El desafío de la inmigración (I)

España · PaginasDigital
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11 marzo 2014
Frente a la inmigración suele haber dos posturas ampliamente extendidas. Una podríamos definirla como racista y otra corriente integradora que podríamos calificar de buenista. En la primera se ve el fenómeno como algo que produce inseguridad y contrario a los intereses nacionales. Esta olvida que es un fenómeno que ha existido en toda la historia de la humanidad, si bien es cierto que lo novedoso es la extensión en la que ocurre actualmente, es una postura con poca apertura de miras y que podríamos denominar como egoísta al no tener en cuenta la dignidad de la persona humana que se encuentra en una situación de especial indefensión. La segunda, muy extendida entre personas a las que no les afecta el problema de cerca, o bien por personas de buena voluntad que pecan de ingenuidad, está denominada por un relativismo cultural. En ella se censuran ciertos desafíos que la inmigración, sobre todo cuando se produce de modo irregular y desordenado, efectivamente produce. Lo cierto es que este fenómeno de mestizaje cultural es imparable.

Frente a la inmigración suele haber dos posturas ampliamente extendidas. Una podríamos definirla como racista y otra corriente integradora que podríamos calificar de buenista. En la primera se ve el fenómeno como algo que produce inseguridad y contrario a los intereses nacionales. Esta olvida que es un fenómeno que ha existido en toda la historia de la humanidad, si bien es cierto que lo novedoso es la extensión en la que ocurre actualmente, es una postura con poca apertura de miras y que podríamos denominar como egoísta al no tener en cuenta la dignidad de la persona humana que se encuentra en una situación de especial indefensión. La segunda, muy extendida entre personas a las que no les afecta el problema de cerca, o bien por personas de buena voluntad que pecan de ingenuidad, está denominada por un relativismo cultural. En ella se censuran ciertos desafíos que la inmigración, sobre todo cuando se produce de modo irregular y desordenado, efectivamente produce. Lo cierto es que este fenómeno de mestizaje cultural es imparable.

En un contexto de bajada drástica de la natalidad en Europa la inmigración ha venido a compensar en parte este fenómeno. Por otro lado, los flujos migratorios favorecen el intercambio cultural que siempre es fuente de riqueza y de encuentro como ha sucedido siempre en la historia. Pero para que esto efectivamente suceda así y no se desarrolle de un modo contraproducente y acabe convirtiéndose en un choque de civilizaciones es necesario ser consciente de la propia identidad. La palabra identidad no entendida como exclusivista. Europa hace tiempo que ha renegado de su tradición eso complica que se pueda mostrar una hipótesis cultural al que viene de otro sitio. Al final se impone la mentalidad de que todas las culturas son iguales. Por lo que no puedo aprender que de bueno y bello tiene que ofrecerme el extranjero y que de bueno y bello tengo que ofrecerle yo.

Benedicto XVI nos ofrece un marco posible de encuentro con el otro valido para todos “La vida de cada ser humano es sagrada, tanto para los cristianos como para los musulmanes. Tenemos un gran campo de acción en el que sentirnos unidos al servicio de los valores morales fundamentales. La dignidad de la persona y la defensa de los derechos que de tal dignidad se derivan deben ser el objeto de todo proyecto social y de todo esfuerzo de llevarlo a cabo” […] “Solo se puede encontrar una base de avenencia reconociendo la centralidad de la persona, superando eventuales contraposiciones culturales y neutralizando la fuerza destructora de las ideologías”

¿Cuál es el camino para una integración verdadera? El Cardenal Angelo Scola indica una respuesta sorpresiva y provocadora al señalar que el camino adecuado y posible es el testimonio. La propia identidad, expresada en el testimonio, es precisamente la que hace posible el encuentro con el otro.

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