ELECCIONES 28M, entrevista a Juan Milián Querol

La libertad necesita instituciones que la protejan y una cultura que la ame

Entrevistas · Juan Carlos Hernández
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8 mayo 2023
La negociación y el pacto son posibles dentro del marco de la libertad y la igualdad. Sin embargo, en el conflicto identitario el debate es imposible porque el planteamiento es excluyente afirma el político del Partido Popular en Cataluña.

¿Qué importancia tienen estas elecciones municipales en Cataluña? ¿Qué cuestiones, a su juicio, urgen afrontar?

Lamentablemente, durante la última década Cataluña ha sido vanguardia de los populismos más divisivos y empobrecedores. Me refiero al separatismo y a la izquierda radical de Ada Colau. Ninguno de estos populismos habría llegado a las instituciones de no ser por el PSC, un partido que alimentó el relato independentista, defendiendo el tramposo “derecho a decidir”, y que ahora está gobernando Barcelona con Colau. El mínimo común denominador de todos los populismos se llama PSC. Por esta razón, para superar la actual etapa de declive económico y social, Cataluña necesita un cambio real, no cosmético.

Es necesario reintroducir una cultura de la responsabilidad en las instituciones. Lo que en catalán llamamos seny. No solo son necesarios mejores gobiernos municipales, sino alcaldes que gobiernen para todos, que no usen los ayuntamientos como laboratorios ideológicos. En Barcelona, por ejemplo, esos experimentos están provocando que haya atascos en calles donde nunca los hubo y, por lo tanto, un incremento de la contaminación. O están incrementando una okupación ilegal de viviendas que nada tiene que ver con la vulnerabilidad, sino con la ideología antisistema. Incluso han conseguido que una ciudad, que era tranquila, ahora sea la más insegura de España. La mala política tiene consecuencias negativas en la vida cotidiana de los ciudadanos. El actual ayuntamiento de Barcelona es, en este sentido, una prueba irrefutable.

¿Qué supondría un cambio en el Ayuntamiento de Barcelona?

Barcelona sigue siendo una ciudad magnífica, pero tiene un ayuntamiento pésimo que ha logrado estancar la ciudad. Barcelona está descuidada, abandonada por su alcaldesa y sus aliados. Pero el potencial de la ciudad sigue ahí. Se puede desbloquear con menos impuestos y burocracia, y con más seguridad jurídica y ciudadana. Barcelona tiene unas cualidades que, con un buen gobierno municipal, permitiría a sus ciudadanos alcanzar los más altos estándares de calidad de vida de Europa. Es una ciudad densa y creativa, con un gran capital cultural y una potente marca turística. Pero todo ello no resistiría otra legislatura con Colau o con un alcalde independentista que la pusiera al servicio de un segundo procés. Necesitamos liberar Barcelona de toda esa mala política ideológica y necesitamos poner el ayuntamiento al servicio de las personas. Solo así los barceloneses recuperaremos el amor propio y volveremos a despertar admiración en todo el mundo.

¿Es correcto plantear las elecciones de mayo como un plebiscito sobre Sánchez?

En el caso de Barcelona, Sánchez no es ajeno a la situación de la ciudad. Gracias a su partido nos gobierna Colau en el ayuntamiento. Y es también su partido el que pacta presupuestos con el separatismo los presupuestos de una Generalitat que es hostil a todos aquellos catalanes que nos sentimos españoles y que deseamos recuperar la convivencia.

Además, Sánchez, con sus formas y sus socios, ha metido el procés en la misma Moncloa. Un Partido Popular fuerte en estas elecciones de mayo no solo supondría mejores ayuntamientos o comunidades autónomas, sino también un paso de gigante para acabar con el sanchismo, es política narcisista y sin más principio que la ambición por el poder.

Será necesario reemplazar los ‘malos gobiernos’ allá donde se hayan dado, pero ¿no es también urgente recomponer los vínculos sociales y superar la polarización?

Sí, la política de la indignación y de la confrontación no solo ha tenido repercusiones en las instituciones, degradándolas, sino también fuera de ellas. Los discursos políticos provocan cambios culturales. Las palabras tienen consecuencias. Y el PSOE, ya con Zapatero, y sus socios han socavado el espíritu de la Transición. Han generado una cultura divisiva, según la cual los diferentes no podrían vivir juntos.

Con todo, también creo que la sociedad española ya no traga con la retórica de la hipérbole y con la sobreactuación populista. Ya hemos probado el radicalismo en las instituciones y no nos ha aportado ni más justicia social, ni regeneración democrática. Todo lo contrario. Parece que solo estén legislando para delincuentes.

La gran mayoría de los españoles es más sensata y moderada.  Y hemos aprendido de la experiencia. Estoy seguro de que huiremos de los políticos que incentivan el conflicto, porque entendemos que la recuperación económica y la reconciliación social van de la mano. Una no es posible sin la otra. Una sociedad dividida, como quieren los populismos, no puede afrontar las reformas necesarias para el bien común y, además, destruye todas esas virtudes cívicas que nos permiten vivir en democracia y progresar.

Los partidos tienen urgencia por conseguir que los ciudadanos tomen posición. Quieren que nos situemos en el mapa con rapidez. Vivimos una política geográfica, de espacios. La política reducida a posiciones (derecha-derecha, derecha, izquierda, izquierda-izquierda) facilita el estado de conflicto permanente. ¿Qué puede servir para evitar esto?

Sería mejor hablar de valores que podemos compartir que de etiquetas que nos enfrentan. De todos modos, es preferible un debate ideológico izquierda-derecha que un conflicto identitario como el que nos plantea esta izquierda que ha abandonado la defensa de los trabajadores y que apuesta por enfrentar colectivos definidos por su identidad.

Entre la libertad y la igualdad la negociación y el pacto son posibles. En el conflicto identitario, que es lo que hemos sufrido en Cataluña, el debate es imposible, porque el planteamiento es excluyente. Te dicen que no eres catalán si también te sientes español. El nacionalismo u otros ismos radicales no buscan acuerdos, sino exclusiones e imposiciones.

Vivimos lo que algunos llaman la dialéctica de contrarios, germen de la desconfianza y el enfrentamiento. ¿Cómo se podría superar esta forma de acercarnos al otro?

Los populismos alimentan las dinámicas amigo-enemigo. Cuando están en la oposición hablan de un pueblo puro que se enfrenta a una elite corrupta. Cuando forman parte de la elite, como ahora, entonces se dedican a dividir la sociedad y a enfrentarla, porque así creen que evitarán la rendición de cuentas.

Debemos recuperar los principios del liberalismo humanista y la cultura de la responsabilidad. Defender el valor de la verdad frente a la demagogia y la mentira. Defender el Estado de derecho y el pluralismo como pilares de la convivencia. En mi último libro, ¡Liberaos!, trato de explicar que la libertad no solo necesita instituciones que la protejan, también una cultura que la ame. Y libertad es responsabilidad. No pueden separarse. Ese es, a su vez, el camino de la concordia.


Juan Milián Querol es autor, entre otras obras, del libro «El proceso español» donde aborda la catalanización de la política española y el desmantelamiento de la España de la transición.

El proceso español es una honda reflexión sobre el populismo, la crisis de la democracia liberal y el sanchismo en España, pero también un ensayo de combate que llama a la ciudadanía a movilizarse y defender los logros de los últimos cuarenta años de democracia exitosa.

 

Lee también: «El único objetivo no es sacar a Sánchez de la Moncloa«

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