La libertad no es una amenaza
De la Vega se envolvió en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional. Pero se cuidó mucho de citar alguna sentencia en concreto para enfrentar, como hizo, la libertad religiosa a los derechos humanos. Es el fondo ideológico que anima la reforma religiosa del Gobierno. El viejo pensamiento que desde el XVII y el XVIII ha entendido la fe como una amenaza: cuanto más abstractos y más desvinculados de cualquier tradición religiosa estén los derechos humanos, mejor. Pero si se trata de tutelarlos, no hace falta un cambio de la Ley Orgánica 7/1980, de 5 de julio, porque en su artículo 3 ya deja muy claro que la libertad se ejercerá con el límite de esos derechos. La jurisprudencia que no quiso concretar De la Vega en realidad no abona sus tesis.
No es, de hecho, nada pacífica en cuestiones como la vida. Hay numerosos fallos en los que se asegura que la decisión de negarse a recibir tratamiento médico no puede estar amparada en la libertad religiosa. Y sin embargo la sentencia 154/2002 de 18 de julio por el caso de unos testigos de Jehová que se niegan a que su hijo reciba una transfusión ampara a los recurrentes. En realidad, el objetivo no es regular estos casos de "perplejidad" sino, como la propia De la Vega anunció, limitar las expresiones religiosas en los ámbitos públicos. Podríamos ante una situación como la que describía Benedicto XVI en su intervención en la Asamblea de Naciones Unidas: "nunca debería ser necesario renegar de Dios para poder gozar de los propios derechos. Los derechos asociados con la religión necesitan protección sobre todo si se los considera en conflicto con la ideología secular predominante".
El debate sobre esta materia está muy abierto en los dos congresos, en el que celebra el PSOE en julio y en el que celebra este fin de semana el PP. Entre los socialistas el grupo liderado por Álvaro Cuesta, autor del manifiesto en el que se decía que los "fundamentalismos monoteístas o religiosos siembran fronteras entre los ciudadanos", ha planteado un conjunto de enmiendas con un tono propio de la época del terror francés o de los momentos más oscuros de la II República. Pero el trabajo de Cuesta, en un PSOE donde la corriente de cristianos socialistas del ahora diputado Carlos Martínez de Gorriarán ha quedado marginada, es funcional a los propósitos de Zapatero. Cuanto más ruido en el partido, más aparentemente legitimado estará el Ejecutivo para sus propósitos laicistas.
Por eso tiene especial importancia que haya sido admitida la enmienda que presentaron, entre otros, Vidal Quadras y Eugenio Nasarre a la ponencia política del Congreso del PP. La enmienda es conocida por defender una reforma de la Constitución, pactada entre el PSOE y el PP, para hacer frente a la ofensiva nacionalista. Pero hay otros aspectos decisivos, como la inclusión del término subsidiariedad para definir las relaciones entre el Estado y la sociedad, la reflexión sobre el origen de la nación española y una valoración de la aportación que hace la tradición cristiana que no han sido habituales en los textos programáticos del centro-derecha español. Es decisivo que se hable, como hace el texto, de la libertad religiosa como fuente de pluralismo democrático. Sobre todo porque en Génova soplan los mismos vientos de laicismo que en Ferraz. Hay maximalistas que argumentan que todo da igual: la deriva secularista del PP de Rajoy no tendría solución y, en el fondo, Vidal Quadras y Nasarre estarían proporcionado una coartada. Se verá con el tiempo su eficacia. Dependerá de quien sigue defendiendo que el principal partido de la oposición sea un cauce auténticamente plural. En cualquier caso, echarse al monte en política no suele servir para nada. Lo que quede reflejado en los textos no es garantía de nada en un futuro pero puede servir para seguir trabajando.
En cualquier caso, el trabajo que tienen los creyentes por delante, que no va a realizar ningún partido político por ellos, pasa por una defensa de la libertad religiosa jurídica, pero sobre todo cultural y social. Se trata de mostrar con la experiencia y el testimonio que el ejercicio de la libertad religiosa, en un contexto de pluralidad, lejos de ser un límite para los derechos humanos, contribuye a su desarrollo. Una posición que esté sólo "a la contra" es funcional al poder. Más que nunca es necesaria la creatividad que responde con hechos al avance de la ideología. Este enfoque "positivo" es que el Papa utilizó en Naciones Unidas. Primero señaló que en "el tema de los derechos (…) confiar de manera exclusiva en cada Estado (…) puede tener a veces consecuencias que excluyen la posibilidad de un orden social respetuoso de la dignidad la persona". Y después indicó la tarea: "una visión de la vida enraizada firmemente en la dimensión religiosa puede ayudar a conseguir dichos fines, puesto que el reconocimiento del valor trascendente de todo hombre y toda mujer favorece la conversión del corazón, que lleva al compromiso de resistir a la violencia, al terrorismo y a la guerra, y de promover la justicia y la paz". Es la visibilidad de una contribución efectiva a la democracia, a través de obras, la que rompe el cerco de los que tienen miedo a la libertad.