La Última Cima
Este cura montañero era decano de la Facultad de Teología San Dámaso, y estaba lleno de un dinamismo físico y espiritual que le llevó a coronar la cima nevada del Moncayo, la única que le faltaba escalar. Pablo tenía una personalidad muy atrayente: era guapo y alegre, joven pero maduro, grande pero humilde y se mostraba siempre generoso y simpático; era pobre porque "no dejó nada", y rico porque sabía que Dios es lo primero y estaba siempre disponible para los demás.
Como dice Juan Manuel de Prada, "La última cima es arriesgada, porque se atreve a homenajear la figura de un cura -y, a través de él, a tantos y tantos buenos curas- en una época que gusta de crucificarlos. Es aguerrida, porque se atreve a batallar contra la mugre de tópicos y prejuicios que circulan en torno al sacerdocio, y está poseída de un aliento épico que no se queda en el mero emotivismo".