“Hermanos todos”. El viaje del Papa a Iraq

Mundo · Martino Diez
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4 marzo 2021
Fue el deseo de Juan Pablo II para el Jubileo, el augurio de Benedicto XVI y ahora se hace realidad con Francisco. El viaje a Iraq del 5 al 8 de marzo, el primero del mundo transformado por la pandemia, pone de nuevo en el centro una periferia.

Sin duda no está exento de riesgos, como han venido a recordar los recientes ataques a Erbil, aunque Francisco ya aclaró su opinión al respecto en 2015, cuando decidió inaugurar el Jubileo de la Misericordia en Bangui, capital de una República Centroafricana flagelada por una guerra civil, especificando que iría incluso “con paraícas”. Se inserta sin duda en una realidad muy compleja, desde el punto de vista religioso, étnico, lingüístico y político. Razón de más si el Génesis sitúa precisamente en Mesopotamia, en Babel, el fin de la unidad indiferenciada del género humano, en la mítica era anterior al diluvio, con la división en pueblos y lenguas, y con ello el inicio de la política.

Tres parecen ser los ejes centrales de este viaje: el encuentro con la comunidad cristiana, el diálogo con el islam, sobre todo chiíta, y la reflexión sobre la crisis política que atraviesa Iraq desde hace décadas.

Cristianos de Oriente y convivencia interreligiosa

Para empezar, ¿quiénes son los cristianos con los que se encontrará el Papa? Igual que en el resto de Oriente Medio, la Iglesia católica en Iraq se articula por diversos ritos, una singularidad que es fruto de un pasado complejo. La mayor parte de los fieles pertenecen actualmente a las comunidades caldea, siro-católica y latina.

Parte de esta Iglesia de Oriente, cuyas raíces se hunden en el primer siglo de la era cristiana, protagonista de un extraordinario florecimiento misionero en el Medievo llegando hasta la China, tras la conquista mongola esta Iglesia se vio obligada a replegarse en la región alta de Mesopotamia, concretamente en la llanura de Nínive, que el Papa visitará el 7 de marzo. Víctimas del primer genocidio del siglo XX, el olvidado Sayfo, las iglesias siriacas y caldeas volvieron a sufrir las agresiones del Estado islámico durante los terribles años del “califato”. La furia del ISIS, después de realizar una limpieza religiosa, se encarnizó contra los signos que testimoniaban en Mosul una auténtica “simbiosis cristiano-musulmana”. Aunque el proceso de reconstrucción de los edificios derruidos está en marcha, será mucho más complicado reconstruir la humanidad y sanar las heridas causadas por este nuevo genocidio.

Tarea imposible sin perdón. Como afirma la experta iraquí Amal Marogy remitiendo a su propia memoria familiar, “el camino de la justicia reparadora es la vía bíblica por excelencia”, e implica a todos los cristianos sin distinción. Este “ecumenismo de la sangre”, según una expresión del papa Francisco, será fundamental en el camino ecuménico con las iglesias ortodoxas orientales y las comunidades evangélicas.

Por otro lado, la dimensión del martirio estará presente desde el principio en el viaje papal. De hecho, el primer día concluirá con un momento de oración en la catedral siro-católica de Nuestra Señora de la Salvación en Bagdad, escenario en 2010 de una feroz masacre por parte de Al-Qaeda. Los 48 cristianos muertos durante el ataque, entre ellos un niño no nacido y un bebé de tres meses, fueron proclamados siervos de Dios en octubre de 2020.

Conocer el islam chiíta

Otra etapa importante de este viaje será el encuentro con el ayatolá Al-Sistani, el 6 de marzo, en la ciudad santa de Nayaf, donde se conservan los restos de Alí, primo y yerno de Mahoma que los chiítas reconocen como primer imán. Chiítas y sunitas son las dos grandes confesiones en las que se reconoce la inmensa mayoría de los musulmanes, y sus diferencias radican sustancialmente en la cuestión de la autoridad: no solo en el sentido de un desacuerdo sobre quién debe ser autoridad (¿Alí y su familia o un califa elegido por la comunidad?), sino también y sobre todo sobre qué significa ser autoridad.

Para los chiítas iraquíes, iraníes y libaneses, la cadena de imanes se interrumpió en el año 874, cuando el duodécimo de ellos fue ocultado. Su papel lo asumieron entonces progresivamente los expertos religiosos (el “clero”). A diferencia de Irán, el ayatolá Al-Sistani se opone en cambio a una implicación directa de los hombres religiosos en política, prefiriendo un perfil imparcial.

Así, la escuela de Nayaf, uno de los principales centros teológicos chiítas, se mantuvo al margen de la opción revolucionaria abrazada por Jomeini en Irán. Aunque la ideología jomeinista se puede interpretar como una reactivación de la antigua noción de la yihad, obtenida sacrificando el “hiato escatológico” impuesto por la desaparición del imán, este “hiato escatológico” será precisamente lo que puede salvaguardar una auténtica experiencia religiosa, preservándola de una politización completa. Sin olvidar la importante presencia sunita (40% de la población), es evidente que el aspecto más relevante en clave islamo-cristiana será sin duda el encuentro con Sistani.

La crisis infinita

Tanto el encuentro con la iglesia local como el diálogo con el mundo islámico se desarrollará en un contexto dramático. Tras las décadas sangrientas de Saddam Hussein, que transcurrieron en un estado de guerra casi ininterrumpida, y tras la invasión americana de 2003, Iraq nunca ha logrado hallar su ordenamiento definitivo, dividido tanto a nivel religioso (sunitas y chiítas) como étnico (árabes y kurdos), por lo que el Iraq moderno parece haberse constituido como un “Estado contra la sociedad”.

En realidad, no existe un motivo que explique exhaustivamente por qué este país, uno de los más ricos del mundo en petróleo, no puede volver a recuperarse de una degradación aparentemente imparable, a nivel humano y ambiental, que le ha terminado llevando a nuevas protestas revolucionarias. Aunque el Covid ha silenciado por el momento a los manifestantes de Bagdad, podemos apostar que el descontento por la corrupción y la falta de perspectivas volverá a sacar a la gente a la calle en cuanto sea posible, aunque parece complicado articular un proyecto político alternativo.

El amigo de Dios

Los problemas que le esperan al papa Francisco son por tanto enormes y algunos de ellos, sobre todo los de orden político, ni siquiera son de directa competencia eclesial. Cuanto más de cerca se miran, más insuperables parecen. Por eso puede ser útil recordar cómo empezó esa historia que, con el paso del tiempo, ha llegado hasta el 266º sucesor de Pedro.

Fue justamente en Iraq, en Ur de los Caldeos, donde Dios eligió a un “arameo errante” (Deuteronomio 26,5), Abrahán, para un proyecto aparentemente incomprensible. Tras los pasos de su padre Teraj, le hizo salir hacia Jarán, al norte de Mesopotamia, y allí, muchos años después, se le reveló, pidiéndole que abandonara por segunda vez su tierra. Es el comienzo de la historia de la salvación. ¿Quién, humanamente hablando, habría apostado por aquel anciano jefe beduino, ya viejo y sin hijos? Pero hoy cristianos, judíos y musulmanes le honran llamándole “amigo de Dios”, un apelativo que encontramos en el Antiguo Testamento (2 Crónicas 20,7), en el Nuevo (Santiago 2,23) y en el Corán (4,125). Es a él, que “creyó contra toda esperanza” (Romanos 4,18), a quien debemos mirar para comprender las razones más profundas de este viaje.

Oasis

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