Monedas que duelen

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24 febrero 2014
Leyendo el mensaje del papa Francisco para esta Cuaresma, me topé con una frase que ha servido para muchos titulares en páginas web :  “Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele”.  

Leyendo el mensaje del papa Francisco para esta Cuaresma, me topé con una frase que ha servido para muchos titulares en páginas web :  “Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele”.  Una afirmación que interpela fuertemente a la conciencia y que merece ser meditada.

Al repasarla, me dije : “Esta frase me suena” . Mi cerebro, tardó un poco en localizar el archivo donde se hallaba la semejanza. ¡Eureka! Madre Teresa de Calcuta hablando del amor , nos dejó una hermosísima recomendación : “Hay que dar hasta que duela”.

¿Cuál es la marca del cristiano? Nadie dudaría en la respuesta. Todos lo tenemos muy claro : ¡La Cruz! Pero algunos ,se quedan en el recordatorio del madero donde Jesús murió. El mensaje de la Cruz, es el del amor, el amor supremo. Amar, para el que sigue a Cristo, conlleva no sólo mirar y coger la cruz por donde entran los clavos, sino también por donde salen, entonces es cuando se puede decir : “Duele” . Todos los que día a día lo intentamos, sabemos que es verdad.

Pero el post de hoy, ha sido motivado, por la experiencia personal,  donde las palabras del papa, encajaron. Me asombra cada vez más, lo poco generosos que somos, en nuestra limosna semanal,  en la colecta de la misa. Hablando en general, siempre se corre el riesgo de meter a todos en el mismo saco. Como suele  decir el papa Francisco con gran acierto : “Hago la pregunta, que cada uno se conteste en silencio” . ´¿Cómo es mi limosna?´

A veces me “molesta” la forma en que se deposita en la cesta, nuestra aportación. Nos miramos los bolsillos, como si nos sorprendiera el instante, que se nos pide colaborar al sustento de la parroquia en su lista de gastos. Sacamos la calderilla, y la removemos para elegir la moneda que irá a parar al cestillo. Que queréis que os diga… Que a estas alturas, aún pensemos, que la calefacción en invierno, el aire acondicionado del verano, las luces encendidas, la limpieza del templo, el gasto de velas, el material para catequesis, el arreglo de las vestiduras  y objetos sagrados, las formas y el vino para consagrar, los tiene que pagar el párroco, que en la mayoría de los casos ni es mileurista es vivir en los mundos de Yupi.

Pero además de todas esas necesidades, la parroquia poniendo en práctica el mensaje evangélico, busca ayudar a los más desamparados, aquellos que lo pasan mal,  a los que les falta el sustento para vivir dignamente. Y hay tantos lugares para atender, que al final, lo destinado para gastos del templo, acaba ocupando el último lugar. Y me consta que en muchos casos, es el propio párroco quien recurre a su pequeña nómina para acudir en su ayuda.

Me entristeció, cuando este domingo, el sacerdote ofreció las cifras de una colecta dominical, para socorrer una situación de emergencia familiar, en un barrio entero de familias pobres. Todos sabemos los estragos que esta crisis económica, está haciendo en las personas, conociendo  un estado de miseria, impensable hace años. Pues bien, lo recogido durante toda la semana apenas alcanzó los mil euros.  

En ocasiones, comentamos, que no damos dinero a los que piden por la calle, porque la picaresca se ha instalado en ellos, que es mejor donarlo a las asociaciones de confianza, o en las parroquias, y cuando  llega el momento de hacerlo , regateamos  nuestra donación. Por eso el evangelio de la pobre viuda, ofreciendo su limosna en el templo, toca fuertemente nuestras conciencias. A ella, sí le dolió la limosna, porque entregó, lo que también necesitaba.

No es la primera vez, ni creo que sea la última ,que escribo sobre este asunto, pero es que me quema por dentro, cuando en la puerta de la iglesia, a la salida de misa, ya se está organizando ir al bar a tomar unas tapas y una buena cerveza.

Cuantas veces mi donativo se ha convertido en  una obligación en lugar de un acto de caridad. Últimamente he encontrado un recurso útil ; un mini examen que dura segundos, pero suficiente para,   recordar los últimos gastos superfluos que he tenido. Me he gastado X euros en una revista, he ido al cine y lo he acompañado de palomitas y refresco, he tomado un par de cervezas con amigos a los que además he invitado,  no me he resistido al café de la mañana con una pastita para acompañarlo…, la lista es fácil de ampliar.

Os propongo que durante un par de días, nos concentremos, en todo lo innecesario de la jornada, y  cuando se nos invite a participar en la colecta dominical, pensemos en ello. Llegado el momento  de disponer nuestra aportación, podría resonar en nosotros, las palabras del papa : ´Desconfío de  la limosna que no cuesta y no duele´ . Y aquellas otras de Madre Teresa : ´Hay que dar hasta que duela´

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