Israel y Palestina, la paz posible
Para romper la tregua, Benjamin Netanyahu no ha dudado enapuntar alto, al ordenar el asesinato del comandante militar de Hamás, AhmedSaid Khalil al-Jabari, en Gaza. Una orden que se ha obedecido eficazmente. Esfácil imaginar que antes de tomar una decisión así, Netanyahu habrá valoradotodos los pros y contras, y entre estos últimos las posibles reacciones delmundo árabe. Y si ha tomado la decisión que ha tomado, significa que consideraque tales posibles reacciones serían soportables. Lo cual es probablementecierto a corto plazo, pero habrá que ver si sigue siendo cierto más adelante.Hamás ya no es la realidad sustancialmente asilada que era en tiempos delEgipto de Mubarak.
Hoy en El Cairo gobierna Mursi, que representa la historia yla cultura de los Hermanos Musulmanes, una historia y una cultura en la queHamás también hunde sus raíces. No es casual que Mursi hay tomado de manerainmediata dos decisiones impensables en la época de Mubarak: por un lado, hallamado a su embajador en Israel y ha convocado al embajador israelí en ElCairo; y por otro ha enviado de visita a Gaza a su primer ministro HishamQandil, haciendo entre otras cosas imposible, o al menos muy difícil (aunquesea durante el tiempo de la visita), posteriores ataques aéreos israelíes sobreel territorio.
Entretanto, se ha reanudado el lanzamiento de proyectiles "artesanales"desde Gaza sobre Israel, uno de los cuales ha causado una masacre familiar alcaer sobre una vivienda, y otro ha caído en el mar, cerca de Tel Aviv, sincausar víctimas pero causando un temor considerable. De hecho, hasta el momentola gran ciudad israelí parecía estar fuera del alcance de los ataques. Los quelanzan estos proyectiles son enemigos de Israel sin ser objetivamente amigosdel pueblo palestino. Se trata de armas que, como ha quedado patente, puedencausar dolor y muerte, aunque no tengan ningún criterio miliar. Y que terminanjustificando reacciones israelíes que inevitablemente son mayores y mássangrientas. Hamás niega ser el responsable, pero incluso si así fuera, esosería peor. Sería signo de que Hamás no puede controlar eficazmente elterritorio que pretende dominar.
Más allá de esta crónica de guerra -que con sus idas yvenidas dura ya décadas y podría prolongarse sine die, dejando tras de sí unsendero de lágrimas y sangre en ambas partes- es necesario no dejar depreguntarse qué podemos hacer para dar realmente un giro a esta situación. Larespuesta no es fácil, pero existe. Se trata de dejar por fin atrás unapolítica para Oriente Próximo y Medio basada de forma estéril en los equilibriosmilitares y apuntar sin embargo a los grandes proyectos de desarrollocompartido, gracias a los cuales la paz no sólo se hace deseable, sino tambiénconveniente para todos los implicados.