Los dioses inútiles

Cultura · Héctor Godino (Buenos Aires)
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25 octubre 2010
La llegada del 12 de octubre renueva una áspera polémica, donde la superposición de esquemas y las férreas alternativas parecen agotar las posibilidades de acceso al significado profundo de este memorable hecho de la historia universal. ¿Cómo ir más allá de estas columnas de Hércules que sólo empobrecen la mirada y reducen la riqueza del hecho mismo? ¿Cómo recuperar algo de esa experiencia dramática de personas que de repente vivieron el riesgo por su vida, su lenguaje, sus costumbres, su fe? El último libro de Alver Metalli, Los Dioses Inútiles, publicado en estos días por la editorial Biblos de Buenos Aires, resulta un aporte valiosísimo en este sentido.

Para entender el peso de su aporte, es conveniente hacer una breve incursión en el campo filosófico. J. L. Marion utiliza para referirse a ciertos acontecimientos históricos de envergadura la expresión "fenómeno saturado", ya que se caracterizan por ofrecer una cantidad de aspectos frente a los cuales nuestros conceptos resultan  pobres e inadecuados al momento de definirlo, debiendo recurrir a una "multitud de miradas", según la expresión de Ricoeur, para poder comprenderlo. Entre ellas, es sin duda la artística una vía de singular importancia para esta tarea. El descubrimiento y conquista de América pertenece claramente a esa clase de acontecimientos y la novela Los Dioses Inútiles, una significativa contribución.

Su autor nos introduce en estos hechos a través de la expedición de Cortés, una gesta compleja como toda la conquista, donde se reúne tal pluralidad de factores que tiene la virtud de dar por tierra con toda interpretación parcial e ideológica, desvelando lo pobre del intento. Apoyado en un riguroso trabajo histórico, ninguna de sus afirmaciones resulta superflua, al contrario, nos abren de manera amena a un mundo que podría resultar demasiado lejano para nosotros: la pormenorizada descripción de Cortés, tanto en su aspecto físico como en sus anhelos, ambiciones y limitaciones.; las costosas imposiciones hechas por los usureros para otorgar el dinero para la expedición, reflejada en la hipoteca sobre su hacienda; su relación con la Malinche; la religión de los mexicas y la espera del retorno de Quetzalcoatl; el detalle de los sacrificios humanos, con su recinto sagrado y las jaulas de los prisioneros, las víctimas propiciatorias; el episodio de Tenochtitlan, desde su ingreso en ella, pasando por la noche triste, hasta llegar a su reconquista final.

Toda la narración está atravesada por una búsqueda angustiosa. Dentro del grupo de españoles llega un padre con su hijo, un joven apasionado y decidido, con inquietudes que resultan extrañas e inquietantes para un guerrero según la óptica de aquél. Desaparece en la primera batalla y a partir de allí toda la campaña para el padre cobra un nuevo significado: resulta el medio adecuado para recorrer pueblos y territorios con la esperanza de encontrar con vida al hijo perdido.

Podría ser un hecho banal en medio de un clima donde la muerte violenta es un dato más de la realidad, sin embargo resulta el episodio determinante para acercarnos no sólo el desesperado amor de un padre, sino el sentido complejo de toda la expedición. Es extraño, pero la herida de este padre por la pérdida de su hijo tendrá la virtud de abrirnos de manera absolutamente novedosa a la real dimensión sobre la que se desarrolla toda la gesta de estos territorios: personas que buscan su felicidad para las cuales ni el amor ni la justicia resultan ajenos, donde se conjugan deseos, ambiciones, convicciones, esperanzas, anhelos, y hasta sus mismas creencias, ya que incluso sus dioses resultan inútiles cuando no son capaces de ser una respuesta real y potente para sus vidas. Tan inútiles como nuestras ideologías actuales, cuando no nos permiten tomar contacto con esa vida que palpita en esta empresa temeraria, dejándonos abandonados en su aspecto más superficial.

En definitiva, también para nosotros esta novela de Alver Metalli puede resultar la mejor oportunidad para entrar en "tierra incógnita, que en el ánimo despiertas deseos poderosos e inextinguibles pasiones", seguros de contar, para conducir nuestros pasos, con un guía tan seguro como aquel Virgilio que rigió al ilustre viajero.

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