Acantilado rojo
En el 208 a. de C., a pesar de ser gobernada por el emperador Han Xiandi, China estaba dividida en varios "reinos" enfrentados. El ambicioso primer ministro Cao Cao utilizó al emperador como títere para declarar la guerra a un reino al oeste del país, Xu, gobernado por Liu Bei, tío del emperador. El fin que perseguía Cao Cao era eliminar todos los reinos y convertirse en emperador de una China unificada. Liu Bei envió a su asesor militar al reino de Wu al sur, intentando persuadir a su soberano, Sun Quan, de unirse a su causa. Encolerizado al saber que los dos reinos se habían aliado, Cao Cao envió a un ejército de ochocientos mil soldados y dos mil barcos al sur, con la esperanza de aplastar a sus opositores.
La película echa mano de las modernas tecnologías digitales -a veces demasiado obvias en este film- para mostrar por ejemplo más de 800.000 soldados en combate, ó 2.000 barcos ardiendo en la ensenada del acantilado rojo. John Woo declaró en el pasado Festival de Cannes que él ha querido homenajear con este film el verdadero espíritu de los chinos. Y es que Acantilado rojo es un canto a la justicia, al honor tradicional, al espíritu magnánimo, a la lealtad, al espíritu de sacrificio, al valor de la amistad… en el sentido más puro y clásico que se pueda imaginar. De ahí proviene el carácter universal del film a pesar de su evidente localismo.
La película no está exenta de defectos, o más bien cargada de elementos muy "serie B", pero se vuelven irrelevantes bajo la apabullante carga épica del film, sus secuencias bélicas, antológicas y sus escenas de acción, magistrales. No faltan los ingredientes típicos del género y del director, como las artes marciales, la abundante aspersión de sangre, y un auténtico festival de lanzas y catanas. Además, aunque es cine de acción, la película cuenta con unos personajes que, sin ser shakesperianos, tienen la suficiente entidad dramática como para dar hondura al relato, de forma que éste no sólo entretenga sino que también -discretamente- emocione.