¿Por qué maté a Charlie Kirk?

La culpa de todo lo que me ocurre es del otro: si no tengo trabajo, si no voy a poder comprarme nunca una casa, si la cajera del supermercado me mira mal, si me siente acomplejado al entrar en una sala de cine… la culpa es del otro. El otro es el negro, el fascista trumpista, el comunista demócrata, el migrante. El otro me ha robado mi cultura, mi historia. Y, por eso, porque el otro tiene la culpa de todos los males que sufro, lo insulto en redes sociales: el otro domina mis pensamientos, pienso en el otro despierto y dormido y descargo mi ira contra él.
Me siento vacío, insatisfecho y necesito descargar ese malestar, ese infierno en el que se ha cometido mi vida, necesito descargar esa ira contra alguien, contra algo. El otro, el negro, el blanco, el migrante, el rojo, el facha no anda por la calle, no sufre, no disfruta, el otro no es una persona, es una cosa, el otro no tiene cara, el otro es una idea, la idea que detesto, su cara es la de una amenaza que está arruinando la vida. Y por eso lo insulto en redes sociales, por eso le deseo la muerte en redes sociales. El odio me da energía. Deseo destruir al otro. Estoy desesperado y necesito que mi vida tenga sentido y la nada, reducir al otro a la nada, me parece que puede dar sentido a mi vida. Y, en un momento determinado, cruzo la línea roja. ¿Cuál es la diferencia entre matar en un video juego o matar de verdad? Hace tiempo que no se bien que es real y que no es real. Compro armas, es fácil comprar armas, lo planifico bien y entonces disparo contra el otro y acabo con su vida. Así funciona la violencia política, así funciona la violencia aunque no se llegue a disparar un arma.
En Estados Unidos el año pasado se llevaron a cabo casi 12.000 crímenes de odio. El fenómeno aumenta. Los autores de estos crímenes, en su mayoría los cometieron por un rechazo violento a negros, a personas de otra raza, de otra religión o con una determinada orientación sexual. También han aumentado los ataques contra judíos.
Lo llamativo es que más de la mitad de los sospechosos o de los condenados por este tipo de crímenes tienen menos de 29 años y se han radicalizado, muchos de ellos, en internet con motivaciones yihadistas, soberanistas o de supremacismo blanco, entre otras. Podemos pensar que son cosas que nos quedan muy lejos, entre nosotros el odio se expresa de otro modo, pero sabemos muy bien cómo funciona.
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