Estados de ánimo
El otro día iba caminando por el barrio y me encontré con J. un viejo conocido. J. está afiliado a Vox, partido en el que está bastante implicado. Le pregunté cómo le iban las cosas (era una pregunta sobre su situación personal) y entonces explotó el volcán que lleva dentro. No voy a reproducir los comentarios sobre el presidente Sánchez… J. no dejo títere con cabeza: feministas, liberales, socialistas, comunistas, ecologistas… y hasta Feijoó que apoya en todo a Sánchez según él.
En la misma semana estuve conversando con mi amiga A., una socialista convencida. Lo de la financiación singular para Cataluña le chirria un poco, tampoco veía con buenos ojos la amnistía… pero ¡es que la ultraderecha crece! Al igual que J. también se siente víctima. Los jueces, los periódicos… ahora Trump. ¡Todo es una conspiración contra Sánchez¡… de la ultraderecha.
También estuve hablando con J.C. que estaba en Ciudadanos. ¿Qué vas a hacer ahora? Le pregunté. ¡Joderme! La izquierda desvaría y la derecha se ha vuelto loca.
Para terminar de rematar la semana mi amigo M., un católico convencido, se lamentaba por la perdida de valores: las feministas, las leyes trans, gobiernos de izquierdas, la derecha no nos defiende, nos quieren quitar los conciertos educativos…
Todos los casos parecen estar dominados más por el miedo a perder algo que consideran bueno, por el sentimiento de ser víctimas de una conspiración más o menos difusa, que por la alegría de algo bueno encontrado. Crece así la tentación de relacionarse dentro de un grupo cerrado de gente con ideas similares. Un buen ejemplo de esto ha sido el último congreso del PSOE para mayor gloria del líder.
Se equivoca Vox con el órdago al PP de no acoger inmigrantes para poder apoyar los presupuestos autonómicos con los gobiernos del PP. Acierta el PP al no aceptar el órdago. Sin los inmigrantes se sabe perfectamente que no tendríamos el desarrollo económico que tenemos. Aparte de cuestiones humanitarias. Pero sí es cierto que es un tema que no se está gestionando bien. No tiene sentido las llegadas ilegales cuando se necesita su mano de obra. El desafío es encontrar vías legales y ordenadas porque la dinámica actual es fuente problemas, en primer lugar, para los propios inmigrantes que tienen que realizar viajes donde arriesgan su vida. Es inmoral que alguien que tiene la enorme energía humana de afrontar un viaje tan peligroso, dejando atrás familia, país… esté condenado a sentarse en un banco de una de nuestras plazas viendo el tiempo pasar cuando es uno que se quiere “comer” el mundo. Es inmoral que Vox busque un rédito político de criminalizar al inmigrante. Mi amigo J. dona dinero a Caritas por su labor social y es amigo de algún inmigrante ilegal. Sin embargo, mi amiga A. es una firme defensora de los inmigrantes y que yo sepa jamás ha colaborado ni económicamente ni de ningún modo y tampoco conoce a ninguno. Existe una desconexión entre la propia experiencia y lo que decimos.
Se equivoca el PSOE, y es una deriva muy peligrosa, al señalar a jueces y periodistas, pero también es cierto que Begoña Gómez debe tener presunción de inocencia. La misma presunción de inocencia que debemos guardar a los jueces que enjuician. En el PSOE se están poniendo muy nerviosos pero no deberían de pagarlo con periodistas y jueces porque eso mina la credibilidad de la democracia y del partido mismo.
No es creíble que todo a la derecha del PSOE sea ultraderecha. Cuando una expresión se generaliza así pierde su fuerza y empieza a sonar hueca. Además hace crecer el sentimiento de victimización de muchos (especialmente hombres blancos de clase media-baja). Lo más inteligente que podría hacer es preguntarse por qué crece la ultraderecha que no es un problema de una mutación genética sino la expresión de un malestar último que no es sólo económico. Mi amigo J. no es de ultraderecha, es un tipo muy cabreado y en muchas ocasiones con razón.
Vivimos un momento de ensimismamiento y auto referencialidad. El signo más evidente es que para mis amigos todo es enemigo, como si J., A., J.C. y M. no tuvieran cosas en común. Cuando se les saca del discurso “grabado” salen los temas que nos son comunes: una madre mayor que está enferma, la educación de los hijos, la relación con el jefe… No somos tan distintos basta sorprenderse en la experiencia.
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