Entrevista a Ricardo Piñero

Para degustar la belleza es necesario contemplar

Entrevistas · Antonio R. Rubio Plo
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19 septiembre 2025
Ricardo Piñero es catedrático de Estética y Filosofía de las Artes en la Universidad de Navarra. En su trabajo enseña a los futuros economistas, juristas y arquitectos a valorar la filosofía. Dirige diversos proyectos de investigación que analizan el pensamiento estético y el arte contemporáneo en su relación con la transformación social. Su último libro es Bellezas inacabadas. Gaudí, Brueghel, Rothko, Buonarrotti (Ed. Rialp).

Una de las principales tareas de un profesor de Filosofía es enseñar a los jóvenes a pensar. Hay quien cree que en una sociedad individualista como la nuestra, atrapada en las redes sociales y fascinada por la supuesta omnipotencia de la IA, resulta una tarea casi imposible. Si a esto añadimos la extendida opinión de la progresiva pérdida de atención de los jóvenes y adolescentes, alguien nos diría que debemos perder toda esperanza. ¿Cómo ves esta situación desde la experiencia personal de tus clases y desde el sentido común?

Pensar es una cosa, pero pensar bien es otra bien distinta… No debemos creer que pensar es una actividad automática espontánea, incontrolada. La clave de un pensar filosófico es que es consciente de que podemos estar equivocados. La verdadera filosofía siempre es diálogo y por eso es necesario contrastar ideas, huir de arbitrariedades, perseguir con rigor la coherencia, la consistencia, la verdad… Cuando enseñas a pensar a economistas, a juristas, a arquitectos -como es mi caso- has de transmitir con claridad la idea de que existe una correspondencia directa entre la calidad de tu pensamiento y tu calidad de vida. Pensar no es un ejercicio aislado, siempre compromete a los demás, al mundo… por eso es tan importante.

«Aunque existen del dolor, el sufrimiento y el desamor… debemos confiar en que el corazón humano siempre puede ser sanado»

En tu reciente libro En familia. El arte de ser persona (Ed. Palabra) defiendes el ámbito de la familia natural para la maduración de la persona. Sin embargo, nos encontramos con la realidad de las familias desestructuradas, con toda su carga de recelos y tensiones, aunque también existe la experiencia de jóvenes que han superado esas situaciones y han dado un sentido a su vida en lo profesional y en lo afectivo. Por tanto, nada está escrito, como dice el personaje de una famosa película. ¿Cuál es tu opinión y tu conocimiento de situaciones así?

Hoy en día parece haberse olvidado que la familia es algo natural, fundamental, universal. No cualquier tipo de relación humana es equiparable a una familia. La familia se funda en el amor y es a partir de ahí donde aprendemos todo lo que nos hace auténticamente humanos: la alegría, la justicia, el perdón, la generosidad, la libertad… Ante situaciones de ruptura, de desmembración, de violencia, de desequilibrios emocionales profundos, lo cierto es que son muy impactantes y dificultan y empeoran las relaciones humanas hasta dañarlas gravemente. No podemos mirar para otro lado ni juzgar a nadie ni creer que eso no nos afecta. En la medida de lo posible hemos de estar muy atentos a las necesidades de quienes nos rodean. Quienes nos dedicamos a educar a jóvenes debemos mostrarnos muy receptivos para poder transmitir que aunque existen del dolor, el sufrimiento y el desamor, siempre podemos mirar hacia delante y debemos confiar en que el corazón humano siempre puede ser sanado, curado, acompañado y, por tanto, la vida siempre puede dar un giro a mejor, gracias a los demás, gracias a nuestros amigos a quienes nos rodean, a quienes nos quieren…

Un amigo me agradeció que le recomendara tu libro El bosque de los filósofos (Ed. El buey mudo), pues le había sido de utilidad a su hija que había comenzado a dar clase de filosofía en un colegio. En esa obra veo en ellas una defensa del diálogo y la apertura al mundo. ¿No crees que los filósofos modernos y contemporáneos redujeron sus horizontes y se centraron demasiado en el yo e hicieron que en la filosofía desaparecería la actitud de diálogo?

Los filósofos clásicos son los verdaderos maestros porque se sienten con la fuerza y las ganas de conocer y mejorar el mundo que les rodea.

