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Tristes genes

Editorial · PaginasDigital
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9 septiembre 2012
Cristiano Ronaldo está triste. El jugadordel Madrid habló del estado de su alma tras un partido frente al Granada ydurante días se han desatado las especulaciones. Ya veremos cómo acaba la cosa.Pero los periódicos deportivos y los no deportivos se han preguntadoinsistentemente qué puede tener la estrella portuguesa. ¿Cómo puede estar unotriste con una novia como la Irina Shayk, una madre estupenda y mucho dineropara gastar? Son cosas de niño rico, sentencian muchos. 

La tristeza de Ronaldo ha coincidido enlos últimos días con la publicación de los resultados del proyecto Encyclopediaof DNA Elements (Encode) en el que han trabajado 442 científicos de todo elmundo. Se ha avanzado, gracias a este estudio, en el conocimiento del genomahumano. En 2001 fueron presentados los primeros hallazgos en este apasionantecampo. Y desde entonces se ha progresado mucho. Sólo el 1,5 por ciento delgenoma contiene genes. Inicialmente se pensó que el resto era "ADN basura".Pero ahora se ha descubierto que lo que consideraban material de desecho son"interruptores" que hacen funcionar los genes. El mal funcionamiento de esosinterruptores, que se combinan entre ellos de forma compleja, puede ser causade las enfermedades.

Los primeros pasos en la investigación delgenoma humano hicieron soñar a algunos que la vieja aspiración de controlar laenfermedad podría estar más cerca. Si se conocía el genoma de formapersonalizada se podían conocer los males que iban a afectar a una persona yevitarlos de antemano. Pero las cosas son más complejas. Las enfermedadesmonogénicas, en las que interviene un solo gen, no suelen afectar a la mayoría.Las enfermedades que suelen afectar a la mayoría son poligénicas, intervienenvarios genes, lo que complica, aunque no hace imposible, la prevención. Y atodo ello hay que añadir además la influencia del ambiente. La relación entrelos diferentes genes y el ambiente será el terreno en el que se desarrolle unamedicina individualizada. Pero no está aún controlado. La X que hay quedespejar en este campo científico se aleja en el horizonte.

Lo sorprendente es que mientras estosdescubrimientos abren el horizonte de la razón científica y la lanzan a unaaventura apasionante, hay quien utilice esos mismos datos para cerrar lasventanas de la "razón existencial". Cuando se divulga este tipo de conocimientose utiliza un viejo prejuicio ideológico decimonónico, que afortunadamentemuchos científicos serios han abandonado, para concluir que el hombre es un "serindiferenciado", un "animal entre animales", una "cosa entre las cosas". Eladelanto en el conocimiento del ADN o del contenido genético compartido con lamosca o el chimpancé sirven para sostener la reducción del hombre a lasproteínas. O a microbios. 

Este verano The Economist dedicabauna portada y un amplio editorial a los avances en microbiología. Titulaba Microbesmaketh man. La frase era un juego de palabras que utilizaba un famoso dichobritánico del siglo XIV: Manners maketh man (las buenas maneras hacen alcaballero). The Economist, en un texto que subtitulaba "las personas noson solo personas" explicaba que "los médicos y los biólogos pueden empezar apensar en la gente como superorganismos". "Tradicionalmente -añadía- se hapensado que el cuerpo humano es una colección de 10 billones de células que sonproducidas por 23.000 genes (…). Pero los robespierres biológicos afirman quelos humanos no son simples organismos sino superorganismos compuestos porpequeños organismos trabajando juntos". Las palabras hombre y cuerpo, en eltexto, se utilizaban como sinónimos. Pura deconstrucción de la singularidad. Ylo mismo que sucede en la genética, o en la microbiología, ocurre en laneurociencia. Michael S. Gazaniga, uno de los padres de la neurocienciacognitiva, afirmaba hace unos días que "los procesos mentales, incluyendo lasensación de tener una mente y un yo, son fruto del cerebro. La libertad deacción es irrelevante e inconsistente". Neurociencia que se convierte enteología negativa.

La tristeza de Cristiano Ronaldo puede serpuro circo mediático o algo sincero. Pero no hace falta ser Cristiano, ni teneruna rusa por novia, para saber que se pueden disfrutar situaciones maravillosasy sentir una tristeza honda, profunda, que es la que nos hace percibir nuestroyo como algo distinto, diferenciado, siempre en busca de una satisfaccióndefinitiva. La proteína, el microbio o la neurona por mucho que se organicen noson capaces de generar por sí mismas esta compañera cotidiana, cordialtristeza, que nos hace mirar lejos y ser libres. 

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