La economía, motor y freno del independentismo catalán

A la búsqueda de la confianza perdida (I)

España · Luis Rubalcaba, catedrático de Economía
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12 octubre 2017
La economía catalana está en vilo con el proceso independentista. El pánico de bancos y empresarios catalanes ha coincidido, no por casualidad, con el rechazo a la DUI por la mayor parte de la prensa catalana antes de la declaración del 1-O y justo en medio de un proceso de fuga de sedes de los bancos y empresas. La economía, que ha sido uno de los factores impulsores del espíritu independentista con el doble ancla del “agravio” y del manido “España nos roba”, ahora es, paradójicamente, el factor que lo frena de manera más implacable.

La economía catalana está en vilo con el proceso independentista. El pánico de bancos y empresarios catalanes ha coincidido, no por casualidad, con el rechazo a la DUI por la mayor parte de la prensa catalana antes de la declaración del 1-O y justo en medio de un proceso de fuga de sedes de los bancos y empresas. La economía, que ha sido uno de los factores impulsores del espíritu independentista con el doble ancla del “agravio” y del manido “España nos roba”, ahora es, paradójicamente, el factor que lo frena de manera más implacable.

Algunos de los mejores economistas españoles, y de los de más fama y prestigio académico, son catalanes; algunos han estado o están vinculados a americanas de gran prestigio como Columbia, casos de Xavier Sala-i-Martí y de Jordi Gali. Entre ellos vemos posiciones claramente a favor de la independencia de Cataluña por motivos económicos, entre otros. Citan argumentos que yo resumiría a través de tres tipos: que Cataluña tiene en España una rémora, que impide avanzar a Cataluña hacia un país avanzado y moderno, que sufre un agravio comparativo fiscal con otras regiones y que, si se independiza, podría convertirse en un país más rico (una nueva Suiza he oído decir a algunos de mis colegas independentistas), sin depender de ataduras ni con el resto de España ni necesariamente con Europa. Aunque muchos en estos días niegan radicalmente todos los motivos económicos que subyacen a la independencia, me parece necesario partir de la parte de verdad que ellas pueden encerrar, aunque sólo sea por la alta credibilidad académica y prestigio de quienes las citan. Es cierto que en los gobiernos centrales del Estado se han hecho muchas cosas mal que han afectado a Cataluña –al igual que al resto de regiones españolas–, es cierto que Cataluña da más que recibe en las balanzas fiscales –aunque mucho menos de lo que dice el movimiento indepe–, y es verdad, bajo ciertas condiciones –que desde luego hoy no se dan–, que Cataluña podría ser económicamente independiente fuera del Estado español.

Pero en estos momentos hay que decir que la realidad está siendo tozuda desmontando muchos de los argumentos económicos pro-independencia. Sobre España como rémora, por su centralismo y su visión dicen “retrógrada” de la economía y la sociedad, los últimos gobiernos en Cataluña están mostrando todas sus limitaciones con visiones seguramente más centralistas y retrógradas que las estatales en muchos campos socioeconómicos: la política española ha adolecido de muchos males, pero no está nada claro que la catalana haya ofrecido garantías, y menos en este momento de descrédito generalizado, para hacer las cosas mejor. Los desarrollos excelentes que tiene Cataluña, por ejemplo, en empresas industriales y modernas, en sanidad o en zonas de la investigación y las universidades, son mérito de la sociedad catalana, me parece no tanto de sus políticos, que muchas veces han remado en contra. Sobre el agravio en las balanzas fiscales hay trabajos recientes mostrando que España no ha robado a Cataluña y que el agravio no es tanto como se dice, aunque es verdad que Cataluña es un contribuyente fiscal neto (da más que recibe). Por último, sobre la viabilidad de Cataluña fuera de España y de la Unión Europea, lo que está pasando con la fuga de bancos y empresas habla por sí mismo. Hoy por hoy Cataluña no es viable fuera de España y de la Unión Europea.

Lo que sí me parece bastante evidente es que el territorio catalán, como parte de España, ha tenido una gran prosperidad y beneficio precisamente por haber formado parte de una historia común de 500 años. La práctica total del pensamiento económico ha demostrado desde sus orígenes las bondades de la integración económica y el comercio. Cataluña se ha beneficiado de su integración con el resto de España y el resto de España se ha beneficiado con tener a Cataluña como motor clave en su desarrollo. No conozco ningún trabajo serio que pueda negar esto. Otra cuestión es discutir sobre quién se ha beneficiado y se beneficia más con esa integración. Como cuando en la Unión Europea se plantea si se han beneficiado más los países más ricos o los más pobres (y hay evidencias contradictorias al respecto de la convergencia dentro de Europa) o sobre si las políticas de los gobiernos centrales tienen un trato justo o no con Cataluña. Pero el beneficio mutuo existe y eso no se puede dudar.

Por otra parte, que las políticas, en las áreas y países integrados, busquen un transvase de fondos, a través de políticas fiscales y de gasto público, de los más ricos a los más pobres, por ejemplo, de Madrid y Cataluña a Extremadura y Andalucía en el caso de España, es algo que se ha hecho siempre en todos los países del mundo y en las áreas económicas como la Unión Europea. Por solidaridad y porque el desarrollo de los más pobres también termina beneficiando, y mucho, a los más ricos, que acaban vendiendo sus productos a esas zonas más pobres que crecen. Alemania no opuso objeciones excesivas a los fondos estructurales que ayudaron a España a construir sus infraestructuras hace años. Era lo natural. Era lo que convenía a todos, también a los alemanes. El “España nos roba” oculta la realidad del “España nos produce y alimenta”, comprando gran cantidad de productos catalanes, muchos con fuerza de trabajo andaluza y de otras partes de España, que tan importante ha sido para el desarrollo industrial catalán.

Hablar de “agravio” sólo tiene sentido propiamente si se compara el tratamiento fiscal del Estado y la inversión en Cataluña con la de otras comunidades también ricas. Si se compara, muy en particular, el cupo vasco con la balanza fiscal en Cataluña y la cartera de inversiones estatales en Cataluña. Viendo el detalle de estas cifras sí es posible identificar ciertos “agravios” que, en el caso de la comparación con el cupo vasco, nacen de las consideraciones histórico-políticas que se hicieron en el momento de elaborar la Carta Magna, agravios que tienen en todo caso un carácter muy menor frente a todo lo que Cataluña se beneficia del resto de España (y hay que recordar que lo excepcional fiscalmente en España no es la situación de Cataluña, sino la situación de los cupos). Por otra parte, seguramente tras esta profunda crisis política, el sistema fiscal y los planes de inversiones se revisarán en alguna medida. Pero sorprende que algunos sectores y economistas catalanes, que tienen a gala ser progresistas y hablan de solidaridad y de atención a los más necesitados, sin embargo, sean tan celosos de agravios que han beneficiado, por ejemplo, a los necesitados extremeños y andaluces, que a su vez tanto han aportado y aportan a Cataluña.

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