Vargas Llosa da lecciones

Una de las primeras reacciones que me ha llamado poderosamente la atención es la aparición en algunas redes sociales (especialmente el Twitter, que es utilizada por los intelectualoides para prodigar "sabiduría") del término "Democracia Liberal" y cito: «Ayer, 10 de abril de 2011, se acabó el proyecto de democracia liberal que iniciamos hace once años». Y en pro de esta democracia liberal su más ilustre representante, el Nobel de literatura Mario Vargas Llosa, ya se pronunció al respecto, tal cual lo hiciera disimuladamente el señor Toledo, diciendo que jamás votaría por Keiko y que podría votar por Humala. Y ante este eventual apoyo, Humala respondió con la frase: «Somos Amigos». Pero esto resulta curioso puesto que hasta antes de las elecciones para el Nobel, Humala era el peor de los males (lo etiquetó como SIDA) y Toledo se presentaba como el único que podría salvar del salto al vacío que representaba para el país la elección Comandante.
Sin embargo mi crítica no va orientada a quien se apoya o no, ni cuán coherente es tal o cual personaje. Va dirigido principalmente a lo que creen (y dicen) que es lo mejor para el país. Me causa fastidio que mientras muchos (incluido yo) hablamos de lo mejor para el país sentados desde nuestros escritorios filosofando con términos como democracia liberal, Economía Nacional de Mercado, Ultraderecha, Ultraizquierda, etc. etc., la gente de a pie, el ciudadano común y corriente está pensando en qué comer el día de mañana, cómo mandar a sus hijos al colegio, si el trabajo que tiene le durará hasta fin de mes y mil cosas más. Es paradójico hablar de democracia liberal con sus políticas progresistas, como si ésta fuera la "receta" para sacar de la pobreza a más de 14 millones de peruanos. Lo es también hablar de estatizaciones cuando el estado (por lo menos la historia reciente en el Perú así lo dice) ha sido mal empresario. Y así podríamos enumerar un sinfín de propuestas ideológicas que se enmarcan en los planes de gobierno de cada candidato.
La ausencia del Estado y sus instituciones en varias partes del país, la crisis de los partidos políticos, la corrupción, la falta de educación, entre otros, son las principales causas de lo que hoy está sucediendo en el Perú. Sin embargo, hay un punto esencial que se está dejando de lado en toda esta discusión: el hombre, olvidando que él es el objeto del desarrollo antes que la sociedad y por encima del estado. Aparentemente de esto nadie se ha dado cuenta aún.