No es obstinación es libertad

Editorial · Fernando de Haro
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25 febrero 2024
Tras dos años de guerra el factor humano sigue siendo decisivo. Una resistencia que nos habla de la objetividad, de la fuerza, del carácter irreductible del deseo de libertad.

Hace dos años estaba en el pequeño pueblo de  Przemyśl, en la frontera entre Ucrania y Polonia. A la estación de tren llegaban cientos, miles de mujeres. Marianna había dejado atrás a su marido y lloraba. Había estado andando durante casi un día entero para escapar de las bombas. La estación, los colegios del pueblo, los polideportivos  del pueblo estaban llenos de familias que habían llegado con lo puesto. Marianna pensaba que la guerra acabaría pronto. Todos pensábamos que la guerra no sería larga. Han pasado ya dos inviernos, hay más de seis millones de “mariannas” distribuidas por el mundo. La guerra no ha acabado y no parece que vaya a acabar pronto.

Mientras las mujeres salían de Ucrania, a Przemyśl llegaban hombres ucranianos de Polonia y de Alemania para luchar por la libertad de su país. Ahora no es tan fácil reclutar soldados. En estos dos años, a pesar de que ha aparecido la lógica “fatiga bélica”, el factor humano sigue siendo decisivo.

Los ucranianos respondieron a la invasión con un deseo de justicia que nos sorprendió a todos. Después de haber sufrido durante este tiempo la brutalidad de la guerra en muchas de sus formas (hay más de seis millones de refugiados) no están dispuestos a rendirse. Muchos piensan que esa resistencia es una especie de soberbia, una falta de realismo, que les perjudica y que perjudica a todo el mundo. ¿Cuál puede ser el precio de la paz? Es la pregunta que nos hacemos todos. Ya sabemos que la victoria de una y otra parte no va a ser rápida. La contraofensiva del pasado verano no consiguió sus objetivos. Y en este momento el frente está prácticamente paralizado. Hay quien describe a las tropas ucranianas como un ejército “cansado,  escaso de munición y superado en número”. El sistema de sanciones económicas tiene muchos agujeros, Putin ha sabido sortearlo. Rusia tiene más capacidad de fuego. Pero no sabemos cuál es la moral de sus soldados. Y desde hace algunos meses los rusos sufren los ataques en su propio suelo y los costes indirectos del conflicto han provocado numerosos problemas en los servicios públicos haciéndoles la vida más difícil.

Una encuesta de hace unos días señalaba que sólo un 10 por ciento de los europeos consideraba posible que Ucrania ganase la guerra. Probablemente la imagen de lo que significa “ganar” tiene poco que ver con la realidad. La opinión pública es pesimista. Pero, en contra de lo que se podría pronosticar, la Unión Europea ha mantenido su apoyo. Ahora el que se tiene que mantener es el de los Estados Unidos, es el apoyo decisivo. Si la Cámara de Representantes no aprueba el paquete de 60.000 millones de dólares previsto para los próximos meses, Ucrania se quedaría sin defensa aérea y sin artillería. Una pequeña minoría de bloqueo puede impedir que la ayuda salga adelante. Y es fácil imaginar lo que puede suceder si Trump gana las elecciones en noviembre. Esa es la gran baza de Putin y por eso quiere ganar tiempo a toda costa.

¿Cuál es el precio de la paz? No habrá paz si Putin no renuncia en el presente y en el futuro a una invasión completa. Se está  pagando  un alto precio por la independencia. Y el factor humano sigue siendo decisivo. A estas alturas los ucranianos saben bien que su lucha es todo menos un ligero sueño de juventud. Marianna y su familia lo saben bien. Ante nuestros ojos tenemos una resistencia que dura ya dos años. Una resistencia que nos habla de la objetividad, de la fuerza, del carácter irreductible del deseo de libertad. A los acostumbrados a defender un día lo blanco y otro día lo negro (todos nosotros) les parecerá que los ucranianos son demasiado obstinados. Pero el problema es otro: los hombres  no renunciamos a la libertad, no dejamos de llamar a las cosas por su nombre, a menos que busquemos algún tipo de acomodo a la sombra del poder. De las dos cosas tenemos experiencia.

 

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