No siempre lo peor
Cuatro posibles escenarios de Gobierno-no Gobierno. Un escenario político. Y un escenario social. Eso es lo que van a dejar las elecciones generales del próximo domingo. No siempre lo peor es cierto, como decía Calderón de la Barca.
Vamos con el Gobierno-no Gobierno, según lo que apuntan las encuestas, que no suelen equivocarse en los últimos años. Escenario uno (improbable): el PP y Vox obtienen una mayoría absoluta. Vox no exige entrar el Gobierno a cambio de la investidura de Núñez Feijóo. Escenario dos (muy probable): el PP y Vox obtienen una mayoría absoluta, Vox exige entrar en el Gobierno y el PP lo acepta. Escenario tres (probable/improbable): el PP y Vox obtienen una mayoría absoluta, Vox exige entrar en el Gobierno y el PP no lo acepta. Resultado: bloqueo y repetición electoral. Escenario cuatro (probable): el PP gana las elecciones, la suma de PP y Vox no llega a la mayoría absoluta. Resultado: bloqueo y repetición electoral. El PSOE no va a facilitar con su abstención la investidura de Feijóo. De los cuatro escenarios para la formación de Gobierno dos de ellos conducen al bloqueo. Dos de cuatro, todo un síntoma de la poca flexibilidad que existe en España para llegar a acuerdos. Casi nada ha cambiado desde 2019 cuando hubo que repetir las elecciones.
Escenario político: una derrota de Sánchez puede cambiar algo el clima. Pero desde hace años, como señala el sociólogo Víctor Pérez Díaz, la política española “hace casi imposible la conversación cívica, el entendimiento de los argumentos”. Muchos políticos se dedican a promover la división y debilitar. Hablan en nombre del bien común. Pero invitan, casi sin darse cuenta, a una desconfianza generalizada y a dividir el mundo entre amigos y enemigos. Ellos mismos se convierten en víctimas de esa desconfianza. El lenguaje que utilizan es voluntarista (se puede sí o sí) o nominalista. Parece que basta proclamarse comprometido con el bien del país para que ese compromiso sea cierto.
Para acabar: escenario social. En ciertos momentos, algunos segmentos de la sociedad civil piensan que su relación con la política debe ser conseguir de los gobernantes respeto y tutela de sus intereses, de sus proyectos o de sus prioridades. De este modo, el bien común se concibe como la suma de los bienes particulares o de los bienes sectoriales. Se trata de un ejemplo claro que separa el sentido de la política de la experiencia política y social.
La experiencia social indica que los españoles no se conciben como parte de un bloque cerrado y limitado. Hay un divorcio entre el discurso y la vida. Por eso en este momento el gran reto es educar a las élites políticas desde la base, no dejarse colonizar. En realidad, todos estamos en el mismo barco, buscando trabajo estable, oportunidad de negocio, buena educación para nuestros hijos, sostenibilidad para el Estado del Bienestar, igualdad, justicia, calidad institucional. A estas alturas ya sabemos que no se trata de encontrar un proyecto alternativo que resuelva todos los problemas o que nos ahorre las fatigas de ser ciudadanos de un tiempo marcado por la incertidumbre. Andamos todos buscando motivos para la esperanza. Y eso, en la inmensa mayoría de los casos, genera una amistad social en el mundo de la vida. Las últimas crisis nos han hecho menos arrogantes, menos interesados en precisar quién lleva razón, más necesitados de encontrar el modo de vivir con dignidad y sin miedo. No falta la experiencia de amistad social y de un bien común que va más allá que la suma de las partes. Falta una razón social que evite los (justos y buenos) principios abstractos y se someta a lo que ya hay. No siempre lo peor es cierto.
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