La última estación
Estos episodios son los que recrea esta película que cuenta con dos pilares fundamentales: las interpretaciones de Christopher Plummer y Helen Mirren, en sus papeles respectivos de Tolstoi y su esposa. Se cierra el triángulo con el siempre brillante Paul Giamatti, que encarna a Vladimir Chertkov, el más ferviente seguidor de las teorías pacifistas y autogestionarias de Tolstoi. A los actores les arropa una excelente producción y una digna partitura de Sergei Yevtushenko.
La película expone por un lado los planteamientos ideológicos de Tolstoi, y de esa galaxia de concepciones que mezclaron mística y socialismo, buscando una nueva religión laica y utópica de espaldas al cristianismo. Y lo muestra con cierto tono crítico, pero también con simpatizante complicidad. Por otro lado, y es lo mejor del film, se nos cuenta una historia de amor muy a lo ruso: hiperbólica, bipolar, extravagante, desbordante… Al final el espectador se lleva una idea clara: la vida real se acaba imponiendo a la abstracción ideológica. No es mal principio para los tiempos que corren.