Lidiar con la incertidumbre
Con el aumento de casos de covid entre los jóvenes, también son ellos los que están llenando los hospitales –esta semana se conocía el caso de una niña de 14 años ingresada en la UCI–. Oriol Yuguero, médico de un hospital de Lleida, ha compartido en Twitter el siguiente mensaje: “Para mí, lo más complicado de esta ola es tratar a pacientes covid que no toleran la incertidumbre. A la generación de la inmediatez le cuesta entender que con esta enfermedad generalmente no se mejora en 24 horas, y que cuando lo hace, puede seguir siendo contagiosa hasta 10 días”.
Y es curioso que toleremos la incertidumbre peor que nunca cuando todo lo que nos rodea es incierto. La generación que no tolera la incertidumbre frente al covid es la misma que va de contrato temporal en contrato temporal, que no alquila una casa para vacaciones, porque no sabe si va a tener vacaciones, que no se compra un coche porque no sabe en qué ciudad va a vivir en los próximos meses, que no se casa o no comparte la cuenta corriente con su pareja “porque estaremos juntos hasta que nos cansemos”.
En la introducción de su libro El final de la aventura, Antonio G. Maldonado hace una sabia lectura de dónde estamos y qué lugar ocupamos en los avances de nuestro tiempo. Se pregunta por qué “pese a todos los avances científico-técnicos parecemos socialmente compungidos y temerosos”. También señala que, a la vez que estos avances son innegables, “permutan comodidad logística y salud física a cambio de insatisfacción vital y debilidad psicológica –los efectos nocivos en la estabilidad laboral y en el aumento de consumo de medicamentos psicotrópicos son igual de irrefutables–”.
Y señala que “si bien necesitamos estabilidad y coordenadas, también necesitamos la promesa y un lugar en ella”. Quizá esa promesa sea la única certeza que necesitemos.