Rosalía, Simone Weil y Hildegarda de Bingen

Es verdad: no canta flamenco como Camarón, no canta lírico como Berganza, no canta reguetón como Bad Bunny (menos mal), no compone como Vivaldi ni como Carl Orff, ni baila como Beyoncé, ni como Sara Baras, ni es doctora de la Iglesia como Hildegarda de Bingen, aunque nos recuerde a todos ellos.
¿Acaso eso importa mucho? Esto no es una competición. Esto es la dramaticidad de la vida y del arte. La niña a la que Àngel Llàcer echó (bien echada) del programa de TV “Tú sí que vales” por desafinar, ahora es una estrella mundial por merecimiento propio, por genialidad y por su profundo y trabajado recorrido personal.
Y es que Rosalía, con toda su naturalidad y desparpajo, está haciendo un gran bien por todos nosotros, no sólo por los jóvenes. Está usando su asombrosa capacidad creativa y su enorme poder de prescripción global para ponernos a todos y a cada uno delante del deseo profundo de nuestro corazón. Y si tenéis dudas, mirad la entrevista de Jimmy Fallon, que por una vez habló de forma inteligente con una mujer en vez de limitarse a tontear.
Hay miles de entrevistas y de reacciones extraordinarias y favorables, en todos los idiomas, que muestran el impacto que están teniendo, por lo personal, lo musical, lo visual y lo trascendental. Recomiendo, por lo ponderado, profesional y fino de los mismos, cuatro vídeos sobre los aspectos musicales de Rosalía: Altozano, Areh, Beth Roars y Jemma Heigis.
Dicen que la obra del artista pertenece al público desde el momento en que se termina, y es bueno que así sea, y que cada uno tenga sus reacciones al verla y escucharla y saque sus propias conclusiones.
Luis Argüello abría la sesión plenaria de la conferencia episcopal tratando con afecto y sentido crítico este tema del “giro católico”. Se preguntaba, refiriéndose también al disco de Rosalía «¿cuál puede ser el criterio para discernir si estamos ante un verdadero acontecimiento de belleza o solo ante una corriente más del emotivismo dominante? Hay que vincular el pulchrum de la belleza con el verum y el bonum».
Pues vamos al lío, veamos si esto va sólo de emotivismo, si tiene o no mucho pulchrum y también si hay algo o mucho de verum y de bonum.
Todo el álbum está explícitamente inspirado en la obra de Simone Weil, judía conversa al catolicismo, amiga de Camus, que, en el período de entreguerras, tan parecido al actual en muchas cosas, desarrolló un pensamiento filosófico, político y místico admirable, compartiendo la pobreza con los más pobres del planeta.
La frase clave del disco de Rosalía, «El amor no es consuelo, es luz», es de Simone Weil.
La profundidad del pensamiento de Weil y la conexión con el disco de Rosalía las explica fenomenal Enric Gel en su canal “Adictos a la filosofía”. Resumo aquí brevemente las ideas principales del vídeo de Gel y, por extensión, de la obra de Weil.
Dice Simone Weil, y canta a su manera Rosalía, que hay que llegar a vaciarse de toda respuesta penúltima al deseo del corazón para que entre Dios, que es la verdadera luz. La gracia colma, pero no puede entrar más que allí donde hay un vacío para recibirla.
Es decir, hay que ir contra el instinto de rellenar con cualquier cosa penúltima mi vacío, para que así pueda entrar el gran Amor.
Por ejemplo, en vez de mendigar el agradecimiento de los demás por lo que he hecho, dejo que se forme ese vacío y así permito que entre la gracia. Se genera una especie de recompensa sobrenatural, porque ese vacío está «más lleno» que «todos los llenos».
Paradójicamente, uno tiene que renunciar a esperar nada, en la esperanza de recibirlo todo. Es necesario no tener consuelo. «La gracia no aparece mientras se posea otro salario: el vacío logra que aparezca». En el vaciamiento interior hay que rechazar todos esos consuelos que vienen deprisa a rellenar el deseo antes de que venga la luz. Se trata de «rechazar las creencias colmadoras de vacíos que endulzan las amarguras». No hay que endulzar la amargura, sino persistir en ella, porque es en esa persistencia, en ese vaciamiento, donde nos disponemos para que pueda entrar la luz. Ni siquiera es adecuado el consuelo de que «todo acabará bien».
Los consuelos oscurecen la verdadera naturaleza de las cosas bajo una mentira. El amor, el genuino, el que no espera nada a cambio, es luz. Luz en la que podemos ver la realidad tal como es y el vacío en todo su crudo detalle, a la espera de que venga Otro a colmarlo.
