Una frontera cargada de futuro

Chipre es un país que ocupa una pequeña isla frente a Turquía, apenas doce veces más grande que Cozumel, con un millón de habitantes. El tercio norte fue invadido por los turcos en 1974, generando graves tensiones en el plano local e internacional que no se han resuelto. Cuatro quintos de su población son griegos de religión ortodoxa y los católicos son apenas una minoría entre latinos y maronitas. Se trata de una de las iglesias cristianas más antiguas de la humanidad, fundada por san Pablo y san Bernabé en el año 45.
La isla, como puede adivinarse y a pesar de ser tan pequeña, es la frontera entre occidente y oriente, entre el mundo cristiano y el islam, entre la Unión Europea y Turquía, entre la paz y la guerra. Por estas razones los líderes políticos evitan pisar tierra chipriota. Sin embargo, donde la lógica "del mundo" ve conflictos, Benedicto aprecia oportunidades para construir una mejor humanidad. Así, ha confirmado ciertos principios que imprimen carácter a su pontificado: el diálogo ecuménico, el diálogo con el islam, la paz y la reconciliación en el escenario internacional.
Elemento central del viaje fue entregar el documento de trabajo para el sínodo de obispos católicos de Medio Oriente. Al hacerlo ha confirmado la tesis lanzada en Jerusalén. Los católicos, por ser una minoría sin poder, están llamados a jugar un papel importante para la paz en Medio Oriente al tender puentes entre las culturas y las religiones, al promover la reconciliación entre los cristianos, al revitalizar la comunión de los bautizados.
Como suele suceder, los gestos dan vida a lo anunciado en los discursos y las homilías. Benedicto gozó de la compañía de su "hermano en la fe", el arzobispo ortodoxo de Chipre Crisóstomo II. Durante la celebración ecuménica se han dado el abrazo de la paz, afirmando su compromiso por del diálogo ecuménico hasta alcanzar la reunificación de la Iglesia. En los actos también estuvieron presenten las muy pequeñas comunidades de luteranos y anglicanos. Después, en la línea que divide la isla entre musulmanes y cristianos, tuvo lugar otro abrazo. En esta ocasión con un maestro, un místico del islam, un sufí octogenario. Ambos se hicieron promesa de rezar por la paz y el entendimiento. Así, ha podido reafirmar "el diálogo con los hermanos musulmanes" para que, juntos, "se conviertan en levadura de paz y reconciliación". Tenía razón el apóstol de Chipre: de lo pequeño se ha valido Dios para confundir a los poderosos.