Un verdadero liberal debe defender al Estado
Sánchez tiene por delante, un curso político difícil. Uno más. Tiene que seguir ganándose a pulso el apoyo de los partidos independentistas catalanes. Ya veremos qué hace Junts cuando el techo de gasto vuelva al Congreso, ya veremos qué pasa con los presupuestos del 25. Y Sánchez tenga que justificar ante sus electores haber aceptado, a cambio de que los socialistas gobiernen en Cataluña, un sistema de financiación especial para esa región. Un sistema de financiación que, cuando se aplique, va a vulnerar uno de los principios elementales que siempre han defendido los socialdemocratas: la redistribución de la riqueza a través de los impuestos. Siempre se ha dicho que los ricos tienen que pagar más impuestos que los pobres. En Cataluña ese principio va a desaparecer.
En su primer discurso en el Instituto Cervantes, tras el final de las vacaciones, Sánchez no ha hecho mucho esfuerzo en justificar lo injustificable de su acuerdo fiscal. Y se ha dedicado a atacar las políticas sanitarias de los gobiernos del PP y a anunciar una subida de impuestos.
Sánchez ha criticado lo que llama “privatización sanitaria”. El presidente cuando habla de privatización habla del sistema de conciertos. Con el sistema de conciertos la atención sanitaria la realiza un hospital de gestión privada que ha recibido financiación pública para realizar sus servicios. Sánchez ha agitado un viejo esquema ideológico de la izquierda, que en una época funcionaba bien: la derecha entrega al mercado lo que debe estar controlado por el Estado y genera, así, desigualdad. En realidad en España la gestión privada de las prestaciones sanitarias públicas es poco relevante: sólo supone un 7 por ciento.
El estatalismo sanitario de Sánchez, con los datos en la mano, no tiene sentido. Como tampoco tiene sentido la defensa que hacen algunos de la necesidad de generalizar el sistema de conciertos argumentando que la calidad siempre mejora. No sirven los aprioris. Ni de derecha ni de izquierda. Los esfuerzos que se han hecho por evaluar los dos modelos reflejan que lo determinante para mejorar la sanidad no es si la gestión es pública o privada. Hay factores más importantes: las condiciones de los contratos, el funcionamiento de las instituciones. Y, atención, la cultura de los centros sanitarios. La cultura son las personas. Al final, el modo de ver el mundo y de afrontar la realidad de las personas que se dedican a la sanidad es decisivo.
El presidente del Gobierno de España ha defendido el Estado en el comienzo del curso político. Y es curioso porque el Estado son sus instituciones y desde que Sánchez llegó al poder no ha hecho otra cosa que someter esas instituciones a sus propios intereses. Hubo un tiempo en el que la izquierda era estatalista y la derecha liberal o conservadora antiestatalista. Pero ese esquema se ha quedado viejo.
Un verdadero progresista en este comienzo del siglo XXI debe combatir los populismos de izquierda y las autocracias emergentes que debilitan e incluso destruyen las instituciones.
Un verdadero demócrata liberal debe defender el valor del Estado, un Estado sólido que garantice libertad e igualdad para todos y que evite la colonización de las instituciones. Un verdadero liberal no puede aceptar, que en nombre del antiestatalismo, se instaure “la tiranía del intercambio de favores”. No es extraño que cuando se defiende la primacía de la sociedad civil sobre el Estado se esté defendiendo ese intercambio de favores. Un grupo de votantes apoya a ciertos políticos a cambio de que esos políticos apoyen con dinero público a un grupo de votantes. Nosotros te damos votos, tú nos das dinero o haces leyes que nos beneficien. ¿Cuál es el error de estas políticas? Que acaban con la regla del bien común.
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