El discurso de Trump y la respuesta europea

El filósofo Agapito Maestre elogió el discurso del presidente Trump. Como europeo, me sorprende este apoyo a la causa de Trump. Si viniera de un nacionalista religioso, un proteccionista o un populista, sería comprensible. Sin embargo, es extraño que Maestre asocie la defensa del Estado Nación con Trump hasta adjetivarle como de gran político. En su discurso de investidura como Doctor Honoris Causa en la Universidad Carlos III, otro filósofo (del Derecho), el italiano Mario Losano, planteó la necesidad de un retorno al Estado Nación en una globalización ultraliberal. Pero, ¿qué tipo de Estado Nación? Esta pregunta no la responde Maestre, y sería lo mínimo para iluminar algo el mundo en que vivimos, complejo, como siempre.
Trump habló de su visión del Estado en la apertura del 80º Período de Sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. 36 páginas impresas. Su visión es simple y accesible para cualquiera que no tenga más mira que lo que hay hasta las colinas, los bosques y las altas montañas más próximas. Aislacionismo. Mejor dicho, un aislacionismo ficticio porque este aislacionismo de palabra se envuelve en un mensaje contradictorio al mundo, ya que las bases militares y los submarinos nucleares de EE.UU., junto con el Arma Espacial, no hablan de aislacionismo, sino de proyección de la Fuerza.
Trump mencionó un Estado alejado de la ciencia actual, descartando las energías limpias y los tratamientos comúnmente admitidos por la comunidad científica. Abogó por el «America First«, en lugar de un grito más próximo al «Global Britain», propio de la tradición anglosajona de sociedad abierta.
Su Estado renuncia al cuidado de la Casa Común, una misión noble para la potencia que más puede hacer por esta causa. En realidad, por esta y por el resto de las causas que debieran tener una reserva de globalidad, y por tanto, en la que los Estados debieran ejercitar su soberanía nacional, de forma mancomunada, cooperando.
Para Trump, hemos llegado a este punto de la Historia degenerando. Y puso a la ONU como ejemplo de la decadencia de Occidente, para gozo de los suyos -incluyendo a los Meloni, los Orban, los Abascal,…-, y mayor algarabía del resto del mundo. En la mentalidad americana actual, degenerar es cooperar, y cooperar es degenerar.
En el funeral homenaje al vilmente asesinado Charles Kirk -no confundir con el pensador y filosofo del conservadurismo tradicional basado en Burke, Russel Kirk pudimos ver que MAGA -Marco Rubio- y Trump proponen a los norteamericanos un Estado confesional cristiano en la práctica, como reacción a la ruptura de los consensos morales protagonizada por los demócratas norteamericanos, como dijo José María Marco (La Nueva Revolución Americana, Ciudadela).
En el discurso ante la Asamblea General, Trump prosiguió arremetiendo con un discurso antiwoke nacionalista religioso, que lo convierte precisamente en woke al asumir el mismo marco teórico que sus rivales, declarados enemigos a los que no perdona -a diferencia de la viuda de Kirk, que sí lo hace-. El excepcionalismo estadounidense permite a Trump anunciar que siendo la mayor democracia del mundo, al menos la más antigua, seguiría aprobando políticas de control fronterizo, que pasan por criminalizar a los emigrantes en lugar de a las mafias -emigrantes en su mayoría católicos-, enrareciendo el clima de convivencia y de opinión pública con fines partidistas, como han hecho por décadas los demócratas con la ideología de género y otras aberraciones como el aborto -del que me declaro abolicionista-.
A escala global, apuntilla la libertad de circulación de personas, que renquea a toriles. Los derechos individuales se supeditan al interés nacional, al Estado, a los funcionarios con chapas en la solapa (we will find you, we will kill you) y a enormes redadas en estadios de futbol americano o en escuelas de barrios populares. Su nacionalismo se puede adjetivar de cristiano, por el peso de los teocon entre su electorado, pasando a ser «Defensor de la Fe cristiana», como en su día se le reconoció a Enrique VIII tras oponerse el monarca inglés a Lutero. Trump y Maestre se olvidan de la Ciudad de Dios y de la Ciudad de los hombres, de San Agustín, como me recuerda mi buen amigo Gonzalo Mateos. Y es que el santo de Hipona ya vislumbró los riesgos de instrumentalizar la religión con fines políticos. Roma. América. El Estado como la Idea Suprema, con un movimiento nacional (MAGA) y un líder (Trump). Ese Estado Nación.
Trump también abrazó la causa de la paz, una paz muy suya, y se arrogó grandes éxitos diplomáticos, pese a Gaza y Ucrania, y arremetió, con razón, contra los que compran petróleo ruso (y en consecuencia, no petróleo yankee). Confirmó los aranceles, sin razón, para protegerse ante países que no siguen las reglas del libre comercio, lo que acabará sin duda con éste de manera mucho más acelerada y efectiva, y acabó por superponer la soberanía de EE.UU., y de cada país, por encima de la injerencia de organismos internacionales o agendas globales, para abordar precisamente los retos globales. ¿Qué existan poderes en la sombra, grandes compañías que controlan países por entero,… a escala global, hace que desaparezcan estos mismos poderes o parecidos a escala nacional?
Pues bien, este discurso anterior choca frontalmente con la visión y los principios que rigen la política exterior y los valores de la Unión Europea, centrada en el multilateralismo (cooperación, coordinación, consensos, diplomacia) vs. unilateralismo; en ejercer los 27 Estados Miembros juntos la soberanía en algunas materias; en los derechos inalienables de las minorías y de los refugiados y buscadores de asilo; en un sistema de comercio basado en reglas y acuerdos multilaterales, con instituciones comunes para resolver pacíficamente conflictos, renunciando al proteccionismo…
Ante la visión del mundo de Trump, que es la de una sociedad internacional de países en permanente estado de conflicto, en pugna y protegiendo sus intereses -de tipo realista-, la de la Unión, basada en principios, es el ejemplo claro y exitoso de que es posible construir un sistema político sobre las bases de la cooperación, no solo entre países, sino introduciendo al ciudadano en el sistema internacional, y sobre el Derecho Internacional Público. Incluso en el momento más duro que vive Europa, a las puertas de una guerra N(C-N-H)W o NCW-NNW-NHW -no guerra convencional, ni nuclear ni híbrida- con Rusia, su rearme y su preparación sólo cabe explicarse desde la lógica de que ha de proteger su propio sistema de convivencia al violar Rusia la soberanía de un país democrático y al desafiar el orden internacional basado en normas.
La UE propone la democracia como método para construir el orden internacional. EE.UU. el retorno a los Estados Nación, como garantes de paz y prosperidad. Ese tiempo ya pasó, y aunque fuese necesaria una mínima vuelta a ellos como dijo Mario Losano, no sería a un Estado Confesional superado por la Historia, aunque sí se hace necesario respetar los arraigos y tradiciones de sus pueblos.
El reto es lograr una globalización democrática, respetuosa con la libertad, no solo sobre los Estados Nación, sino basada en el federalismo y en el principio de subsidiariedad. Es la creatividad que hemos de aportar los católicos en estos momentos. Habrá que volver a San Agustín, al Aquinate, a Maritain, a los padres fundadores de la Unión, a Spinelli,… porque el fracaso que Trump achacó a las Naciones Unidas, es por de pronto, el fracaso de los cinco Estados Nación que tienen su silla en el Consejo de Seguridad. Y la corrupción a la vera de las Naciones Unidas, la que prospera en esos Estados Nación.
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