¿Cómo transmites a tus alumnos el mensaje de los grandes filósofos griegos?

El amor a la sabiduría no es un amor exclusivo a la razón, sino también a otras dimensiones del ser humano que completan y definen lo que somos. Mientras la filosofía está vinculada a la vida de cada día es gran filosofía. Por el contrario, cuando la filosofía se convierte es logomaquia o en experimentos mentales vacíos de contenido existencial todo se vuelve abstracto, inútil y aburrido. Es muy recomendable leer y leer y leer las obras de esos filósofos que han empeñado su vida en mejorar la tuya y la mía. Y de esos hay desde la Antigüedad clásica hasta nuestros días. Quien piensa que la filosofía es inútil está en lo cierto… es tan valiosa que ‘no sirve’ para nada, es decir, su fecundidad es tal que nunca se agota en pragmatismos ni en utilitarismos de ningún tipo, sino que es siempre una invitación a la búsqueda de la verdad, del bien y de la belleza…

«La clave de la belleza es que es un encuentro único entre un objeto y un sujeto»

Tu libro El arte de mirar: la trascendencia de la belleza (Ed. Palabra) debería ser recomendados a profesores de historia del arte. En la universidad me explicaron sesudos catedráticos esa materia desde una óptica que pudiéramos llamar “descriptiva” o “catalogadora”. No me enseñaron a mirar un cuadro, ni me enseñaron a reconocer el material del que están hechos los sueños, por decirlo con una cita de Shakespeare. Me imagino que en tus clases invitarás a tus alumnos a mirar un cuadro en toda su profundidad. ¿Podrías poner algún ejemplo de algunas obras de los dos últimos siglos? Aunque no sé si estarás de acuerdo con aquello de la deshumanización del arte de Ortega. Personalmente lo considero algo exagerado.

Ortega era un pensador muy fino que consideraba el valor del arte como algo extraordinariamente vital para el ser humano. Nuestros tiempos son los de la fugacidad, la inmediatez, la velocidad imparable… Para degustar la belleza es necesario contemplar. Para contemplar, hemos de parar el tiempo. Para parar el tiempo hay que ser conscientes de la importancia que tienen las cosas pequeñas, esas que nos rodean y pasan desapercibidas precisamente porque nuestro ritmo es de tan intensidad que pasamos sobre ellas sin darnos cuenta… El arte de todos los tiempos, también el arte contemporáneo exige que nuestra mirada sea atenta, que se detenga sobre la obra como acariciándola, como disfrutando poco a poco de una experiencia única. La clave de la belleza es que es un encuentro único entre un objeto y un sujeto, la belleza es una experiencia intransferible que requiere preparación y cuidados, que exige atención y delicadeza sensorial, intelectual y espiritual. Acabo de escribir un libro, Belleza y misericordia: una estética del espíritu (Ed. Palabra) que pone el acento en la necesidad que tenemos los seres humanos de ir más allá de los meros sentidos corporales, en la conveniencia de ir más allá de las facultades intelectuales, para poder desplegar nuestros sentidos espirituales y tener una vivencia de la belleza más plena.

Por último, quería preguntarte por los podcasts semanales que has grabado para la SER. Llevan el título de Pensamos la vida. Personalmente los recomiendo y te pregunto: ¿cuál es la filosofía -nunca mejor dicho- que subyace en estas charlas?

Detrás de esos programas de radio lo que hay es el fruto de la amistad y la generosidad de quien me invitó a hacerlo. Jamás se me hubiera ocurrido hacer filosofía en la radio y gracias a mi amigo Javier Hoyos he tenido la oportunidad de pensar en voz alta y de pasar revista a algunos asuntos de la vida cotidiana que tienen, creo, una amplitud filosófica. La radio es un modo fantástico de escuchar y sentirte escuchado, y eso es muy alta filosofía, porque te permite aprender, pensar y sopesar no solo tus propias ideas, sino las de los demás. Filosofar en la radio es como filosofar en el ágora. A la filosofía le es connatural el espacio abierto, el diálogo y la búsqueda compartida de las cosas buenas de la vida…

 


RICARDO PIÑERO

Bellezas inacabadas

Rialp. 148 páginas. 12,95 €

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Lee también: El infinito en un junco: Los libros como ventana al mundo y a la libertad

 

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