Editorial

El gran interrogante egipcio

España · PaginasDigital
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3 octubre 2013
El Cairo en el que Mohamed Mursi ha tomado posesión es una ciudad bajo el fuego. A finales de junio, las noches cortas de la capital egipcia elevan las temperaturas hasta los 50 grados centígrados. El calor aumenta aún más la sensación de caos en el tráfico, de ruido. Parece que los 18 millones de cairotas se han multiplicado. Muy pocas horas después de la puesta de sol, vuelve a sonar la llamada a la oración del amanecer de los muecines: Alá es grande. Esa es la expresión con la que Mursi ha iniciado este fin de semana el discurso más importante de su toma de posesión.

Los actos con los que ha iniciado su presidencia no despejan todos los interrogantes que suscita el sucesor de Mubarak. ¿Qué futuro le espera a Egipto con un miembro de los Hermanos Musulmanes al frente de la primera magistratura del Estado? La respuesta es decisiva pero es pronto para poder formularla. Lo que suceda en Egipto, el país más poblado de Oriente Próximo, en el que se han generado las grandes tendencias ideológicas del mundo árabe, es decisivo para el futuro de la región. ¿Los Hermanos Musulmanes representan un islamismo moderado que puede servir de freno a la amenaza salafista? Los Hermanos Musulmanes no van a desarrollar una democracia de corte occidental. ¿Pero estarán dispuestos a tutelar y respetar realmente la libertad de la gran minoría cristiana? La libertad de los coptos se ha convertido en el gran termómetro que mide qué está pasando en Egipto. La masacre de octubre de 2011 en el barrio de Maspero, en El Cairo, en la que murieron una treintena de coptos y en la que estaban implicados los militares, destruyó el espejismo de que el Ejército podría servir como elemento de contención frente a la persecución de los cristianos.

Mursi ha hecho gestos para intentar tranquilizar a la comunidad cristiana. Se ha reunido con los obispos y les ha prometido el respeto de los poderes del Estado. Ha hablado también de integrar en su gobierno a un cristiano. Pero los mensajes de las primeras horas son confusos. Mursi, antes de jurar, ante el Tribunal Constitucional, lo quiso hacer ante sus seguidores reunidos en la plaza Tharir donde estaban reunidos los Hermanos Musulmanes. Puede ser un claro signo de que no va a ser el presidente de todos los egipcios, por más que eso es lo que haya asegurado en otros discursos. Otra señal inquietante es que haya prometido trabajar por la liberación de Omar Absul Rahman, considerado el inspirador del primer atentado de las Torres Gemelas de 1993.

Hay que esperar a los hechos. Hay que ver si la seguridad de los coptos se garantiza de verdad, si disminuyen las bodas forzadas, si baja la inmigración cristiana, si se permite la reconstrucción de las iglesias. El peor escenario sería el de un pacto entre los Hermanos Musulmanes y el Ejército. Y hay indicios de que algo así se puede haber producido. De hecho Mursi ha aceptado una limitación de sus facultades y no hace de momento mucha sangre con la disolución del parlamento decretada por los militares. En cualquier caso la libertad de la minoría cristiana se ha convertido en una cuestión decisiva. La influencia de un cristianismo ahistórico, de corte estadounidense, tiende a minusvalorar el valor de la presencia de los cristianos en Oriente Próximo. Esa presencia es decisiva no solo para que la fe reconozca que tiene su origen y su desarrollo en un acontecimiento histórico sino, como se ve, para el destino de los pueblos.

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