Abatid los bastiones

Cultura · Fernando de Haro
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21 junio 2021
Hace casi setenta años el más culto y quizá el mejor teólogo del siglo XX, Von Balthasar, vio la necesidad de escribir un libro con el mismo título que tiene este artículo: Abatid los bastiones.

A principios de los años 50, en una parte importante del catolicismo, dominaba la sensación de que la Iglesia era una fortaleza asediada por una modernidad anticristiana de la que era necesario defenderse. Fue, como algunas otras obras del pensador suizo, un trabajo profético. Poco a poco se fue comprendiendo que el mundo moderno suponía una provocación apasionante para que el catolicismo recuperase lo mejor de su tradición y de su experiencia, más moderna que la modernidad. Balthasar invitaba a no tener miedo al mundo. De hecho, una experiencia de fe sana se caracteriza por no convertir el cristianismo en una serie de posiciones que defender, por no situarse frente a lo nuevo como antítesis, por su capacidad de asumirlo, valorarlo y salvarlo.

Por eso es llamativo que hay quien se empeñe en construir nuevos bastiones, opciones de retirada del mundo para vivir sin mentiras. Cuando uno visita Egipto, Siria, China, Iraq, Nigeria, Pakistán, entre otros países, llega a la conclusión de que en Occidente los cristianos están lejos de vivir una persecución. La facilidad con la que se habla de los ataques de un supuesto sistema totalitario al cristianismo en Occidente, comparándolo con el sistema soviético, refleja falta de rigor y de perspectiva. Hablar de totalitarismo blando es una irresponsabilidad que alimenta la victimización. Aquí no hay ni leyes contra la blasfemia, ni el yihadismo tiene un papel determinante, ni hay un proyecto neo-maoísta con potentes sistemas de control digital. Sería por lo demás interesante aprender algunas cosas de esos cristianos que son realmente perseguidos.

Se habla mucho de la maldad de los tiempos. También eran malos los tiempos en el siglo I. No había ideología wok pero sí un sincretismo potente y un mitraísmo (religión mistérica) casi hegemónico. Y no se conoce de ningún cristiano de los primeros momentos que anduviese rasgándose las vestiduras porque en las escuelas, en el foro, en el teatro se enseñaran modos de ver el mundo abiertamente contrarios a la fe. Pensar que en este siglo XXI las cosas tienen que ser de modo diferente es estar fuera de la historia, es seguir escandalizándose de que la fe no sea política, culturalmente o moralmente hegemónica. Un escándalo que ignora que el cristianismo es la fe de los perseguidos.

Claro que es necesario vivir en la verdad, pero para conseguirlo lo más contraproducente es huir del mundo, retirarse a una vida comunitaria que sirva como refugio de los ataques en el mundo. Solo hay un modo de vivir en la verdad, constatar si, en el mundo, la fe es capaz de acoger todo el deseo positivo, toda la herida que hay en las cuestiones de género y en las cuestiones de identidad que marcan nuestro tiempo. Solo se vive en la verdad cuando la verdad, por su evidencia, se impone en cualquier circunstancia. La verdad cuando es verdadera no necesita de fortalezas. Si la fe en Occidente busca refugios y se pone a la defensiva, si no es capaz de acoger lo nuevo para transformarlo, desaparecerá. Derribemos pues los bastiones y vayamos al encuentro del hombre del siglo XXI, sin miedo, con la alegría de un cristianismo que es acontecimiento de gracia capaz de abrazar y redimir todo.

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