El Gran Rabino de Francia apuesta por la diferencia
Si el ensayo del Gran Rabino de Francia, Gilles Bernheim, ///http://www.grandrabbindefrance.com/mariage-homosexuel-homoparentalit%C3%A9-et-adoption-ce-que-l%E2%80%99-oublie-souvent-de-dire-essai-de-gilles-bern///"Mariage homosexuel, homoparentalité et adoption: ce que l'on oublie souvent"/// (Matrimonio homosexual, paternidad homosexual y adopción: lo que se suele olvidar) abordara el matrimonio homosexual según los principios de la ley hebrea, no habría tenido el alcance ni el eco que sin embargo ha alcanzado.
Como aclara en la introducción del ensayo, el autor no hace referencia alguna a las prohibiciones contenidas en el Levítico y se refiere sobre todo a la idea general que la Biblia ofrece con respecto a la problemática del "género" y las valoraciones morales que implica.
Conforme a la idea -expresada en una entrevista publicada en el periódico católico francés ///http://www.la-croix.com/Religion/Spiritualite/Gilles-Bernheim-Nous-avons-perdu-la-comprehension-de-ce-qu-est-le-sens-moral-_NG_-2013-01-04-895199///La Croix/// el 4 de enero de 2013- de que en nuestra época, y también en el ámbito de las religiones monoteístas, se está perdiendo el sentido de lo que es la moral -confundida demasiado a menudo con una ética que se ha convertido en un conjunto de normas prácticas fruto de negociaciones entre distintos puntos de vista-, avanza en busca de los principios morales que deben guiarnos a la hora de juzgar y que deben estar en consonancia con una visión humanista según la cual el hombre no es un mero objeto de la tecnociencia ni tampoco un agente movido tan solo por el intento de optimizar su propio bienestar. Las religiones monoteístas -el judaísmo y el cristianismo en particular- han tenido la extraordinaria función histórica de poner en el centro de la vida la consideración de la esfera moral, al concebir al hombre como un "fin en sí mismo", como decía Immanuel Kant y como repetía Karl Popper, subrayando que el hombre es algo profundamente distinto de una máquina.
Por tanto, es asumiendo este punto de vista "moral" como el rabino Bernheim afronta el problema del matrimonio homosexual según una perspectiva que es válida para todos, y no solo para los creyentes. Pietro Barcellona ha declarado en un artículo publicado en ///http://www.ilsussidiario.net/News/Cultura/2012/10/4/DIBATTITO-Barcellona-aborto-e-gay-il-sogno-di-Vendola-fa-male-alla-ragione-laica-/326128///Il Sussidario/// el 19 de enero de 2013: "Yo, no creyente, os digo que la adopción homosexual es contraria a la razón y a la civilización".
Por tanto, el escrito del rabino Bernheim ofrece argumentos que no es necesario ser creyente para aceptarlos. Al mismo tiempo, ha mostrado de manera brillante cómo un punto de vista religioso -amplio, atento a los procesos culturales y no meramente confesional- tiene mucho que decir y puede proponer profundas reflexiones a cualquiera.
El rabino Bernheim no se limita por tanto a los aspectos exteriores de la cuestión del matrimonio homosexual ni a analizar particularmente las argumentaciones "políticamente correctas" que quieren presentar la introducción de esta institución como un momento general en una batalla por la democracia y la igualdad. Él ha identificado en la teoría del "género" la punta de lanza de una batalla ideológica orientada a destruir lo que se ha dado en llamar la "esencia" de la cultura occidental.
Según una de las líderes más relevantes de esta ideología post-moderna, ///http://www.egs.edu/faculty/donna-haraway/biography///Donna Haraway///, la cultura occidental siempre se ha basado en estructuras binarias, como hombre/mujer, natural/superficial, cuerpo/mente, y sobre ellas habría construido las asimetrías con las que justificar las prácticas de dominio sobre las mujeres, los animales, las personas de color, la naturaleza. Al contrario, estas diferencias serían meras construcciones culturales perfectamente superables con la ayuda de la tecnología, que constituye un instrumento de "liberación" de las prácticas de dominio y opresión. Meramente cultural sería por tanto la diferencia entre hombre y mujer, de ahí el carácter puramente convencional y no esencial del matrimonio tradicional.
Lo extraño de este caso es que-como bien ha explicado el rabino Bernheim- todo esto tiene muy poco que ver con el respeto a los homosexuales, con la lucha contra la homofobia, con la democracia y la tolerancia, por no hablar del respeto a la "diferencia". De hecho, son precisamente las "diferencias" lo que se quiere abolir. Para defender los derechos de los homosexuales bastaría un serie de procedimientos legislativos, mientras que la obstinación por atrincherarse en el fuerte del "matrimonio" y demoler cualquier palabra relacionada (como "padre" y "madre") indica otros objetivos bien distintos. Hasta el punto de que varias voces del ámbito de los movimientos gay se han alzado para preguntar qué tiene que ver la defensa de los homosexuales y sus derechos en la sociedad (que se podrían garantizar con la legitimación de una diferencia considerada antiguamente como un pecado o una fealdad que había que eliminar del rostro de la sociedad) con la batalla por el matrimonio.