Alberto Methol Ferré, el filósofo amigo del Papa

Mundo · Massimo Borghesi
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6 mayo 2014
Doy gracias a Alver Metalli por haber realizado el libro entrevista a Alberto Methol Ferré titulado El Papa y el filósofo (Cantagalli, 2014). Le doy las gracias porque con Methol, aunque solo me encontré con él en una ocasión, en Lima, en noviembre de 1992 durante el IV Congreso Mundial de Filosofía Cristiana, me unía una relación de amistad.

Doy gracias a Alver Metalli por haber realizado el libro entrevista a Alberto Methol Ferré titulado El Papa y el filósofo (Cantagalli, 2014). Le doy las gracias porque con Methol, aunque solo me encontré con él en una ocasión, en Lima, en noviembre de 1992 durante el IV Congreso Mundial de Filosofía Cristiana, me unía una relación de amistad. Gracias, una vez más, a Metalli que desde Argentina, donde se había establecido, se había convertido con el paso de los años en el punto de unión entre nosotros.

Methol Ferré (1929-2009), uruguayo de Montevideo, todavía no es todo lo conocido que debiera fuera de su país. Sin embargo, es uno de los mayores, tal vez el mayor, intelectuales latinoamericanos contemporáneos. Fundador de revistas como Nexo (1955) o Víspera (1967), consultor del CELAM, la Conferencia Episcopal Latinoamericana, fue autor de numerosos libros y ensayos. Entre ellos la densa entrevista con Metalli que acaba de publicarse en Italia con prólogo de Guzmán Carriquiri, y con epílogo y esta premisa de Metalli: “Jorge Mario Bergoglio y Alberto Methol Ferré: afinidades electivas de un Papa y de un filósofo del Río de la Plata”.

El entrevistador reconstruye con precisión las etapas de una relación personal e ideal, entre el joven Mario Bergoglio responsable de los jesuitas argentinos, luego arzobispo de Buenos Aires, y el intelectual católico uruguayo. Lo que llamaba la atención de Bergoglio era, por un lado, la mirada “histórica” de Methol, su capacidad para delinear grandes escenarios geopolíticos y espirituales y, por otro, su pasión por la Iglesia encarnada dentro de los pliegues de la historia, una Iglesia “popular” no sometida a los designios hegemónicos de los poderes del mundo ni de las elites secularizadas, cercanas a la “teología del pueblo” de Lucio Gera, Gerardo Farrel, Juan Carlos Scannone, autores sensibles a temas relacionados con la religiosidad popular, de los pobres, de la cultura y la historia latinoamericana.

Temas también queridos para Bergoglio, que pudo encontrar en Methol a un autor que “nos ayuda a pensar”. En la entrevista El Papa y el filósofo, todo eso emerge con gran evidencia. La mirada sobre la realidad, la atención a las respuestas que el tiempo actual exige de la fe, la relación entre la posición cristiana y la modernidad, son otros puntos que documentan un pensamiento “católico” raro. Raro tanto en América Latina como en Europa.

El primero es que el pensamiento cristiano, si quiere serlo, arraigado en la Encarnación, no puede ser sino histórico. En eso Methol aceptaba plenamente el desafío del pensamiento laico, para el cual, frente a la pérdida de la historia propia del pensamiento católico moderno, la superioridad de una perspectiva se demuestra en su capacidad para interpretar la historia. Sus modelos eran tres politólogos americanos y un filósofo italiano: Francis Fukuyama, Samuel Huntington, Zbigniew Brzezinsky , Augusto Del Noce.

Pensar la historia es pensarla, hegelianamente y “católicamente” como totalidad, como sinergia de pueblos y de estados, como dislocación mundial de la Iglesia. Este horizonte global, y este es el segundo punto, se comprende desde una óptica de realismo histórico que sería más oportuno llamar ideal-realismo. El factor ideal se inserta en movimientos reales, rinde cuentas con los poderes reales. Eso significa que tanto la política como la Iglesia deben medir no solo los ideales, o las ideologías, sino también el equilibrio entre las potencias. De ahí el empeño, desde siempre, por la unidad, también económica (Mercosur), de América Latina para frenar el superpoder de los Estados Unidos. Una confederación de los estados de América del Sur fundada sobre el equilibrio entre los países hispanos, guiados por Argentina y el gigante de lengua portuguesa, Brasil. Algo que favorecería incluso la propia Iglesia católica.

El ideal-realismo, tercer punto del pensamiento de Methol, se mueve en la tensión entre lo particular y lo universal, entre naciones individuales y confederaciones de estados y pueblos. Eso le lleva a privilegiar a los gobiernos nacional-populares pero no al populismo nacionalista. El popularismo, cuarto punto, debe encontrarse con el liberalismo, no el de la derecha económico-política sino el auténtico, el de los derechos y libertades. Methol, que perdió su trabajo por su oposición a la dictadura militar en Uruguay, sabía mucho de esto. El modelo que él proponía era el de la democracia cristiana, un paradigma que tenía su autor de referencia en Jacques Maritain, quien permitió a los católicos latinoamericanos comprender el valor de la democracia moderna liberándoles de sugestiones integristas y reaccionarias.

La reflexión de Methol convergía así, quinto punto, el más relevante desde el punto de vista teológico, en la puntualización de la importancia del Concilio Vaticano II como resolución del contraste entre cristianismo y modernidad. Las páginas de la entrevista dedicadas al Concilio son de las más iluminadoras del texto. En ellas emerge con claridad la original impostación de Methol Ferré, el espesor de un pensador católico que comprende muy bien cómo el Concilio permitió a los católicos habitar en la modernidad, valorando las “verdades enloquecidas”, como las llamaba uno de sus autores preferidos, Chesterton, sin ceder a las ideologías modernistas. Afirmó: “Con el Concilio, la Iglesia trasciende tanto a la reforma protestante como a la ilustración secular. Las supera, en el sentido de que asume lo mejor de una y otra. Podemos decir que recrea una nueva reforma y una nueva ilustración. Que eran además las dos grandes cuestiones que quedaban por resolver, con las que no se habían cerrado totalmente las cuentas. Con el Concilio, la reforma y la ilustración pasan por fin al pasado, pierden sustancia y razón de ser, y realizan lo mejor de sí mismas en la intimidad católica de la Iglesia. La Iglesia, al asimilarlas, las abroga como adversarias y acoge su potencia constructiva”. Es la misma perspectiva en que se apoya la lectura de la relación entre cristianismo y modernidad que Joseph Ratzinger, como teólogo y como Papa, ofreció en diversas ocasiones. Una perspectiva que explica la sintonía de Methol Ferrè con Papa Benedicto.

Methol, fallecido en 2009, no pudo prever que su amigo Bergoglio llegaría a ser pontífice. Sin duda, habría hallado en él, con gran alegría, la realización, en el corazón de la Iglesia, de esos ideales que le guiaron durante toda su vida.

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