Mumford&Sons vuelven con preguntas

Cultura · Enrique Chuvieco
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4 octubre 2012
Trepidante y sublime técnicamente es el manejo del banjo de Winston Marshall, quien da, junto con Marcus Mumford, ese acento de folk duro de Nashville de los Mumford&sons. Vuelven con Babel a fascinar con sus cambios de ritmos, sus baladas agitadas y su fuerza tras su primer espléndido Sign no more en 2007.

Encumbrados en las listas de Gran Bretaña, arrasan con sus más de 600.000 copias vendidas. Han despertado algo cercano a la añoranza de significado con sus letras abiertas al Misterio. No en vano, los gurús de la cultura moderna les "acusan" de ser un grupo religioso. Se revuelven para no dejarse encasillar y califican este trabajo de "más social que religioso, al borde de lo filosófico. No es una declaración de fe. No nos sentimos evangelistas ni nada de eso", declara Marcus Mumford. Pero no cabe duda de sus recurrentes inquietudes por conocer, lo que lleva al vocalista a decir que "la espiritualidad es quizás la palabra con la que estamos más relacionados (…). Escribimos canciones que hacen preguntas. A veces es la mejor manera de encontrar respuestas".

¿Es esta necesidad de todos la que catapulta a lo alto al grupo londinense que va camino de reventar las ventas para el presente año? Es un indicio claro que camina a la par con su explosiva y entregada puesta en escena (hay quien dice que sus versiones directas de Babel superan a las de estudio) y la épica que imprimen en sus temas, más allá de lo liviano de cómo se presentan:una sección de cuerdas manejada por tres de sus componentes y los teclados de Ben Lovett. No hay percusión y esto dice también de la implicación del grupo para abordar grandes historiasque parecen ajenas a la mercadotecnia de la música pop actual y casi de siempre.

Recalan también en las historias del escritor norteamericano John Steinbeck para sacar material para sus letras y, especialmente, de Las uvas de la ira, en la que les resulta fácil subirse al remolque de la familia Joad en su búsqueda de trabajo por la Norteamérica de la Gran Depresión.

Cada uno de los 12 temas que componen este energético trabajo palpita a ritmo de aventuras. Pensemos Holland Road y su obsesión con hacerse pedazos contra el suelo; o en la tormenta de arena que se desata al final de HopelessWanderer. Épica, una palabra que desde ya podría definir el folk de Mumford&Sons. Épica de western, épica de sangre, de su propia sangre, como canta Marcus en BelowMyFeet, suplicando que alguien mantenga la Tierra bajo sus pies. Versionan casi al final a Simon&Garfunkel en el Boxer, convincente Marcus con su voz y un sentido punteo de acústica.

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