Breves puntualizaciones
1ª.- Los pactos que a lo largo de la historia han ido configurando las distintas formas políticas de nuestro Estado se han basado siempre, para ser duraderas, en una voluntad de diálogo basada en un deseo compartido de hallar una verdad común. Así, tenemos los ejemplos de la Restauración o de la Transición. Cuando ese deseo no era compartido por una de las partes, el resultado ha sido catastrófico (véanse ambas Repúblicas, sobre todo el caso de la Primera). Ese deseo se percibe claramente en los dos partidos mayoritarios (con mayor o menor intensidad, pero está ahí), pero en el particular caso de CiU brilla completamente por su ausencia.
2ª.- Me escandaliza profundamente que se apele al diálogo cuando alguien se está saltando a la torera la legalidad vigente. Lejos de mí defender esencialismos (evidentemente la unidad de España no es un dogma de fe ni una realidad de carácter metafísico -tal y como la concebían los falangistas-), pero el ordenamiento jurídico vigente no es algo que pueda ponerse en cuestión cada ´x´ años a causa de la pura subjetividad de parte de la sociedad. La Constitución no es inmutable, pero tiene un valor objetivo que trasciende los deseos particulares.
3ª.- Por último, una hipotética reforma de la Constitución no se iba a quedar ahí. Como decía Julián Marías, ´es de necios tratar de contentar a quien nunca va a sentirse satisfecho´. Creo firmemente que el desafío nacionalista no se puede solucionar con una solución de corte fascista o apelando únicamente a la legalidad vigente (hay un reto cultural y religioso que es el verdaderamente urgente), pero creo también que -para empezar a hablar- sí que podemos exigir al Gobierno un poco de firmeza a la hora de defender nuestras instituciones.