Aborto: prohibir o educar
Los esfuerzos de quienes se oponen al aborto se han dirigido principalmente a los gobiernos de turno y a los partidos políticos solicitándoles que proscriban la realización de abortos. Sin embargo, la eficacia de tales esfuerzos ha sido muy baja. ¿No habrá llegado el momento de actuar de otra manera?
El aborto desaparecerá, cualquiera que sea la legislación existente, cuando las clínicas abortistas sean el peor negocio del mundo porque no tengan clientes y estén vacías. Se trata, por lo tanto, como en todas las cuestiones sobre las que se disputa en una sociedad abierta, de cómo decidan comportarse los ciudadanos.
Por eso, nuestro objetivo debe ser centrar nuestra atención en éstos para desplegar ante ellos todo nuestro poder de persuasión. Para lo cual tenemos que dejar de reclamar la prohibición, porque no puedo prohibir a alguien que haga algo mientras estoy intentando persuadirle de que no lo haga.
En definitiva, la elección está entre conseguir un objetivo por medio de la prohibición o a través de la educación. El último es el camino que merece la pena seguir frente a interlocutores que son personas como nosotros, piensen lo que piensen y actúen como actúen.
A la prohibición sólo se recurre cuando se duda de la propia capacidad para educar. No debe ser nuestro caso.