A la espera del alto el fuego

Mundo · Claudio Fontana
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13 marzo 2024
La muerte, el trauma y la destrucción siguen marcando la vida de los palestinos de Gaza y de los rehenes que siguen en manos de Hamás.

La semana pasada, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, pidió un alto el fuego en Gaza para el lunes 4 de marzo. Esta petición ha sido acompañada de acciones de perfil más bajo: primero el lanzamiento desde el aire de 30.000 raciones de comida sobre la Franja de Gaza, en una operación similar a la ya realizada por Jordania, y después el anuncio de la construcción de un muelle flotante para facilitar el flujo de ayuda humanitaria. Así lo contaba con triste ironía The Economist: mientras Israel lanza bombas fabricadas en Estados Unidos, los estadounidenses lanzan comidas preparadas. Una situación agravada por el hecho de que en el último lanzamiento de ayuda, el viernes 8 de marzo, algunos paracaídas no se abrieron. Resultado, aún por verificar: cinco muertos palestinos más y varios heridos.

Así pues, la muerte, el trauma y la destrucción siguen marcando la vida de los palestinos de Gaza y de los rehenes que siguen en manos de Hamás. Anchal Vohra, en Newlines Magazine, describe el sufrimiento psicológico de los jóvenes: «¿Qué le ocurre a la mente de un joven cuando ve cómo unos extraños entran en su espacio seguro, su casa, y matan a sus padres? ¿Y cuando uno es secuestrado y encarcelado en un túnel oscuro muy por debajo de la tierra? ¿Y cuando uno ve a sus padres indefensos y todo el barrio bombardeado? ¿Y qué supone no tener agua, ni casa, ni baño, ni medicinas, ni salida a un país vecino más seguro?». Los traumas que estos jóvenes se ven obligados a soportar se dejarán sentir, por desgracia, mucho después del fin de las hostilidades. Un fin de las hostilidades que  en cualquier caso no parece cercano, aunque las negociaciones, con grandes dificultades, continúan en un intento desesperado por detener el conflicto.

Sobre la mesa hay un acuerdo que prevé una pausa de seis semanas en los combates a cambio de la liberación de entre 35 y 40 israelíes retenidos por Hamás, pero para el movimiento terrorista hasta elaborar la lista de rehenes es un gran problema. A cambio, Israel tendría que liberar a cientos de presos de las cárceles de Israel, entre los que los palestinos querrían incluir a Marwan Barghouti, algo que, según recuerda el Times of Israel, Tel Aviv quiere evitar por todos los medios. La historia de Barghouti se ha contado  en el nuevo documental «Tomorrow’s Freedom”.

Aunque se ha negado a adoptar un enfoque duro para imponer su línea a Israel, como hizo Reagan, que bloqueó el envío de armas al Estado judío, Biden sigue presionando en favor de una tregua. Según al-Monitor, en los últimos días la presión se ha desplazado hacia Hamás. Según un diario ultra crítico con Netanyahu, como Haaretz, el gobierno israelí ha aceptado esta vez las condiciones negociadas con Estados Unidos, Egipto y Qatar. Pero  el líder de Hamás, Yahya Sinwar, tiene otros planes en vísperas del Ramadán. Sinwar podría esperar desatar una conflagración regional, inflamando Jerusalén y Cisjordania, y quizás [desencadenando] manifestaciones masivas en los países árabes vecinos». Parece otra gran apuesta que se suma a la que hicieron los dirigentes de Hamás en la Franja de Gaza en octubre. En  Israel, escribe al-Jazeera, el coro de los que piden un alto el fuego está ganando fuerza. Sinwar podría contar con un aliado poco probable: Itamar Ben-Gvir. Se teme que el ministro de Seguridad Nacional decida unilateralmente subir la apuesta llevando a cabo actos de provocación como ir al complejo de Al-Aqsa.

