La idolatría de la nación

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12 septiembre 2012
La Conferencia Episcopal Española se hapronunciado sobre el nacionalismo y el valor de la unidad de España en dosdocumentos a lo largo de los últimos años: "Valoración moral del terrorismo" denoviembre de 2002 y "Orientaciones morales ante la situación de España" de2006. Algunos de sus afirmaciones cobran nueva actualidad estos días. 

"Los diversos pueblos que hoy constituyenel Estado español iniciaron ya un proceso cultural común, y comenzaron aencontrarse en una cierta comunidad de intereses e incluso de administracióncomo consecuencia de la romanización de nuestro territorio. Favorecido poraquella situación, el anuncio de la fe cristiana alcanzó muy pronto a toda laPenínsula, llegando a constituirse, sin demasiada dilación, en otro elementofundamental de acercamiento y cohesión. Esta unidad cultural básica de lospueblos de España, a pesar de las vicisitudes sufridas a lo largo de lahistoria, ha buscado también, de distintas maneras, su configuración política.Ninguna de las regiones actualmente existentes, más o menos diferentes, hubierasido posible tal como es ahora, sin esta antigua unidad espiritual y culturalde todos los pueblos de España.

La Iglesia reconoce, en principio, lalegitimidad de las posiciones nacionalistas que, sin recurrir a la violencia,por métodos democráticos, pretendan modificar la unidad política de España.

Pero enseña también que, en este caso,como en cualquier otro, las propuestas nacionalistas deben ser justificadas conreferencia al bien común de toda la población directa o indirectamenteafectada.

Todos tenemos que hacernos las siguientespreguntas. Si la coexistencia cultural y política, largamente prolongada, haproducido un entramado de múltiples relaciones familiares, profesionales,intelectuales, económicas, religiosas y políticas de todo género, ¿qué razonesactuales hay que justifiquen la ruptura de estos vínculos? Es un bienimportante poder ser simultáneamente ciudadano, en igualdad de derechos, encualquier territorio o en cualquier ciudad del actual Estado español. ¿Seríajusto reducir o suprimir estos bienes y derechos sin que pudiéramos opinar yexpresarnos todos los afectados?". (Orientaciones morales ante la situación deEspaña)

"Las naciones, aisladamente consideradas,no gozan de un derecho absoluto a decidir sobre su propio destino. Estaconcepción significaría, en el caso de las personas, un individualismoinsolidario. De modo análogo, resulta moralmente inaceptable que las nacionespretendan unilateralmente una configuración política de la propia realidad y,en concreto, la reclamación de la independencia en virtud de su sola voluntad.La "virtud" política de la solidaridad, o, si se quiere, la caridad social,exige a los pueblos la atención al bien común de la comunidad cultural ypolítica de la que forman parte. La Doctrina Social de la Iglesia reconoce underecho real y originario de autodeterminación política en el caso de unacolonización o de una invasión injusta, pero no en el de una secesión.

En consecuencia, no es moral cualquiermodo de propugnar la independencia de cualquier grupo y la creación de un nuevoEstado, y en esto la Iglesia siente la obligación de pronunciarse ante losfieles cristianos y los hombres de buena voluntad. Cuando la voluntad deindependencia se convierte en principio absoluto de la acción política y esimpuesta a toda costa y por cualquier medio, es equiparable a una idolatría dela propia nación que pervierte gravemente el orden moral y la vida social Talforma inmoderada de "culto" a la nación es un riesgo especialmente grave cuandose pierde el sentido cristiano de la vida y se alimenta una concepciónnihilista de la sociedad y de su articulación política. Por nacionalismo seentiende una determinada opción política que hace de la defensa y del desarrollode la identidad de una nación el eje de sus actividades. La Iglesia, madre ymaestra de todos los pueblos, acepta las opciones políticas de tiponacionalista que se ajusten a la norma moral y a las exigencias del bien común.Se trata de una opción que, en ocasiones, puede mostrarse especialmenteconveniente. El amor a la propia nación o a la patria, que es necesariocultivar, puede manifestarse como una opción política nacionalista.

La opción nacionalista, sin embargo, comocualquier opción política, no puede ser absoluta. Para ser legítima debemantenerse en los límites de la moral y de la justicia, y debe evitar un doblepeligro: el primero, considerarse a sí misma como la única forma coherente deproponer el amor a la nación; el segundo, defender los propios valoresnacionales excluyendo y menospreciando los de otras realidades nacionales oestatales.

Los nacionalismos, al igual que las demásopciones políticas, deben estar ordenados al bien común de todos losciudadanos, apoyándose en argumentos verdaderos y teniendo en cuenta losderechos de los demás y los valores nacidos de la convivencia.

Cuando las condiciones señaladas no serespetan, el nacionalismo degenera en una ideología y un proyecto políticoexcluyente, incapaz de reconocer y proteger los derechos de los ciudadanos,tentado de las aspiraciones totalitarias que afectan a cualquier opciónpolítica que absolutiza sus propios objetivos.

A diferencia de la nación, el Estado esuna realidad primariamente política; pero puede coincidir con una sola nación obien albergar en su seno varias naciones o entidades nacionales. Laconfiguración propia de cada Estado es normalmente el fruto de largos ycomplejos procesos históricos. Estos procesos no pueden ser ignorados ni, menosaún, distorsionados o falsificados al servicio de intereses particulares.

España es el fruto de uno de estoscomplejos procesos históricos. Poner en peligro la convivencia de losespañoles, negando unilateralmente la soberanía de España, sin valorar lasgraves consecuencias que esta negación podría acarrear no sería prudente nimoralmente aceptable.

La Constitución es hoy el marco jurídicoineludible de referencia para la convivencia. Recientemente, los obisposespañoles afirmábamos: "La Constitución de 1978 no es perfecta, como toda obrahumana, pero la vemos como el fruto maduro de una voluntad sincera deentendimiento y como instrumento y primicia de un futuro de convivenciaarmónica entre todos". Se trata, por tanto, de una norma modificable, pero todoproceso de cambio debe hacerse según lo previsto en el ordenamiento jurídico.

Pretender unilateralmente alterar esteordenamiento jurídico en función de una determinada voluntad de poder, local ode cualquier otro tipo, es inadmisible. Es necesario respetar y tutelar el biencomún de una sociedad pluricentenaria" (Valoración moral del Terrorismo). 

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