El médico te pone enfermo
En España se produjo, junto a la burbujainmobiliaria, una auténtica burbuja sanitaria. Entre 2002 y 2009 el gastosanitario aumentó un 40 por ciento y ha llegado a representar un 10 por cientodel PIB. Cuando se acabe la crisis, en el mejor de los mundos futuros, no habráimpuestos que generen ingresos suficientes como para que las cuentas de lasanidad estén equilibradas. La deuda asciende ya a 15.000 millones de euros.
Una parte importante de ese gastosanitario es el gasto en medicamentos. Hasta el pasado mes de junio en Españalos pensionistas no pagaban por sus recetas y las personas con trabajo pagabanun 40 por ciento. Desde el verano el Gobierno de Rajoy cobra a los pensionistasun 10 por ciento de las medicinas y, a los demás, según su renta. TantoCataluña como Madrid han querido imponer un co-pago complementario de un euromás por receta. Rajoy estima que los dos gobiernos regionales no tienencompetencias para tomar esa medida y por eso los ha llevado al TribunalConstitucional.
¿Por qué tanta pasión política en torno aleuro por receta? España es el segundo país del mundo donde más medicamentos seconsumen. Los españoles gastan en fármacos, que se pagan en gran parte con eldinero público, un 40 por ciento más que la media del resto de los europeos. Sonestas cifras las que hacen del gasto en medicinas un ejemplo ilustrativo de lacrisis del Estado del Bienestar. El usuario del sistema sanitario consumemuchas más medicinas de las que necesita, con la complicidad de los médicos,porque su sentido de la responsabilidad se ha disuelto. La prestación anónimacrea una necesidad falsa. El de las medicinas es un caso patológico pero haymuchos otros ámbitos donde de forma más sutil sucede lo mismo.
Hay cosas que hay que empezar a decidiraunque no gusten. Son habituales en el debate de los países anglosajones dondenació el modelo. Un cierto desarrollo del Estado del Bienestar, lejos deaumentar la responsabilidad ciudadana, ha contribuido a destruirla y hadebilitado, además, las redes que daban vida a la sociedad civil y que haríanmenos costosa una vida buena.
El Estado del Bienestar responde a modelosde organización del trabajo tayloristas, propios de una época industrial que engran medida ha desaparecido. Pretende una universalidad que a menudo soloconsigue ser formal. Y en muchos casos no es realmente igualitario porqueconfunde la igualdad de oportunidades con la igualdad de resultados. Los ricosle suelen sacar mucho más jugo que los pobres. En una sociedad postmoderna, lafuerte segmentación exige precisar con mucha más finura quiénes son los queestán necesitados de servicios y cómo se pueden prestar. Es un debate que, paraser fecundo, tiene que perder connotaciones ideológicas.
El reconocimiento de que el Estado hafracasado debe estar acompañado también de la constatación de que al mercado leha sucedido lo mismo. Una de las grandes aportaciones de Phillipe Blond, uno delos inspiradores de las políticas luego fallidas de Cameron, es haber señaladoel desastre provocado por el Gran Mercado que sustituyó al Gran Estado, tras laépoca de Tatcher en el Reino Unido. Sólo sirvió para aumentar los oligopolios.La advertencia de Blond cobra actualidad en España y en Madrid porque uno delas fórmulas que se van a utilizar para ahorrar costes es entregar la gestiónprivada de 6 hospitales a varias empresas. Puede aumentar la subsidiaridad, elprotagonismo de la sociedad, o debilitarla.
La alternativa al fracaso del Gran Estado esuna privatización de la responsabilidad ciudadana que fortalezca lo público,que sirva para reforzar el tejido social. Estamos hablando de la transición delEstado del Bienestar a la Sociedad del Bienestar.