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Agosto del 14

Editorial · PaginasDigital
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4 agosto 2014
Todo el mundo quiere comprender qué pasó y por qué y eso está muy bien. Se cumplen cien años del comienzo de la I Guerra Mundial y con ella del siglo corto, el que sufrió la segunda edición de la Gran Guerra, los terrores del nazismo y del comunismo. Se multiplican los análisis.

Todo el mundo quiere comprender qué pasó y por qué y eso está muy bien. Se cumplen cien años del comienzo de la I Guerra Mundial y con ella del siglo corto, el que sufrió la segunda edición de la Gran Guerra, los terrores del nazismo y del comunismo. Se multiplican los análisis. Se apunta a la falta de realismo de los líderes políticos que pensaron en un conflicto corto, al auge del nacionalismo, al nihilismo que se apoderó de las grandes masas… Sin duda son todos factores decisivos y conviene seguir sumando elementos a un fenómeno que es muy complejo.

Pero si se trata de comprender quizás sea conveniente dejarse ayudar por la experiencia de dos hombres que sufrieron las consecuencias de lo que comenzó hace una centuria. Uno es Stefan Zweig, el intelectual austriaco, el que se encuentra en el epicentro de los hechos, el que ha conocido el mundo anterior al enfrentamiento global. El otro es Alexander Solzhenitsyn, el ruso que lleva sobre sus hombros las dos postguerras, que es internado en el gulag por el monstruo creado por Lenin, uno de los personajes que debe su éxito a la conflagración que ahora se conmemora.

Estas semanas conviene releer las ´Memorias de un europeo´ de Zweig. Sus deliciosas y trágicas páginas ayudan a entender. El lector se hace una idea muy clara de cómo era el mundo de finales del XIX y de comienzos del XX. La vida estaba sometida a cierto orden, se sabía hacia dónde caminaban las cosas, era fácil predecir lo que iba a suceder en las siguientes generaciones. El austriaco nos hace revivir el estallido del conflicto, que es trágico por la muerte y la destrucción y también por la desorientación que lo acompaña. Desorientación que se ve incrementada cuando llega la paz y la hiperinflación. Buena parte de Europa se desploma en un abismo de descomposición humana a través de la que se busca salida al enclaustramiento colectivo. Zweig dibuja un Viejo Continente que se levanta y cae varias veces. A él no le dará tiempo a ver el resurgir de la segunda postguerra mundial.

Pero lo que más llama la atención del recorrido de Zweig es su perplejidad. El escritor encarna, en cierto modo, a una generación que bien puede considerarse la cima de lo que el espíritu europeo había sido capaz de crear desde la modernidad. Y es admirable lo que el mundo literario, filosófico y musical había engendrado. Expresiones sublimes. Zweig, que se mueve con agilidad entre Austria, Alemania, Italia, Francia y en menor medida el Reino Unido, conoce a todos los grandes. Allí están Claudel, Joyce, Mahler, Rilke y una larguísima lista. Conviene recordar ese tesoro que nos pertenece a todos. Pero a pesar de asistir a un momento excelso, o quizás por eso, el austriaco no puede darse una explicación suficiente de lo que está sucediendo. Tanta belleza se revela impotente para frenar el derrumbe. Tanto es así que opta por el suicidio.

Solzhenitsyn sí tiene una hipótesis cuando llega a Harvard y pronuncia en el 78 su famosa conferencia titulada ´Un mundo dividido en pedazos´. Para el ruso, que ya ha visto desarrollado todo lo que Zweig había vivido como un embrión, ´el error debe estar en la raíz, en la misma base del pensamiento occidental´ que nace del Renacimiento y que se expresa de forma completa en la Ilustración´. Ese pensamiento entiende la libertad como la expresión de ´un hombre que es la medida de todas las cosas que existen en la tierra´. ´La simple libertad -añadía el disidente- per se no resuelve en lo más mínimo todos los problemas de la vida humana y hasta agrega una buena cantidad de problemas nuevos´.

No siempre fue así en la Ilustración. ´En las primeras democracias, como en la democracia norteamericana en el momento de su nacimiento, todos los derechos humanos fueron concebidos sobre la base del ser humano es una criatura de Dios´. ¿Cuál es la solución? El ruso habla de escalar hacia una nueva ´etapa antropológica´. ´Hoy sería retrógrado aferrarnos a las petrificadas fórmulas de la Ilustración´. O de cierta forma de Ilustración. ´Un dogmatismo social de esa especie nos dejaría inermes ante los desafíos de nuestros tiempos´. Seductor.

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