Y qué decir de Hildegarda de Bingen, alemana, que inspira el tema en alemán, Berghain. Una “santa-máquina-creativa-medieval”: abadesa, inventora, mística, música, poeta, farmacéutica, proclamada por Benedicto XVI doctora de la Iglesia y, por encima de todo, la que decidió añadir lúpulo a la cerveza para darle amargor, aroma y conservación.
Berghain son 3 minutos y pico que darían para un pequeño libro. Al principio aparecen referencias a lo que ocurrirá al final, cuando se emula el episodio de Blancanieves en el bosque (el propio nombre Berghain evoca el “bosque”, el Hain, en alemán).
LINK VIDEOCLIP Berhain – LUX – Rosalía («Minuto y resultado»)
00:00 El arranque es impactante: Rosalía vuelve de farra, ya es de día, vestida de negro, como corresponde a los clientes de la discoteca techno Berghain de Berlín.
Su casa (su vida) está en oscuridad, debatiéndose entre la manzana de Eva y Blancanieves (a la izquierda abajo) y la Inmaculada Concepción (a la derecha). Esperando a ser atendido en la oscuridad está el Cristo Pantocrátor (a la izquierda arriba), gobernante del mundo.
00:27 Rosalía decide dejar entrar la LUX en la habitación, que está infestada de músicos de la London Philharmonic Orchestra tocando “la música de Dios” a un ritmo acelerado en la postproducción del disco. Una melodía barroca que se parece al Invierno de Vivaldi (siglo XVII).
00:34 Las sandalias de Rosalía llevan la cruz que todos llevamos en el camino de cada día. Una vida sin luz es una vida dura, aunque tenga “consuelos”.
00:35 Rosalía tiene el corazón roto. Está en un broche “mini cofre”. ¿Tendrá algo que ver con el cazador de Blancanieves?
00:42 Así que Rosalía piensa: vamos a endulzar un poco la vida y a” tirar para adelante”. Echa azúcar al café. ¿Basta endulzar la vida para seguir viviendo?
00:48 Pero hay una voz potente y segura, con un estilo energético como el de Carmina Burana, que canta en alemán, la lengua de Hildegarda de Bingen, que viene de fuera, pero que está en su interior, que se hace presente en la vida cuando abre las cortinas y que la acompaña mientras plancha, cuando sale a la calle y hasta en el autobús.
“Su miedo es mi miedo, su ira es mi ira, su amor es mi amor, su sangre es mi sangre”.
Quizás la voz es de Dios mismo, o es la conciencia de Rosalía que desea encontrar a Dios. La voz le dice a Rosalía que su miedo, su ira, su amor, su sangre, están hechos para encontrar un significado. Cuando Rosalía puede oír esta voz, gracias a la luz, ya va vestida de blanco, signo de la apertura al misterio, y ya no se escapará endulzando las cosas: ahora plancha una capa roja (como la que lleva Blancanieves cuando se pierde en el bosque), preparándose para lo que va a venir…
00:55 Rosalía canta en alemán, con impostación lírica del siglo XVIII:
“La llama penetra en mi cerebro como un osito de peluche de plomo. Guardo muchas cosas en mi corazón, por eso mi corazón es tan pesado”.
01:02 Es tan intenso el sentimiento que su voz se quiebra y se pone a rezar, en medio de las ocupaciones de la vida, de rodillas, en la bañera, con el marco de la ventana haciendo de cruz.
01:10 Continúa con el peso del deseo incumplido, con la voz de Dios que le retumba en la cabeza a pesar de los consuelos y del trajín de la vida. Hay espejos en el baño y en la habitación… quizás para mostrar la envidia de la madrastra de Blancanieves. Hay un Sagrado Corazón encima de la cama. Es el corazón de Cristo el que sufre con ella.
En ningún momento ningún miembro de la orquesta mira a Rosalía y Rosalía no mira a ningún miembro de la orquesta. Todos están serios, con el gesto dramático. Esperando quizás un encuentro. Sufriendo las dos partes porque no se produce ese encuentro.
01:17 Sale de casa, ahora vestida de gris, y la música cambia otra vez a la segunda melodía, en español, interpretada y sentía como una flamenca.
Berghain, que endulza la vida, la viste de negro.
La voz de Dios, que destapa su angustia, la viste de blanco.
Su huida, reconociendo su fragilidad, la deja en un gris intermedio.
01:25 En el hospital vuelve a tener la tentación de endulzar la angustia. Esto es lo que no deja entrar la luz.
“Yo sé muy bien lo que soy. Ternura pa’l café, sólo soy un terrón de azúcar”.
