Sin pregunta el giro no es católico

Editorial · Fernando de Haro
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9 noviembre 2025
Rosalía usa la estética religiosa para expresar su búsqueda de sentido porque ha salido de los viejos esquemas cristiandad/anticristiandad y nos ha ayudado a tener muy presente que no podemos eludir la pregunta. La fe, como respuesta, debe agrandar la pregunta, si no, no es católica.

Rosalía imanta, seduce, obsesiona. Ahora ya conocemos al completo el disco LUX. El cuarto disco de la cantante española ha fascinado a los críticos: hablan de una “apuesta anticomercial”, de una “auténtica aventura sensorial”, de una revolución en la historia del pop (¿pero sigue siendo pop o es flamenco, quizás opera?) que utiliza muchos idiomas, que recurre a muchos estilos con una belleza que hace daño y en la que está muy presente Dios. Es imposible escuchar algunos temas sin sentirse conmovido, sin la visita del llanto. El primero titulado Sexo, Violencia y Llantas es una declaración de intenciones: “¿Quién pudiera vivir entre los dos (entre el cielo y la tierra)? ¿Quién pudiera venir de esta tierra, entrar en el cielo y volver a la tierra?”. Rosalía quiere vivir en el cielo sin dejar la tierra. En la pieza más rompedora de Lux, la más fascinante, Berghain, en la que recurre a una orquesta y a la colaboración con Björk, es aún más explícita: “
“the only (the only) way (way) I will be saved (saved) is through divine intervention (el único modo de que salve es a través de una intervención divina)”. Y en Mio Cristo Piange Diamanti, la voz se desgarra cantando al Cristo que “fa la gravità graziosa e la grazia è grave (la gravedad graciosa y la gracia grave)”. Rosalía misma ha explicado lo que ha supuesto este disco: “estar en un mundo como el actual es confuso, no sabes bien lo que es verdad y lo que no. Quizá es más necesaria que nunca una fe o una certeza. La que sea, la de cada uno”

Las 18 nuevas canciones de Rosalía suenan después de que durante días hayan corrido ríos de tinta digital y analógica en un debate sobre el posible “giro católico” que está viviendo la muy secularizada España. Todo parece cuadrar: la estética de rosarios, cruces y hábitos de monja utilizada por la cantante; su entrevista en la que confesaba experimentar un vacío que no llena el éxito, las encuestas que hablan de un aumento del número de católicos entre los más jóvenes; y el estreno de la película Los Domingos de una directora agnóstica (en la que una chica de una familia no creyente descubre su vocación de religiosa) parecen indicar no solo un “resurgimiento” de lo espiritual, también un renacimiento de la fe. Pocos han sido los columnistas, analistas, escritores, hombres de cultura que no hayan tomado posición y que no hayan ofrecido una interpretación del fenómeno. El tiempo dirá si el llamado “giro católico” es solo una etiqueta que empaqueta experiencias muy diferentes.

Hace mucho tiempo que España se considera un país secularizado. Las referencias a Dios en el espacio público siguen existiendo, sobre todo por la religiosidad popular, pero han disminuido de forma considerable. Sobre todo, si las comparamos con lo que sucedía hace 50 años cuando el país vivía todavía bajo una dictadura confesional. La práctica religiosa se mantiene, especialmente en algunas zonas, pero no es masiva. Las encuestas reflejan que “lo religioso”, incluso para los creyentes, no es considerado como algo determinante para la vida. Todo parece confirmar la “doctrina tradicional” sobre la secularización: una sociedad moderna es una sociedad en la que la cuestión religiosa ha desaparecido, al menos públicamente, Modernidad y secularización se consideran sinónimos.

Y aquí es donde aparece el vendaval Rosalía y cuestiona esa doctrina tradicional.  Porque no hay nadie más moderna que ella. Lo llamativo es que muchos de los que han escrito para aplaudir o para criticar a la cantante lo han hecho siguiendo el esquema que identifica lo religioso con el pasado. La palabra “giro”, de hecho, significa cambio de dirección en la modernidad reinante. Hay escritoras conversas que han celebrado a Rosalía como una victoria sobre el laicismo con el que se han formado las últimas generaciones. Hay pensadores dedicados a hacer política que se han quejado porque la supuesta victoria sobre el laicismo de Rosalía es todavía insuficiente: todavía no se ha recuperado la cristiandad perdida en la que la cultura y la política estaban determinadas por la fe. Quieren una victoria más rotunda. Los escritores “del otro lado”, los “derrotados” por Rosalía, se han quejado del exceso de poder que todavía tiene la Iglesia, de su control del mundo de la educación, del catolicismo culturalmente hegemónico. Unos y otros utilizan viejos esquemas.

Por fortuna hay quien entiende que Rosalía puede usar la estética que usa para expresar su búsqueda de sentido porque ha salido de los viejos esquemas cristiandad/anticristiandad. El uso que hace de los símbolos de la cristiandad para expresar una religiosidad que no necesariamente es cristiana refleja que la cristiandad no existe. Por fortuna hay quien entiende que lo importante no es el debate entre intelectuales y sociólogos sobre el grado de secularización o de intensidad del “giro católico”.

Como dice Pedro Cuartango con inteligencia, lo de Rosalía nos ha ayudado a tener muy presente que “no podemos eludir la pregunta, aunque algunos o muchos carezcamos de respuesta. El gran interrogante sobre el sentido de la vida (…) no es una moda ni una reacción al hartazgo social. Es algo que no podemos evitar, que forma parte de nuestra peripecia personal”.

Los modernos, los pre-modernos y los postmodernos, afortunadamente, no podemos eludir esa pregunta que nos taladra el alma 24 horas al día (incluso dormidos) si queremos ser mínimamente humanos. Si hay “giro católico” quedará acreditado porque hará más grande, más dramática, la pregunta y porque ayudará a caminar junto a todos los que tienen la valentía de formularla. Si la fe, como respuesta, no agranda la pregunta no es católica. Habrá giro, pero de otro tipo. La presencia de la persona amada incendia la llama.

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