Nada más que la verdad

Editorial · Fernando de Haro
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18 junio 2023
Las evidencias se conquistan después de verificar que las fuentes son fiables, que los testigos son dignos de crédito. También después de una convivencia intensa con los hechos.

Guerra a las fake news. La Unión Europea está convencida de que esa guerra se puede ganar. El próximo 25 de agosto entrará en vigor la Ley de Servicios Digitales (DSA por sus siglas en inglés). La norma es exigente porque obligará a grandes plataformas, como Twitter, Google, Instagram, Facebook, TikTok, Microsoft y Apple, entre otras, a luchar contra la desinformación. Si no lo hacen se enfrentarán a multas importantes. Antes de que esa normativa entre en vigor se aplica como un código de buenas prácticas de carácter voluntario para las empresas. Twitter, por decisión Elon Musk, ha abandonado su compromiso de respetar el código. La compañía se ha retratado.

La iniciativa de la UE quiere que se “desmonetice” la información, que los agentes publicitarios sean más transparentes. Con el fin de evitar la manipulación se establecen sistemas de control para los robots o las cuentas falsas.

Todas estas fórmulas pueden ser útiles. Aunque es ingenuo pensar que un sistema externo de control será suficiente para que se pueda distinguir la verdad de la mentira. Las noticias son un tipo de verdad muy preciso que requiere de un método y de un sujeto que interprete los datos de un determinado modo.

Nos hemos acostumbrado a pensar que tener certeza sobre lo que ha sucedido está separado de cómo se ha adquirido esa certeza. Pitágoras precisó algunos conceptos matemáticos que todavía usamos. Suya es la idea del triángulo con sus lados y sus catetos. Desde hace 2.500 años sabemos qué es un triángulo y para saberlo no tenemos que conocer a la escuela pitagórica. Ni siquiera necesitamos saber que hubo un pensador que se llamaba Pitágoras.

Las noticias no tienen esa naturaleza. Son verdades que tienen que ver con la historia, no se pueden formular ni entender si se separan de su origen. Es un principio que rige cuando hablamos de noticias y de todo lo que tiene que ver con el comportamiento humano y la semántica de la vida.

En las películas americana de juicios se le pregunta al testigo si jura “decir la verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad”. ¿La verdad de la hipotenusa y los catetos? ¿La verdad sobre el sentido de un verso de Dante o sobre un indicio de culpabilidad? Para combatir las fake news es necesario que las noticias verdaderas se transmitan con el mismo método que se ha utilizado para generarlas. El problema es que se utilizan dos métodos diferentes, como si estuviéramos ocupándonos de la hipotenusa. Las evidencias se conquistan después de verificar que las fuentes son fiables, que los testigos son dignos de crédito. También después de una convivencia intensa con los hechos, sumando señales convergentes y siempre de forma progresiva. Requieren poner en juego y corregir, o confirmar, la visión del que indaga. Una vez conquistada esa verdad no puede cosificarse como la de un triángulo. La verdad nacida de la historia sigue siendo histórica. Si se convierte en una noción se transforma en una verdad formal, pierde sus propiedades. No se puede transmitir sin apelar a las señales convergentes, al criterio de los testigos fiables y a la  convivencia con los hechos. En este caso será una convivencia mediada, pero convivencia, al fin y al cabo.

No sirve, no sirve simplemente decir “esto es verdad, esto es mentira”. Eso supone crear un sistema cerrado, como el que alimenta las fake news. Un sistema que no esté basado en la verificación del que cuenta y del que escucha necesitaría siempre del criterio de autoridad, de un criterio externo. ¿Quién puede decidir si una noticia es auténtica o si Dante estaba enamorado? Solo una conciencia crítica a la que no se le ofrecen verdades ahistóricas.

 

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