¿Quién quiere un estallido social?

No por miedo sino por agradecimiento

España · Fernando de Haro
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3 enero 2013
No es el miedo. El miedo no es fecundo,solo engendra monstruos. Vicente Verdú tiene sensibilidad para identificar elmomento social. Suele deshacer de esos esquemas que tan previsibles hacen amuchos analistas. Y ha vuelto a captar en su columna de comienzo de año en ElPaís (///http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/01/02/actualidad/1357152272_265220.html///Lafecundidad del miedo///) algunos de los rasgos que mejor definen el momento.Pero se ha dejado dominar por el fastidio, por un poso ideológico que le impidereconocer el origen de lo que ha denominado la "multicaridad". 

Verdú asegura que lo que sufrimos no es"una crisis financiera, ni económica, ni de Bretton Woods o de toda suparentela liberal. Esto es la crisis de la vida social y personal". Y con ellahan vuelto cuatro cosas: el sentido de comunidad, el cuestionamiento de laautoridad, lo que él denomina el relato de Dios (silente) y un tema que eratabú desde hace 200 años, la muerte. Asegura el que fue jefe de opinión deldiario de Prisa que "solo en las guerras o las inmediatas posguerras se haconocido un efecto parecido al que ahora cunde por toda España o Grecia,Irlanda o Portugal".

Aunque el sociólogo da las gracias a Diospor este fortalecimiento de los vínculos sociales se le ve sorprendido de queno se haya producido un estallido y algo incómodo "por el cambio de sociedad enel que la penuria va carcomiendo el tejido conjuntivo de lacolectividad. En adelante, pues, no habrá ya ciudad ni colectividad sino, comose va viendo, comunidad". ¿Acaso la ciudad no es comunidad? Su molestia crececuando señala que hay programas de radio en los que se establece "unacomunicación entre lo sobrante y la necesidad". ¿Perdura el sueño de unajusticia social -siempre deseable- que haga innecesaria la caridad?

Vicente no acierta al señalar el origen deese incremento del sentido de comunidad. Como él mismo señala en su libro ///http://goo.gl/2XRx5///Laausencia///, las "utopías están evaporadas". Y en ese contexto es más fácilque la primera pulsión ante el drama y el sufrimiento, la de compartir lanecesidad del otro, aparezca con más fuerza. Los sistemas de pensamiento delsiglo XX siempre tenían una justificación para explicar al pobre como unacategoría y no como alguien real. La necesidad siempre naufragaba ante eldiscurso. No es el miedo a lo que te pueda pasar lo primero que te impulsa aayudar sino la com-pasión que en otras décadas estuvo mal considerada en nombrede las abstracciones. Y reconozcámoslo, también una cultura cristiana, que si amuchos no les permite reconocer a Dios como un Tú que se ha encarnado sí leslleva a la generosidad.

Lleva razón Verdú cuando dice que vuelveDios y que muchos, en medio de la calamidad, identifican esta palabra con "unjuez económico supremo y emperador del mundo que habría desencadenado su iracontra este delito (la avaricia) que, en su extremo, no sería sino una directaprofanación del espejo divino. El espejo o la luna del dormitorio donde habita,día y noche, la silente figura de Dios". Estos días el Petit Palais deParís acoge la exposición titulada ///http://www.petitpalais.paris.fr/fr/expositions/dieux-modes-d%E2%80%99emploi///Dios,modos de empleo///. En este momento bajo la palabra Dios hay muchasconcepciones de la divinidad que tienen poco que ver con la experienciacristiana. Y aun dentro del cristianismo la idea de que Dios es, sobre todo, lafuente de un criterio moral está muy presente. No es su ira la que ha provocadoesta crisis. El Dios que se ha hecho elocuente, precisamente a través de lacaridad, no quiere el sacrificio de lo que Verdú llama "larvas reptantesapegadas al suelo como al borde empedernido de la sepultura". Es un Dios querecoge, acompaña y sostiene al hombre herido. 

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