Irán: una guerra difícil de ganar

Oriente Medio (es impresionante pensar en lo que desencadenó el ataque de Yahya Sinwar el 7 de octubre de 2023): las negociaciones entre Estados Unidos e Irán se habían estancado en torno a la cuestión del enriquecimiento de uranio, considerada una línea roja por ambas partes; el presidente Trump había afirmado que cada vez tenía menos confianza en un resultado positivo de las negociaciones y había vuelto a advertir a los iraníes de las consecuencias de no llegar a un acuerdo. Además, la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) acusó ayer oficialmente a Irán de haber violado por primera vez en veinte años sus obligaciones de no proliferación. Una acusación tachada de motivada políticamente por Teherán, que también respondió anunciando la creación de un nuevo centro de enriquecimiento de uranio situado en un «lugar seguro» y la sustitución de las centrifugadoras por un modelo tecnológicamente más avanzado.

Estados Unidos ha hecho saber, como es habitual, que no está involucrado en el ataque. Sin embargo, la implicación estadounidense es evidente en la defensa del espacio aéreo israelí puesta en marcha para proteger al Estado hebreo de un contraataque iraní, que por ahora solo se ha materializado en el lanzamiento de drones. El nivel de implicación estadounidense, por lo tanto, no equivale ciertamente a participar en la operación, pero cabe preguntarse si los israelíes habrían tomado las mismas decisiones si hubieran sabido que no podían contar con la defensa de Estados Unidos. La respuesta iraní, en cualquier caso, se anuncia peor que las llevadas a cabo en operaciones israelíes anteriores. Sin embargo, según Eric Brewer, hay que tener en cuenta que los iraníes son conscientes de los riesgos que conlleva una respuesta masiva contra Israel y sus aliados, lo que provocaría una reacción israelí aún más devastadora. Es esta lógica, subrayó Brewer, la que llevó a Irán a no reaccionar a los ataques israelíes del pasado 26 de octubre.

En estos días, sin embargo, se ha golpeado el corazón estratégico de Irán, por lo que los cálculos de la República Islámica podrían ser muy diferentes. Una opción que sigue sobre la mesa es atacar el tráfico petrolero en el estrecho de Ormuz, el punto más importante del mundo para el tránsito de petróleo. Como escribió al-Monitor el día antes del ataque israelí, cualquier situación de guerra abierta entre Israel e Irán provocará casi con toda seguridad el cierre, al menos temporal, del estrecho de Ormuz, lo que hará subir los precios del crudo. Aún no nos encontramos en este escenario, pero el viernes por la mañana el precio del barril rondaba los 75 dólares, casi 10 más que el lunes. Otra opción a disposición de Irán (además del ataque directo a Israel, que hasta ahora ha demostrado ser ineficaz) es atacar a las monarquías del Golfo, aliadas de los estadounidenses. Es un camino que Irán ya ha recorrido anteriormente. Precisamente el temor a acabar en el fuego cruzado entre Israel e Irán ha empujado a capitales como Riad, Abu Dabi y Mascate a intentar favorecer la distensión regional. Son países como Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos y Omán los que más tienen que perder en una guerra entre Tel Aviv y Teherán. El comunicado con el que Arabia Saudí ha comentado el ataque israelí es bastante elocuente: «El Reino de Arabia Saudí expresa su firme condena y denuncia de las evidentes agresiones israelíes contra la fraternal [cursivo nuestro] República Islámica de Irán, que socavan su soberanía y seguridad y constituyen una clara violación de las leyes y normas internacionales». Un texto que también sirve para hacer entender a Irán que una represalia que afecte, por ejemplo, a las infraestructuras petroleras saudíes no puede ser una opción válida para Teherán.

Queda por aclarar un punto crucial, en el que los analistas del sector se han centrado durante años: dado el estado de avance del programa nuclear iraní, ¿es realmente posible cancelarlo con un ataque militar? Una cosa parece segura: los iraníes no están dispuestos a dar un paso atrás en su derecho a tener un programa atómico. Según Barbara Slavin, entrevistada por el Times of Israel, «esto está realmente relacionado con la idea misma de independencia, que ha sido tan fundamental para la Revolución iraní, y es uno de los pocos aspectos de la Revolución que, en mi opinión, sigue teniendo significado para los iraníes de a pie, que por lo demás están furiosos con su régimen».

Artículo publicado en Oasis

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