 34 personas acusadas por la policía, de las cuales 21 tenían el estatus de persona que solicita asilo político. Por lo que se refiere a los robos y lesiones corporales, la policía ha contado 84 personas. Tres son los delitos sexuales graves. En esta atmósfera de transparencia, se publican ahora otros datos policiales que por motivos políticos se habían ocultado por el momento: la mitad de los robos de bolsos y maletas en las estaciones alemanas se cometieron en el último año por parte de norteafricanos (argelinos y marroquíes), según datos de la policía alemana se trata de 1.399 casos, el 46%. En 2014 eran 735 (36%) y el 19% en 2013.

Los informativos plantean la pregunta de si estos datos no ponen en discusión de manera radical la cultura de bienvenida de la canciller Angela Merkel. El periodista Patrick Bahners señala que las afirmaciones de la policía, concretamente un informe escrito cuatro días después de la noche de San Silvestre y que contenía entre otras cosas esta frase: “Soy sirio, debéis tratarme de forma amistosa. La señora Merkel me ha invitado”, deben leerse “de manera crítica” y teniendo en cuenta la “psicología de las afirmaciones” y el contexto en que ciertas frases se pronuncian o se quieren pronunciar. Es evidente lo que el Frankfurter Allgemeine Zeitung ha publicado en uno de sus editoriales de portada: “La seguridad y el futuro de esta república dependen obviamente de aquellos a los que nosotros damos o no la bienvenidad” (Berthold Kohler). Eso pienso yo también, mucho más si tenemos en cuenta que las personas implicadas en la noche de San Silvestre ante la estación de la catedral de Colonia eran casi mil jóvenes norteafricanos y árabes, y que no solo Colonia sino también Hamburgo y parece que una discoteca de una ciudad universitaria, Bielefeld, fueron escenario de actos de disturbios y violencia en la noche de año nuevo.

Sin embargo, creo que la canciller ha demostrado un gran coraje político al acoger a un millón de refugiados en 2015, de acuerdo con la Constitución alemana y con la convención de Ginebra, que recuerdan que la dignidad del hombre es inviolable.

La edición crítica de “Mi lucha”, a cargo de Christian Hartmann, Thomas Vordermayer, Othmar Plöckinger y Roman Töppel, subvencionado por el Instituto de Historia Contemporánea de Múnich y Berlín, sale ahora porque los derechos de edición en poder del estado caducan en estos días. La pregunta que se plantea y que divide también a los judíos (el comité central en Alemania está a favor, las asociaciones de víctimas no) es si se puede publicar un libro que representa el “mal absoluto”. No entraré aquí en la discusión sobre el adjetivo “absoluto”, puesto que como dijo Robert Spaemann nos enfrentamos al menos a un acontecimiento que podríamos definir como un “mal casi absoluto”, pero sí en la pregunta de si es lícito publicar un texto que está vinculado a hechos de una extraordinaria inhumanidad. Me parece que la fórmula utilizada por Jürgen Kaube es adecuada: “el mal absoluto no puede quedar sin comentarios”, aunque la relación entre un libro y unos acontecimientos no sea tan lineal como se podría pensar de manera superficial, no solo en el caso de “Mi lucha”, pues vale análogamente para la relación entre el “Contrato social” de Jan Jacques Rousseau y los hechos de la Revolución Francesa. No el texto sino las continuas alocuciones políticas de Hitler y su forma de gobernar Alemania llevaron al desastre del exterminio y del genocidio de los judíos.

La diócesis de Ratisbona ha pedido con razón a un consultor jurídico autónomo que aclarara los casos de violencia y lo que podría llamarse acertadamente un “sistema del miedo” (Ulrich Weber), en referencia al coro de niños de Ratisbona, que el hermano de Benedicto XVI, Georg Ratzinger, digirió de 1964 a 1994. De 1945 a 1992 el consultor jurídico pudo constatar 231 casos en que los niños fueron objeto de violencia, 62 de ellos de carácter sexual.

En ninguna de estas historias la “pura gnosis” puede ofrecer una luz definitiva a los acontecimientos y solo un “conocimiento amoroso” podrá ofrecer un discernimiento concreto de los espíritus (por utilizar un término ignaciano), que nos haga realmente libres, como recita el texto de Juan citado al principio. Se tratará de permanecer “en la palabra” misericordia, que el Año de la Misericordia nos recuerda con insistencia. Solo que la Misericordia nunca es el contrario de la verdad, sino su corazón que late.

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