DIY

A través del maravilloso libro Elogio de las manos (Seix Barral, 2024) del escritor extremeño Jesús Carrasco (1972), conocí la historia del diseñador industrial y artista italiano Enzo Mari (1932-2020) y su mítico libro-manual Proposta per un’Autoprogettazione (Propuesta para un Auto-proyecto), publicado en 1974 ―de libre acceso en internet―. Como explica Carrasco, Enzo Mari, “de ideología comunista, en algún momento de su vida decidió que los beneficios del buen diseño debían estar al alcance de cualquiera. Por eso publicó (…) un libro en el que difundía los planos e instrucciones de diecinueve modelos de muebles entre sillas, mesas, estanterías, etc. (…) La idea de Mari era entregarle al usuario final el resultado de sus estudios sobre ergonomía para que fuera cada cual, prescindiendo de la industria, quien construyera las piezas con sus propias manos.” A diferencia del modelo industrializado, homogeneizado y (casi) completamente pasivo de DIY (acrónimo del inglés do it yourself, “hazlo tú mismo”) popularizado muchos años más tarde por IKEA, el objetivo de Enzo Mari según Carrasco era radicalmente humanista y social: “sobre todo [era] facilitar un acto de apropiación.”
Esta idea de apropiación de la obra por su destinatario es esencial, y para ello no basta el mero montaje, sino que para Enzo Mari supone “la búsqueda de materiales, el corte, el lijado, el barnizado, si lo hay.” Lo fundamental, según Jesús Carrasco es que “quien vaya a sentarse tiene primero que involucrarse en la construcción. Tiene que emplear sus propias manos y, en ese proceso, comprender la síntesis que va de las piezas al todo.” El concepto de proceso, que “engarza bien con la vida porque la vida es exactamente eso: un proceso”, es aplicable a cualquier expresión cultural, en especial la creación artística: “Entre quien la crea [la obra] y quien la disfruta se inserta un proceso intermedio: la lectura.” Y quien dice la lectura dice la escucha, la contemplación o, muy especialmente, la interpretación en el teatro o la música. Sin la asunción y asimilación de la obra, ésta nunca llega a hacerse del todo propia, y ello exige el peaje de permitir (por el autor) y asumir (por el destinatario) el riesgo de la “traducción” personal de la obra y su posible contaminación e incluso desfiguración.
El pasado 13 de octubre, la cantante Rosalía sorprendía a todo el mundo publicando en sus redes sociales las fotografías de la partitura de un nuevo tema suyo, Berghain. Enseguida, se multiplicaron los videos en TikTok y otras plataformas como Instagram o X, de artistas que, cada uno con su propio instrumento (piano, violín, violonchelo, acordeón…) empezaron a colgar en sus cuentas sus propias interpretaciones de la partitura de Rosalía. En un osado acto de marketing nunca visto antes, el single de lanzamiento del nuevo álbum de un artista había corrido como la pólvora entre el público sin sonar una sola nota de la grabación original. Este gesto artístico de la cantante catalana no es un mero signo de un gran olfato comercial, sino ante todo una maduración, radicalizándola al máximo, de una de las claves de bóveda en su itinerario artístico: la génesis de su música ―colaborativa y expresiva de una fuerte asimilación y sedimentación, siempre explicitada, de sus referentes musicales― es plenamente consciente ab initio de que una obra nunca está completada hasta que no es adueñada por sus destinatarios; proceso que, por otra parte, está siempre en acto, y sólo cuando termina (o cuando no se produce) la obra está definitivamente amortizada y muerta.
El escritor Javier Cercas, en el discurso de aceptación de su elección como miembro de la Real Academia Española, bajo el título Malentendidos de la Modernidad. Un manifiesto, habla de la novela (aunque se puede extender a cualquier creación artística) como “una partitura, y es el lector quien interpreta, y cada lector la interpreta a su manera.” Según Cercas, uno de los malentendidos de la época moderna consistiría en “creer que el protagonista de la literatura [o del cine, o de la música] es el autor; falso: el protagonista de la literatura es el lector, que es quien termina los libros.” Por eso, concluye el autor español, “lo mejor que le puede pasar a una obra literaria [o musical] es que la comunidad se adueñe de ella, que se convierta en un bien mostrenco. Para un escritor [o músico], la auténtica inmortalidad es el anonimato.”
Rosalía, al igual que Enzo Mari, desde su opera prima Los Ángeles (2017) hasta su nuevo trabajo, Lux, que presumiblemente se publicará el próximo mes de noviembre, y cuyo primer single ha tenido el originalísimo lanzamiento del que antes se ha hablado, siempre ha tenido claro que el ideal de toda canción es llegar a ser tarareada por cualquiera mientras hace la plancha o friega los platos, y que la culminación de una obra se produce al ser versionada (hecha propia) por primera vez. El DIY no es necesariamente el mandato consumista por el tardo-capitalismo de productos homogéneos y homologados producidos en masa; por el contrario, quizá sea la única forma de poder recorrer a lo largo de la Historia un camino verdaderamente personal y crear un mundo hondamente humano.
Luis Ruíz del Árbol es autor del libro «Lo que todavía vive»
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