La orquesta (la presencia de Dios) la acompaña, dando cobertura a sus dudas y angustias, pero dejándola hacer su camino.
01:38 Quiere arreglar su corazón como sea.
“Sé que me funde el calor, …”
La dama del armiño (versión madura de Leonardo da Vinci) simboliza la belleza y la pureza sui generis de Rosalía. El amado no está presente, sino representado por el animal y por la luz que le llega desde la derecha.
“… sé desaparecer. Cuando tú vienes es cuando me voy”.
Siempre está la tentación de escapar de Dios para intentar arreglar el corazón de otra manera…
01:53 … pero se te acaba el tiempo, el ritmo cambia a ritardando.
“Su miedo es mi miedo, su ira es mi ira”
01:57 Aparece explícitamente el Sagrado Corazón «yo estoy contigo».
02:00 Mientras, el corazón de Rosalía se va parando.
Pero ahora aparece la voz de la cantante Björk, con un grito desgarrador en inglés y le revela, como si fuera san Juan Bautista, Quién es esa voz.
“Esta es la intervención divina”.
Coro en alemán: “Su amor es mi amor. Su sangre es mi sangre”.
02:12 Pero el relojero-joyero le dice que su corazón no tiene arreglo en este mundo.
02:19 Momento crítico del videoclip. Rosalía enfrenta la puerta oscura, el terror de la oscuridad total, de la muerte aparente, del vacío. Duda, y el corazón se para.
02:22 Ahora Rosalía es Blancanieves en el bosque. Los tonos son rojos, de sangre. El petirrojo (Björk) canta:
“La única manera de salvarnos es a través de la intervención divina La única manera que seré salvada, la intervención divina”.
02:5 la intensidad de los violines aumenta y el petirrojo la deja sola con los otros animales.
02:54 Ahora viene el momento más brusco y desasosegante, con la voz desgarradora de Yves Tumor, en un registro de electrónica experimental noise típicamente del siglo XXI:
“Te joderé hasta que me ames”.
El ciervo empieza a llorar una sangre densa, negra. Hay que recordar que, en el cuento de Blancanieves, el cazador sustituye el corazón de la princesa por el del ciervo. ¿Qué corazón sustituirá al de Rosalía para salvarla?
El violinista, no es que no la mire, es que directamente está de espaldas. Los animales y los músicos se mueven, en blanco y negro, en un remolino de pesadilla.
03:00 Rosalía duerme bajo el Sagrado Corazón. Las “medicinas” en la mesa son vitaminas de consuelo “para ir tirando”. Hasta que estas palabras, junto a los agudos glissandos del violín, la despiertan desasosegada.
“Hasta que me ames. Hasta que me ames. Hasta que me ames”.
03:04 Rosalía se revuelve en la cama, bajo el manto de la Virgen, que parece estar sobre ella.
El timbal (el corazón) ha dejado de latir y el músico también le da la espalda. Suena el eco de pesadilla. No hay nada que hacer…
“Hasta que me ames. Hasta que me ames”.
03:06 La voz se distorsiona y se quiebra, con ecos de pesadilla. Rosalía lleva un camisón blanco, con lentejuelas plateadas. Quizás Rosalía no pueda ser una santa al uso, como le pasaba también a Simone Weil; quizás sea inevitable que lleve siempre “lentejuelas”,
03:10 Rosalía se revuelve con angustia y mira al broche/corazón, que sigue roto.
03:12 El ciervo parece que quiere abrazar a Rosalía, y de hecho tiene manos, pero toda la escena y la música siguen siendo perturbadoras.
“Ámame. Hasta que me ames, ames, ames, ames. Hasta que me ames”.
03:16 Ahora Rosalía está, por fin, en la calma de la libre aceptación. ¿Acaso era suficiente un terrón de azúcar que endulzara el amargor de la vida?
03:16 No, lo que necesita es un corazón nuevo.
03:21 Rosalía ahora es una paloma, al fin libre. Pero no es una paloma blanca: tiene mezcla de gris oscuro.
El Sagrado Corazón está iluminado.
“Ámame. Ámame. Ámame”.
No hay que endulzar la amargura, sino persistir en ella, porque en esa persistencia, en ese vaciamiento, es donde nos disponemos a que pueda entrar la luz.
Ni siquiera es válido el consuelo de que “todo acabará bien”. No hay príncipe azul, porque necesitamos LUX, no un terrón de azúcar.
NB la artista ya no dice “La Rosalía” en cada canción… se arrodilla frente a una cruz.
Recomendación de lectura: Rosalía entra en el árbol genealógico de Madonna y Lady Gaga
0

1

