León XIV no quiere adoctrinamiento

Para conocer y descubrir a un papa como León XIV, que antes de ser elegido nunca amó ni buscó la exposición mediática, es importante saborear con atención cada uno de sus discursos. Por ejemplo, es muy revelador, además de hermoso, el que dirigió el sábado pasado a los miembros de la Fundación Centesimus Annus: un discurso que contiene ideas importantes, expuestas con una claridad ejemplar.
En ese contexto, que toma su nombre de la encíclica social de Juan Pablo II escrita en el centenario de la Rerum Novarum, el papa León pudo tocar un tema que le es muy sensible: la cuestión social le preocupa mucho, como quedó patente desde el principio con la elección de su nombre, querido en un espíritu de continuidad con el papa de la Rerum Novarum. En su discurso, León XIV explicó que «hay una demanda creciente de doctrina social de la Iglesia a la que debemos dar respuesta», pero luego se preguntó cómo puede la doctrina social constituirse como referencia en la dramática coyuntura histórica que estamos viviendo. Al buscar una respuesta a esta pregunta, el papa quiso detenerse en una reflexión que tocó el término mismo de «doctrina».
Si hoy tenemos una gran necesidad de practicar una cultura del «diálogo», la palabra «doctrina» puede evocar, de hecho, en la sensibilidad de muchos, una idea opuesta de rigidez y cierre. O, peor aún, puede ser vista como premisa de un proyecto de «adoctrinamiento». El Papa, con gran claridad y también con decisión, quiso eliminar cualquier posible equívoco. «El adoctrinamiento —dijo— es inmoral, impide el juicio crítico, atenta a la sagrada libertad de la conciencia, aunque sea errónea, y se cierra a nuevas reflexiones porque rechaza el movimiento, el cambio o la evolución de las ideas ante nuevos problemas». La doctrina, por el contrario, es un proceso abierto: «fruto de la investigación y, por tanto, de hipótesis, de voces, de avances y de fracasos, a través de los cuales se trata de transmitir un conocimiento fiable, ordenado y sistemático sobre una cuestión determinada».
Con palabras muy bellas y llenas de confianza hacia quienes tienen otras creencias o pertenencias, León quiso definir así, de manera sintética, la doctrina social: «Un camino común, coral e incluso multidisciplinar hacia la verdad». Hay luego otro punto de gran interés en el discurso. El Papa recordó que la doctrina social no puede ser fruto de una elaboración académica, sino que debe desarrollarse junto con el pueblo de Dios. Quienes son sus destinatarios, en primer lugar los pobres, son también su fuente. «Quienes nacen y crecen lejos de los centros de poder no deben simplemente ser instruidos en la doctrina social de la Iglesia, sino reconocidos como sus continuadores y actualizadores», aclaró Leone.
A continuación, quiso trazar el retrato robot de estos incubadores de la doctrina social: «Los testigos del compromiso social, los movimientos populares y las diversas organizaciones católicas de trabajadores son expresión de las periferias existenciales en las que resiste y siempre brota la esperanza». Una doctrina que se alimenta de la fe vivida por los más sencillos. Por eso, concluyó con una exhortación muy clara: «Os recomiendo que deis la palabra a los pobres».
Artículo publicado en IlSussidiario.net
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