El 26 de marzo a la calle en defensa de la vida

La batalla pacífica por la vida tiene un amplio frente cultural: es imprescindible recordar a nuestros conciudadanos una vez y otra que en nuestro entorno se ataca a la vida con el permiso o la complicidad de las leyes y que no queremos acostumbrarnos a esto; que somos muchos los que no descansaremos hasta que en España -y en todo el mundo- se proteja legalmente toda vida humana desde la concepción hasta la muerte natural sin excepción de ningún tipo; que no pensamos mirar para otro lado como si no pasase nada cuando tantas mujeres se ven abocadas al aborto, tantos niños mueren antes de nacer, a tantos enfermos terminales y ancianos se les quiere ofrecer la muerte provocada como un tratamiento apropiado y se sigue usando la violencia para conseguir fines políticos o para afrontar problemas interpersonales.
Recordar a la sociedad española con la fuerza mediática de la presencia masiva en las calles que la batalla por la vida no está aún ganada y que no descansaremos hasta ganarla es el objetivo de la manifestación del 26-M. Sabemos que nos enfrentamos a un problema moral de fondo de nuestra época y que, por tanto, no lograremos nuestros objetivos totales ni mañana ni pasado mañana; pero también sabemos que hay que clamar ante la conciencia de nuestros contemporáneos un día y otro, con ocasión y sin ella, para evitar que los despiertos se adormezcan y lograr que los dormidos despierten.
España tiene una especial responsabilidad en esta materia pues todo lo que hacemos aquí tiene un especial eco en toda la América Latina y porque somos el país de Europa donde la lucha social por la cultura de la vida tiene una mayor fuerza social como acredita la gran manifestación por la vida, la mujer y la maternidad del 17-O de 2009.
Tenemos que reforzar este clamor mundial por el derecho a la vida con el pequeño esfuerzo de salir a la calle el 26-M para ayudar a la revolución cultural que necesita nuestra época: redescubrir el amor a la vida, al ser humano, como fundamento de una civilización humanista.