Pretextos al descubierto

Editorial · Fernando de Haro
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25 junio 2023
Es difícil no reconocer que el factor determinante del ataque a la integridad territorial de Ucrania, es el deseo de resucitar la Gran Rusia. No habrá paz estable y duradera sin que lentamente no se reconozca lo que ha ocurrido.

En el video del pasado viernes, en el que Prigozhin, el líder de Wagner, justificaba su insurrección había algo nuevo. Hasta ese momento había criticado la falta de munición, si acaso el modo de comportarse del ejército regular ruso. Pero el viernes cuestionó el motivo de la invasión que comenzó el 24 de febrero de 2022.

El pretexto de Putin para su “operación especial” era responder al genocidio que las autoridades ucranianas estaban llevando a cabo contra la población de habla rusa del Donbás. Genocidio incitado por la OTAN. La toma de control del territorio era urgente, según la propaganda oficial. Era necesario evitar que hubiese más víctimas de un régimen neo-Nazi. Para apoyar su acción Moscú había reconocido el 21 de febrero la independencia de las repúblicas de Donetsk a Luhansk. Después aseguró que la represión ucraniana había sido especialmente intensa en Luhansk y que la nueva república había pedido ayuda. Las tropas rusas se pusieron en movimiento.

Prighozin cuestionó la semana pasada radicalmente la inverosímil versión ofrecida por el Kremlin. Explicó que no se había producido una amenaza mayor en el Donbas que justificase la invasión. Y que en realidad todo había sido consecuencia de la corrupción reinante entre los jefes del Ministerio de Defensa, apoyados por oligarcas que querían hacerse ricos vendiendo armas. El líder de Wagner no quiso hacer acusaciones directas contra Putin.

La guerra de invasión se ha podido prolongar en el tiempo por la diferencia de número entre los dos ejércitos, por los reclutamientos masivos y también por la propaganda. No solo por la que se puso en marcha en 2022 o en 2014 sino por una desinformación sistemática que durante décadas ha alimentado un nacionalismo agraviado.

El líder de Wagner no es precisamente una persona en la que se pudiese confiar. En los primeros momentos de la insurrección alguien señaló que lo que estaba sucediendo se parecía a lo que ocurre en un manicomio cuando los locos intentan tomar el control. No se puede confiar en el grupo de mercenarios ni para fijar la verdad de los hechos ni para gestionar nada. Llevamos viendo, hace tiempo, lo que sucede en los países de África en los que Wagner se convierte en un ejército oficial. Pero la declaración de Prighozin suponía un cuestionamiento de la verdad oficial por alguien que no era un disidente marginal.

Desde que comenzó el conflicto hemos escuchado como muchos líderes de países del sur global, lo atribuían a la torpeza, cuando no a la maldad, del norte rico. La invasión se ha explicado como una reacción, en parte comprensible, al expansionismo de la OTAN, al imperialismo occidental, a la pulsión hegemónica del mundo anglosajón, apoyado por una Europa sin criterio. Desde luego esta guerra no es sencilla de explicar. Pero es difícil, con los datos en la mano, no reconocer que el factor determinante del ataque a la integridad territorial de Ucrania, es el deseo de resucitar la Gran Rusia.

Hasta ahora no ha habido ninguna oportunidad de diálogo entre los dos contendientes porque las dos partes han seguido convencidas de que podían ganar.

Cuando se produzca un alto el fuego, aunque sea tan precario como el que se ha mantenido en la frontera entre las dos Coreas, no podrá definirse una verdad oficial de lo que ha sucedido ni qué responsabilidad ha tenido cada parte. Tampoco se podrá determinar en un eventual tratado de paz. Pero no habrá paz estable y duradera sin que lentamente, como se abren paso las verdades históricas, no se reconozca lo que ha ocurrido. Tenemos muchos ejemplos, en positivo y en negativo, de lo que sucede cuando se respetan los hechos o cuando se absolutizan las interpretaciones.

 

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