Gaza: Israel, Estados Unidos y los contratistas

Mundo · Chiara Pellegrino
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13 febrero 2025
Que las declaraciones e ideas de Donald Trump hagan que el mundo entero discuta no es ninguna novedad. Esta vez, sin embargo, el presidente estadounidense parece haberse superado a sí mismo en sus declaraciones sobre Gaza.

Según el New York Times, incluso varios miembros de su propio gobierno se habrían quedado conmocionados cuando, el martes, durante una conferencia de prensa con el primer ministro israelí Benyamin Netanyahu, Trump anunció su intención de expulsar a los palestinos para luego transformar  Gaza en la «costa» del Medio Oriente, bajo control estadounidense. Para ello, el inquilino de la Casa Blanca no ha descartado el uso de militares estadounidenses: «Haremos lo que sea necesario», dijo inicialmente.

El presidente estadounidense también especificó que el «reasentamiento» de los palestinos en zonas distintas de la Franja debería ser permanente, un punto sobre el que las autoridades estadounidenses han dado marcha atrás posteriormente. Trump, por su parte, dio marcha atrás en lo que respecta al uso de soldados estadounidenses, pero confirmó que Israel «entregaría» la Franja de Gaza a Estados Unidos al final de los combates. Como siempre ocurre en estos casos, los detalles del plan «destacan por su ausencia», comentó The Hill. ¿Hasta qué punto hay que tomarse en serio la propuesta de Trump?

Se lleve a cabo o no, el plan estadounidense «nos dice algo sobre a quién considera Trump los principales actores en el futuro de Gaza: no a los civiles palestinos, sino a Estados Unidos, Israel y los contratistas que podrían hacerlo posible», observó Archie Bland en The Guardian. El primer ministro israelí elogió, por supuesto, el plan del aliado, no solo porque le permite aplacar a los aliados de la extrema derecha del gobierno, sino también porque el presidente estadounidense habría demostrado saber «pensar fuera de los esquemas con ideas nuevas». En realidad, según Eyal Weizman (Forensic Architecture), es todo lo contrario: «Hay muchos ejemplos de esta forma de pensar, tanto en Gaza como fuera. Trump no solo razona perfectamente dentro del marco de la política israelí hacia los refugiados en Gaza, sino también dentro del marco de las prácticas de los colonos». Mientras que el Financial Times ha calificado de «imprudente» la propuesta de Trump, el New York Times considera que, leída junto con las posiciones sobre Groenlandia, el Canal de Panamá y Canadá, muestra los «impulsos imperialistas» del inquilino de la Casa Blanca. El Wall Street Journal, en cambio, reconoció los méritos de la iniciativa: «La idea, por absurda que sea, tiene el mérito de obligar al mundo a enfrentarse a su hipocresía sobre el destino del pueblo palestino». Por otro lado, continúa el periódico financiero, «¿es su idea realmente mucho peor que el statu quo que el resto del mundo está ofreciendo?». Existe el detalle no secundario del desplazamiento previsto de dos millones de personas, pero tal vez aquí radique el sentido de la iniciativa de Trump. De hecho, aunque todos han condenado enérgicamente la propuesta, desde Egipto hasta Turquía, pasando por aliados estadounidenses como Arabia Saudí y Australia, sin olvidar a los adversarios como China, no se puede descartar que uno de los objetivos estadounidenses sea estimular a todos estos países a que hagan su parte y propongan soluciones alternativas. Los dos países que están sometidos a mayor presión por parte de Trump son, sin duda, Egipto y Jordania, a los que el presidente estadounidense pide que se hagan cargo de acoger a los refugiados palestinos. El Cairo y Ammán se niegan afirmando que acoger a los palestinos significaría renunciar a la posibilidad de crear el Estado palestino, pero esto en realidad no logra ocultar el hecho de que ambos no quieren de ninguna manera a los palestinos dentro de su territorio, por los problemas que se derivarían en términos de estabilidad. Según Middle East Eye, dos fuentes diplomáticas, «una egipcia y otra árabe, revelaron que los países árabes, liderados por Egipto, se están esforzando por ofrecer alternativas» al plan de Trump. Sin embargo, el ministro de Asuntos Exteriores egipcio advirtió que no se debe entrar en negociaciones de este tipo, ya que pondrían a Egipto en una posición de debilidad.

Arabia Saudí también rechazó el plan propuesto por Trump, y lo hizo tanto a través de los canales diplomáticos oficiales como a través de la intervención de figuras no oficiales pero de alto perfil como el príncipe Turki al-Faisal, entrevistado por Christiane Amanpour en la CNN. El exjefe de inteligencia saudí no solo condenó con palabras el plan estadounidense, calificado de «loco plan de limpieza étnica», sino que también apareció ante las cámaras con una kefiah palestina en lugar de la tradicional prenda saudí que suele llevar. Un elemento simbólico que muestra el endurecimiento de la postura frente a estadounidenses e israelíes. Al mismo tiempo, como observó Ben Caspit en Al-Monitor, «la «recomendación» de Trump, como él mismo definió el plan, bien podría ser solo un ardid destinado a ser rechazado, utilizado como táctica de negociación para lograr un acuerdo tripartito entre Estados Unidos, Arabia Saudí e Israel». Esto permitiría a Riad vender el hecho de «haber convencido a Trump de que se retirara de esta idea y haber salvado a dos millones de palestinos del exilio». Se trata de una táctica de negociación que tiene precedentes, recordó Caspit: poco antes de la firma de los Acuerdos de Abraham, Trump había prometido a Netanyahu la anexión de Cisjordania y, «en respuesta a la tormenta que siguió, Trump dio marcha atrás en la anexión y los Emiratos Árabes Unidos aceptaron hacer las paces con Israel a cambio de lo que parecía ser una concesión». También para la abogada palestina Diana Buttu, que ha asistido a Mahmud Abás en algunas negociaciones, «la amenaza de un desplazamiento enorme y desestabilizador de 2,2 millones de palestinos a los países vecinos es un preludio de negociaciones sobre otras opciones para el futuro del territorio, quizás igual de difíciles de aceptar». Por otra parte, como escribió Janan Ganesh en el Financial Times, hay que esforzarse por pasar por alto las bravatas de Trump y recordar que, si bien hay que tomarlo muy en serio, por otro lado «Trump es tan rápido en pelearse que la gente tiende a no darse cuenta de que es igual de rápido en hacer las paces». El hecho de que en los mismos días el presidente estadounidense se haya mostrado abierto a un acuerdo con Irán (apertura que ha sido bien recibida por el ministro de Asuntos Exteriores iraní) lleva a pensar que tal vez las declaraciones sobre Gaza formen parte de una negociación mucho más amplia. Sin embargo, la amenaza es la que Steven A. Cook señala en Foreign Policy: que en respuesta a la «merecida tormenta de críticas», Trump sienta la necesidad de demostrar que todos están equivocados y continúe con su plan, lo que convertiría la «limpieza étnica y el neocolonialismo en una política de Estados Unidos en Oriente Medio». Lo que Trump no parece entender es que la Nakba sigue proyectando una sombra oscura sobre los palestinos, que por lo tanto «no se dejarán desplazar de nuevo; por difícil que sea la vida en el Gaza, sigue siendo para ellos un asidero en Palestina y un claro recordatorio de la injusticia histórica que es la otra cara de la creación de Israel. Trump puede negar esta realidad, pero si quiere trasladar a la población palestina, tendrá que ordenar al ejército de Estados Unidos que lo haga por la fuerza».

Artículo publicado en Oasis


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