Al servicio de la verdad

Cultura · Juan Orellana
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11 febrero 2015
Charlie Hebdo hacía uso de la libertad de expresión. Al servicio de la burla y el humor cínico. Sus trabajadores se jugaron la vida por el derecho a reírse de todo. Pero en el mundo de la comunicación de masas hay personas que también se están jugando la vida por contar la verdad sobre el radicalismo islámico. Los verdugos son los mismos en ambos casos, pero el agravio es mucho mayor en el segundo caso. Para el reino de la mentira hay un demonio peor que la burla: la verdad.

Charlie Hebdo hacía uso de la libertad de expresión. Al servicio de la burla y el humor cínico. Sus trabajadores se jugaron la vida por el derecho a reírse de todo. Pero en el mundo de la comunicación de masas hay personas que también se están jugando la vida por contar la verdad sobre el radicalismo islámico. Los verdugos son los mismos en ambos casos, pero el agravio es mucho mayor en el segundo caso. Para el reino de la mentira hay un demonio peor que la burla: la verdad.

La semana pasada presentábamos Timbuktú, una sencilla película que mostraba la persecución que sufren los musulmanes verdaderamente religiosos por parte del yihadismo. Hace pocos meses se estrenaba el documental Walking Next to the Wall de Fernando de Haro, sobre la situación que viven los cristianos coptos en Egipto. La próxima semana llega a nuestras salas Silvered Water, Syria Sel-Portrait, del exiliado sirio Ossama Mohammed y la kurda Wiam Simav Bedirxan, otro documental sobre el horror que se está viviendo en Siria realizado a base de videos amateurs clandestinos. Pero hoy queremos llamar la atención sobre una película muy importante que se estrenará en España en primavera: El apóstol, de Cheyenne-Marie Carron.

Una película que sólo una distribuidora valiente y comprometida con la realidad es capaz de estrenar, como es el caso de European Dreams Factory. La película tiene muchos elementos autobiográficos de la cineasta, y nos cuenta la historia de Akim, un joven musulmán francés de origen argelino cuya familia tiene un honorable proyecto para él: que se convierta en imán. Pero un día Akim se conmueve ante un gesto de caridad cristiana protagonizado por un sacerdote católico y se despierta su curiosidad por conocer algo del cristianismo. Comienza su “indagación” de forma clandestina, ya que su hermano y su tío son musulmanes muy celosos y no le toleran ningún contacto con nada que huela a cristianismo. Sus pesquisas le llevan a encontrarse naturalmente con varios católicos, incluido el sacerdote que despertó su interés, y en un determinado momento llega a una alegre y trágica conclusión: quiere hacerse cristiano. El resto, obviamente, no lo vamos a desvelar, aunque no es difícil imaginar lo espeluznante que puede llegar a convertirse su vida.

Estamos ante una película necesaria. Si es buena o mala pasa a segundo plano, aunque aprovechamos para dejar claro que es muy buena -estamos hablando de una veterana cineasta-. Una película necesaria porque se lanza a reflexionar con infinita ponderación y equilibrio sobre cosas de las que nadie se atreve a hablar en público. No se trata tanto de comparar dos religiones y sacar conclusiones, sino de exponer en qué consiste verdaderamente la naturaleza del llamado sentido religioso. El apóstol es sobre todo una película sobre el corazón humano, y sobre aquello que le corresponde y lo que no.

La cineasta Cheyenne-Marie Carron era una niña musulmana argelina que fue abandonada de pequeña. Fue acogida por una familia católica francesa que la cuidó y educó en la fe católica. La tutela la tenía la Administración francesa y por ello sus padres de acogida no podían bautizarla. Hace un año, Cheyenne, con 37 años de edad, decidió bautizarse. Ante la brutal persecución que sufren los católicos en tantos lugares en los que ha arraigado el veneno de la yihad, Carron ha decidido rodar esta película hecha a base de “pedazos” de realidad que ella ha vivido. Como ella declaró a la revista francesa L1visible: “Cuando muchos de nuestros hermanos cristianos están siendo masacrados en el mundo, es una gran ocasión para que recordemos a nuestros amigos musulmanes el artículo 18 de la Declaración Universal de Derechos Humanos: Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencias y la libertad de manifestar su religión o creencia, ya sea solo o en común con otros y en público o en privado, enseñarla, practicarla, el culto y la observancia de los ritos”.

No olviden el nombre de esta película profética que está llamada a provocar una honda reflexión sobre multiculturalidad, al margen de tópicos ideológicos y pueriles utopías y alianzas de civilizaciones. No es casual que el Vaticano la haya señalado con el premio Capax Dei Foundation del Festival Mirabile Dictu del año pasado.

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