Branding para un plan C
Me ha sorprendido que tan profundos razonamientos, auténtico análisis político, no incluyen un juicio previo sobre la (escasa) calidad gráfica del logotipo, juicio que entre los profesionales del diseño que están a pie de calle es bastante unánime: el logo de Sortu da asco. Y digo que me ha sorprendido porque este juicio ausente, aparentemente banal y subjetivo, podría tener cierta relevancia precisamente en el plano político.
El dominio de la comunicación gráfica es característico de los sistemas totalitarios, de uno y otro signo, del siglo XX, donde pronto fue usada como un elemento más al servicio del adoctrinamiento ideológico. Con el 68, la izquierda sale a la calle y retoma con fuerza un cierto estilo heredado de la propaganda soviética y aderezado con grafismo "de barricada". En esos años se forja el primer branding del mundo etarra y batasuno: trazos de rebelión popular y callejera mezclados con elementos identitarios y bastante siniestros, como las capuchas, la serpiente y el hacha, etc. Pero tras la llegada de la democracia, la comunicación abertzale asume un doble reto: la movilización del propio electorado y el apoyo de la causa separatista en el extranjero. Desde entonces, y siempre dentro de la estética de izquierda revolucionaria, su diseño gráfico ha sido un aspecto particularmente cuidado, y hay que reconocer que la calidad de sus progresivas identidades corporativas ha estado incluso por encima de la de formaciones políticas democráticas con muchos más medios, tal vez con las únicas excepciones de PSOE y, en menor medida, de IU.
Cabe preguntarse por qué justamente ahora, en un momento clave en el que Batasuna pretende hacer creíble un punto de inflexión, se descuelga con un logo que parece realizado por un papanatas con veleidades creativas y PowerPoint sobre Windows.
Se podría deducir que esperaban suscitar entusiasmo inmediato en una sociedad carente de seso -como muestran los análisis de sus catedráticos- y llena de "ansias infinitas de paz", o bien que no querían invertir demasiados recursos en lo que en realidad no era sino una primera distracción.
Si creemos a Conde-Pumpido, el plan B para presentarse a las elecciones, incluir candidatos en agrupaciones electorales, parece ya descontado. El único elemento no banal del logotipo de Sortu es precisamente la euskal izarra, la estrella de ocho puntas símbolo de "las naciones dueñas de sí mismas", que comparte con el logotipo de Independentistak.
El logo de la coalición verde es bastante más creíble. Habrá que mirarlo con lupa.