Sinwar se mueve en un equilibrio muy frágil: negarse a un alto el fuego significaría aumentar aún más el sufrimiento de la población de Gaza, lo que podría traducirse en una disminución de la popularidad de la que goza Hamás entre los palestinos. La situación humanitaria es realmente insostenible: el Ministerio de Sanidad palestino (controlado por el grupo islamista) ha informado de que ya han muerto 18 personas de hambre y sed, mientras que la ONU ha declarado que la hambruna es «casi inevitable» en la Franja de Gaza. La ONU también comentó las acusaciones de violación y violencia sexual perpetuadas por Hamás: un informe publicado el lunes afirmaba no sólo tener información «clara y convincente» sobre la violencia sexual perpetrada durante el ataque del 7 de octubre de 2023, sino también de la «tortura sexual» a la que fueron sometidos algunos de los rehenes. Como recordó el New York Times, el presidente israelí, Isaac Herzog, aplaudió la «claridad y la integridad moral» del documento, esta condena de Hamás no basta para enmendar las relaciones, que siguen siendo muy tensas, entre la ONU y el Estado judío. Prueba de ello es que el ministro israelí de Asuntos Exteriores, Israel Katz, ha acusado al secretario general de la ONU, Antonio Guterres, de esforzarse por «olvidar el informe y evitar tomar las decisiones necesarias». En el centro de las tensiones se encuentra, como recuerda Le Monde, la UNRWA (la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos), a la que Israel ha vuelto a acusar de emplear a «cientos» de terroristas entre sus trabajadores.

La vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, que recibió a Benny Gantz, ministro de Defensa israelí, en la Casa Blanca, también pidió que el alto el fuego fuera aceptado por todas las partes y acusó a Israel de no hacer lo suficiente para hacer llegar la ayuda humanitaria a la Franja de Gaza. Uno de los hechos incontrovertibles que se desprenden de estos cinco meses de guerra es la incapacidad de Estados Unidos para lograr que Israel actúe como quiere Washington. Aunque Estados Unidos ya no puede dirigir el curso de los acontecimientos en Oriente Próximo, todavía no ha surgido un verdadero orden post-estadounidense en la región, señala Gregg Carlstrom en Foreign Affairs. La región se encuentra en un interregno. Olvídense de hablar de unipolarismo o multipolarismo: Oriente Medio no es polar y no lo era antes del 7 de octubre, pero hasta entonces muchos se habían hecho ilusiones de lo contrario.

Gantz no ha sido el único que ha viajado  a Washington. El ministro turco de Asuntos Exteriores, Hakan Fidan, se encuentra en la capital estadounidense para mantener conversaciones en profundidad sobre el estado de las relaciones entre Estados Unidos y Turquía y para hablar de la guerra entre Israel y Hamás. Previamente, fue el turno del Primer Ministro de Qatar, Sheikh Mohammed bin Abdulrahman Al Thani, quien durante sus reuniones con el Secretario de Estado Antony Blinken reafirmó la importancia del vínculo Doha-Washington y trabajó por un alto el fuego en Gaza. También hubo movimientos en sentido contrario: la Casa Blanca envió de nuevo a su enviado especial, Amos Hochstein, a Líbano, donde la situación es cada vez más tensa. De hecho, según informa Associated Press, al menos tres paramédicos de Hezbolá murieron en un ataque israelí, mientras que un trabajador extranjero murió por un cohete lanzado por las milicias del «Partido de Dios» hacia el Estado judío.

En el lado palestino se ha producido el viaje de Abu Mazen a Turquía, donde se reunió con el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan para discutir los planes para el «día después». El líder del AKP subrayó la importancia de la unidad dentro del campo palestino, necesaria para hacer creíble cualquier estrategia para un futuro Estado palestino. Uno de los elementos clave del plan previsto por Estados Unidos es el fortalecimiento de la Autoridad Palestina, que a su vez pasa por la consolidación de sus fuerzas de seguridad. Esto último, sin embargo, parece un objetivo difícil de alcanzar: la Autoridad Palestina, no está preparada para entrar en Gaza, y no lo estará en poco tiempo. No tienen los efectivos para hacerlo, ni la voluntad ni el conocimiento de Gaza», declaró un diplomático occidental al Washington Post. «A pesar de dos décadas de reformas, las fuerzas de seguridad siguen estando crónicamente infradotadas y en gran medida impopulares, mal equipadas para asumir las enormes responsabilidades que imaginan sus patrocinadores occidentales», escribieron los reporteros del Post tras acceder a un centro de formación palestino.

Artículo publicado en Oasis


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