Descartes y Augusto Del Noce

Sociedad · Antonio R. Rubio Plo
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8 noviembre 2023
El dualismo cartesiano, aplicado al cristianismo, puede llevar a la separación de la religión cristiana de la vida ordinaria todo lo contrario que el pensamiento de Pascal.

Con motivo del cuarto centenario del nacimiento de Pascal, estuve releyendo una obra de teatro francesa que se presentó hace unos años en la escena madrileña. Se trata de Descartes y el joven Pascal de Jean Claude Brisville (1922-2014), un combate dialéctico entre un Descartes maduro, de 51 años y marcado por el escepticismo, y un Descartes joven, de 24 años y con planteamientos radicales y emociones a flor de piel. Brisville parece tomar más partido por Descartes, que parece un alter ego suyo, que por Pascal. Descartes, aun viviendo en el mundo, se muestra ajeno al mundo y de hecho dice en esta obra que solo le importan “mi biblioteca, mis trabajos y mi libertad”, y expresa su preferencia por “la soledad, el silencio y la invisibilidad”. Confiesa que se siente más a gusto viviendo en Ámsterdam, en la que la mayoría de la población son comerciantes y solo van a sus asuntos, que en París. La vida de Descartes está enraizada en el pensamiento y le importan menos las conclusiones de una investigación que el propio acto de pensar.

Mientras reflexionaba sobre este dualismo cartesiano, cayó en mis manos el libro del catedrático de Filosofía Moral de la Universidad de Perugia, Massimo Borghesi, titulado Augusto Del Noce. La legitimación crítica de la modernidad (Encuentro). Del Noce (1914-1989) fue un filósofo católico italiano de complejas reflexiones, un filósofo inconformista que, en su juventud cuestionó no solo el régimen fascista sino también el cristianismo político y confesional. Su inconformismo, presente en todas las épocas de su vida intelectual y ajeno a las modas políticas y sociales, le llevó a criticar en sus últimos años a una burguesía hedonista que había sabido acomodarse a los tiempos posmarxistas, aunque a nuestro autor apenas le dio tiempo a contemplar la caída en cascada de los regímenes comunistas europeos, un hecho que confirmaba muchas de sus reflexiones. En la actualidad, Del Noce no ha caído del todo en el olvido, si bien el profesor Borghesi se lamentaba en uno de sus artículos de que una derecha política-religiosa, sobre todo en Italia, eche mano de este autor para criticar el progresismo ideológico-religioso, una instrumentalización cuyos dardos también han ido dirigidos contra el papa Francisco. Sin embargo, Del Noce tenía muy claro que la ideología reaccionaria constituye el reverso de la postura progresista, y no su superación. El libro citado, que apareció en la versión italiana en 2011, es un riguroso trabajo académico que sale al paso de esa instrumentalización. Se trata de una falsificación porque uno de los autores favoritos de Augusto Del Noce fue Jacques Maritain, y particularmente su obra Humanismo integral (1936), que supuso un antes y un después en el pensamiento del filósofo italiano. Del Noce compartía con Maritain el rechazo a un cristianismo subordinado a los poderes de turno, fueran de derecha o de izquierda, así como la negación de cualquier nostalgia de una sociedad medieval idealizada contrapuesta a la sociedad moderna.

Sin embargo, me sorprendió la valorización que Augusto del Noce hace de Descartes, bien desarrollada en su libro por el profesor Borghesi. Descartes no sería solo el representante de un racionalismo que llega a su culminación con Hegel y Marx, con todas sus connotaciones de panteísmo y ateísmo. El filósofo francés también habría influido en autores católicos como Pascal, Malebranche, Vico o Rosmini. Del Noce ve en Descartes a alguien que relaciona la libertad del hombre con la existencia de Dios, y en opinión del filósofo italiano, esto permitiría la posibilidad del encuentro entre el cristianismo y la democracia liberal.

El interés por Descartes se limitó, sobre todo, a un período de la trayectoria intelectual de Augusto del Noce. Este fue a lo largo de su vida un pensador solitario, un calificativo que dio título a una entrevista que le hicieron Massimo Borghesi y Lucio Brunelli en 1984. Del Noce se interesó posteriormente por Pascal, aunque no parece contraponerlo a Descartes. Todo lo contrario de la obra teatral a la que me he referido antes, en la que se reconstruye un encuentro real entre los dos filósofos franceses en 1647, aunque probablemente algunas de las réplicas que da Pascal a Descartes encajen mucho mejor en el período de su vida posterior a 1654, el año que Pascal señala como el de su “conversión”. Entre esas réplicas pascalianas están las de que Descartes deduce a Dios, pero no lo ve. Lo piensa, pero no lo siente. Se plantea a Dios como un juego, mientras que Pascal asegura que para él es un fuego que arde en su interior. El joven filósofo concluye diciendo que solo se puede conocer a Dios por medio de Jesucristo. Descartes huye de la disputa y señala que discusiones así podrían durar hasta el fin del mundo, y entonces Pascual asegura que “Jesús estará en agonía hasta el fin del mundo”. En efecto, Pascal comprende que ser cristiano es estar sometido a la incertidumbre, conocer una inquietud perpetua. Por eso en sus Pensamientos pondrá en boca de Cristo estas palabras: “Yo pensé en ti en mi agonía. Derramé gotas de sangre por ti”.

No soy filósofo, aunque sí un estudioso de las ideas políticas. El dualismo cartesiano no se puede negar, pero ese dualismo, aplicado al cristianismo, puede llevar a la separación de la religión cristiana de la vida ordinaria. En cambio, Pascal transmite la experiencia de un encuentro con un Dios personal, tal y como dice el papa Francisco en su carta apostólica dedicada al filósofo francés, Sublimitas et miseria hominis: “Es la experiencia del amor de este Dios personal, Jesucristo, que ha formado parte de nuestra historia y participa constantemente en nuestra vida, la que lleva a Pascal por el camino de la conversión profunda”.


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