El aborto en el la reforma de la sanidad de Obama

Mundo · Pablo Gutiérrez Carreras
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21 enero 2010
La reforma del sistema sanitario de los EEUU, la política estrella del presidente Obama, puede venirse abajo. Y la causa puede estar, aunque le parezca imposible a un observador español, precisamente en el aborto, cuestión que se torna decisiva en la política de los Estados Unidos. Esta semana se ha producido un cambio que puede ser dramático para Obama.

Las elecciones a senador en el estado de Massachussets han alcanzado una repercusión que va mucho más allá del asiento en juego. Quizá lo más anecdótico sea que el vencedor, el republicano Scott Brown, se ha alzado con la victoria en un estado que en los últimos cincuenta años elegía siempre senador demócrata. Más calado parece tener el hecho de que esta victoria republicana se sume a las recientes victorias obtenidas por el GOP en Virginia y Nueva Jersey. ¿Consolida el triunfo de Brown una tendencia de recuperación de los republicanos, que refleja un creciente descontento de los estadounidenses con Obama? Muchos así lo creen y las encuestan así lo transmiten.

Pero donde parece estar el meollo y donde han saltado todas las alarmas entre los promotores de la agenda radical del presidente (aparte de él mismo, Harry Reid, Nancy Pelosi, Hillary Clinton…) es en lo que se debate actualmente en el Congreso y en el Senado: la ley de la reforma sanitaria (health care bill). Algunos de los hechos básicos son los siguientes.

El 9 de septiembre, en un discurso a una comisión parlamentaria, Obama afirmó que la ley de la reforma sanitaria no alteraría la situación del aborto en la sanidad pública, es decir, que no aumentaría la financiación pública de los abortos, que se contempla para casos excepcionales. Sin embargo, la ley que el Gobierno envió al Congreso contenía cláusulas que suponían en la práctica la financiación masiva del aborto con dinero público. En éstas aparece un diputado demócrata, Bart Stupak, de Michigan, e introduce una enmienda al proyecto de ley para prohibir la financiación pública del aborto. Se vota la enmienda (240 votos a favor y 194 en contra) y se aprueba el proyecto de ley con la enmienda incluida. Resultado: la ley no obliga al contribuyente a pagar abortos y los abortistas ponen el grito en el cielo.

El trámite continúa en el Senado. Allí hay cien senadores. Se elimina la enmienda Stupak y se vota un texto claramente abortista. La votación arroja una victoria por la mínima: 60 votos a favor -los necesarios, ni uno más- y 40 en contra. Ahora, existiendo dos versiones distintas del proyecto (la del Congreso y la del Senado) se trabaja por su unificación y posterior votación en ambas cámaras. Bart Stupak, el congresista demócrata provida que ya logró prohibir la financiación pública del aborto, lo ha dejado bien claro: la ley del senado no obtendrá su voto en el Congreso y conoce otros diez demócratas que no votarán la ley salvo que se prohíba la financiación pública del aborto. Stupak no va de farol, lo demostró en la votación del Congreso.

Y ahora el Senado, aquel senado que votó 60 contra 40 en la ley pro-aborto, se encuentra con un cambio decisivo. Fallece el senador de Massachussets y en las elecciones para cubrir la vacante aparece un desconocido que puede otorgar el voto 41 al no al aborto en la reforma sanitaria, que es tanto como decir el no a la reforma sanitaria. La prensa nacional se hizo eco del grito de batalla electoral Forty one, forty one!

Y el forty one se alzó con el triunfo. Ahora Obama no tiene garantizada ninguna de las dos cámaras para aprobar su ley estrella. Y los abortistas no se lo van a poner fácil. Para ellos la ley debe llevar aborto o no habrá ley, con lo que Obama podría quedar amortizado y sin ningún caudal político con el que mostrar el prometido cambio. Los republicanos no quieren la ley, y un número decisivo de demócratas son provida. ¿Qué margen le queda a Obama?

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