Gracias Lucas
Ya sabes, amigo, que mi corazón siempre vuelve a Tierra Santa. Así que en estas horas cruzo el check-point de la Tumba de Raquel y aparco cerca de la Basilia de la Natividad. En la explanada está instalado el árbol. Paso primero un momento por el claustro del convento de los franciscanos. Me imagino que, como la última vez, hay algún concejal o algún director de colegio charlando animosamente. Y les escucho comentar preocupados la composición del nuevo Gobierno de Netanyahu: más peso de los ultraortodoxos, más asentamientos en Cisjordania, un Israel más confesional.
La cola para bajar a la gruta es larga. Después de casi tres años de COVID, por fin, han vuelto las peregrinaciones. Cada vez más asiáticos. Desciendo con emoción las escaleras. Espero mi turno y, entre flashes de teléfonos móviles, beso la estrella que señala el lugar en el que nació Jesús.
Veo un sitio vacío en el banco que hay junto al lugar donde María envolvió a su Hijo con los pañales. Me siento turbado ante estas piedras. Es muy probable, muy, muy probable, que este sea el sitio donde la Virgen vio por primera vez la cara de Jesús. Orígenes, cuando visitó la zona (en el siglo III), recogió una tradición oral que hablaba de este lugar. Desde el principio fue venerado, tanto es así que Adriano quiso construir sobre estas piedras un templo a Adonis para que el lugar se desvinculara del nacimiento de Cristo.
Repito “aquí” casi temblando, con devoción. Me doy cuenta entonces de que el espacio parece el mismo pero en realidad es una ficción. No es “aquí” porque el tiempo es diferente. Sé, porque ya ha sucedido en otras ocasiones, que cuando salga de esta gruta, por haber estado “aquí”, no tendré el conocimiento y la misma noticia que recibieron los pastores y luego los magos.
Me recojo y releo mentalmente el evangelio de Lucas: “y lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre”. Y considero la verdad de lo ocurrido: en el santo Niño de Belén, amigo, hay una persona y dos naturalezas. Dios ha entrado en una radical unidad con el hombre. Misteriosamente la humanidad del Niño no queda absorbida por su divinidad. En este Niño la voluntad humana, por primera vez, se realiza de forma definitiva. Y considerar y reconsiderar esta santa doctrina, amigo, me llena de asombro y de agradecimiento. Pero aunque repaso estos misterios, amigo, aunque esfuerzo mi piedad y mi imaginación, sé que no se ha producido ese extraño milagro que alcanzó a los que velaban con las ovejas. ¿Tendré que conformarme con un pasado sin presente?
¿Por qué Lucas quiso venir aquí si ya entonces este sitio estaba en el pasado? ¿Por qué si ya Jesús no estaba? ¿Por qué si ya para Lucas el aquí ya no era aquí y el ahora no era ahora? ¿Por devoción? Lo había escuchado amigo, muchas veces, y ahora lo he entendido. Lo dice Lucas en su prólogo: “para hacer una exposición ordenada de los hechos que se han verificado entre nosotros”. No, para Lucas no era pasado, el aquí de la gruta era el milagro del paralítico, la inteligencia de Pedro al hablar (lo suyo hasta entonces había sido pescar), el asombro y el miedo de Ananías cuando llegó Pablo (el perseguidor) y muchos más hechos de los apóstoles…
Y, ahora amigo, sentado ante este pesebre, he comprendido de que se trata, de los hechos que se han verificado entre nosotros: de J. al que la injusticia y la difamación no le han llenado el alma de odio y, parece mentira, cada vez está más contento; de G. que ama la libertad de su hijo esperándolo todo y no forzando nada; de A. y M. que siguen juntos después de 40 años casados; de S. a la que vimos nacer y a la que ahora, no se sabe por qué, todos los corazones heridos se le abren; y de M. que tiene 60 años y que lleva décadas en una silla de ruedas por el Sida y que hizo la semana pasada la primera comunión; y de M. que ha hecho política y no ha robado, y ha servido… ”los hechos que se han verificado entre nosotros”. Ahora sí, ahora los pañales y la mirada de María, tienen un presente, el Niño tiene una humanidad tan misteriosamente semejante, tan misteriosamente distinta que ahora sí, ahora, amigo, entiendo a los pastores. Gracias Lucas.